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Comunidad

por Esteban Morin*

 

Puerto Esperanza (Misiones), una mañana de agosto de 2013.
En el solitario silencio de la hora previa al amanecer, con el olor a barro frío que se cuela por debajo de la puerta, Mariela sorbe un mate cocido que le quema la punta de la lengua.
Abre la computadora portátil y recorre su blog. Aprovecha ese momento de calma chicha ―antes que el resto de la familia se levante para encarar las obligaciones del día y ella tenga que partir para la escuela―, y relee los relatos que subió hace unas semanas. Viendo los textos, surge en ella el deseo de cambiar algo, de agregar por allá o entrarle a este párrafo con la tijera. Borra una palabra y después aprieta “deshacer”, inserta un nuevo párrafo en el medio de un cuento y, aun antes de terminar de escribirlo, lo elimina. Encuentra parlamentos enteros a los que juzga horribles: los lee ahora como una lista de justificaciones. Pero con otros, ha logrado el efecto de los cuentos que la han fascinado ―aunque sea por breves trayectos― y, por un momento, sueña que se codea con los autores que admira, hasta que el ronquido de su papá en la habitación contigua la trae de regreso.
Mariela leyó bastante desde muy chica. Empezó a escribir, y a darse cuenta de que le gustaba escribir, el primer día de secundaria. Primero llevó un diario. Después escribió poesías y relatos. En cinco cuadernos, acumula cuentos, ideas sueltas, cosas que le ocurren y que se le ocurren.
Cursa cuarto año, y empezó un blog. Sus últimas invenciones, en vez de los comentarios animados del principio, despiertan silencios y caras de desconcierto.
Todavía no sale el sol. Mira la pantalla con el cursor titilando, ese rectángulo brillante es la única luz en toda la casa ―ella imagina que a esa hora es la única luz de todo el barrio, de toda la ciudad, del mundo― y lee otra vez, murmurándolos, algunos párrafos de su última entrada. Sospecha que hay algo por debajo, mucho más intenso, que ella no alcanza. Lo siente respirar y agitarse: un perro mañoso que solo se deja acariciar cuando él quiere y no cuando ella lo busca.

La profesora de Literatura había indicado Victoria entre las sombras como lectura obligatoria. En marzo, cuando presentó el libro a la clase, también comentó que su autor, Marcelo di Marco, dedica gran parte de su tiempo a entrenar escritores:
―Dirige un taller ―explicó―: un taller de corte y corrección, que lleva más de treinta años.
Mariela sonrió al comprender el juego de palabras, pero no le dio más atención al asunto hasta esta madrugada.

Hoy, cinco meses después de aquella clase, Mariela busca en Internet y da con varias notas de Di Marco. En Youtube está la presentación de Victoria entre las sombras, y encuentra un canal con el nombre del taller, que es el mismo del libro: Taller de corte y corrección.

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Mariela devora las tres primeras entregas del canal: son casi trece minutos y medio de monólogos del autor ―y también algunos diálogos con su productor fuera de plano―, cargados de humor y reflexiones sobre el arte de escribir y, un descubrimiento absoluto para Mariela, el oficio de corregir.
Con los consejos del maestro zumbándole en los oídos, vuelve a su último texto. Del primer párrafo, sin titubear, suprime dos adjetivos, y ve como la frase fluye cuando es leída en voz alta.
Más liviana, Mariela parte rumbo a la escuela.
A la vuelta, se sumerge de nuevo en Youtube: aprende de adjetivos, de adverbios, se ríe con las ocurrencias de un maestro que se filma a sí mismo empuñando un tomahawk y una pistola, y arenga a su audiencia a hacer guerra al adjetivo, o, mejor dicho: a no hacer la guerra al adjetivo.
En el fin de semana, estudia las tres horas y diecisiete minutos que suman los primeros veinticinco capítulos del Taller de corte y corrección en su versión digital. Pega en las paredes de su habitación papelitos con anotaciones, recordatorios de lo que fue registrando: “Con tener talento no te alcanza”, “Es necesario construir herramientas para escribir”, “Se puede aprender a corregir”, “Ubicar al lector… o desubicarlo”, “Espacio activo para cambiar de lugar, de tiempo o de punto de vista”, “Provocar sensaciones”, “¡Ojo con los verbos abstractos! Cierran el espacio al lector”, “Los cuatro momentos del cuento: situación inicial, conflicto, trama y desenlace”, “¿Prometí lo que cumplí? ¿Cumplí lo que prometí?”, “¿Mi historia termina antes o después que la historia para el lector”, “Dejar que el lector complete”, “Sin conflicto no vamos a ninguna parte”, “Paciencia”, “Poner títulos que articulen con el texto”, “Fichar los personajes”, “Sacar filo al talento”, “Primero inventar”, “después corregir”, “Menos de treinta palabras”, “Leer en voz alta”, “Separar las ideas”. Y memoriza otros consejos sobre los tipos de historias que no cuentan nada y los modelos que ayudan a llevar al lector hacia adelante.
También registra una lista de autores para ir buscando y leyendo. A algunos los conoce, son los menos. En esas poco más de tres horas y media, di Marco trae a sus clases anécdotas y textos de consagrados de todos los tiempos: Stephen King, Abelardo Castillo, Balzac, E. A. Poe, Ezra Pound, Kafka, Juan Rulfo, Novalis, Horacio Quiroga, Nomi Pendzik, Isidoro Fernández Flores, W. W. Jacobs, Chernov, Ricardo Zelarayán, Voltaire, Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia, Anton Chejov, Ricardo Güiraldes, Oliverio Girondo, Carson McCullers, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Flaubert, Chateaubriand y O’Henry.
También escucha los nombres de algunos contemporáneos que surgieron del taller o tuvieron un pasaje por el mismo, autores que se entrenaron con Marcelo di Marco: Ezequiel Fernandez Etis, Daniel De Leo, Gustavo Durant, Miguel Sardegna, Alejandro Cruz Tloupakis. Esta pequeña muestra surge sin contar con los que participan en “Las naranjas”, sección en la que los alumnos diseccionan sus textos junto al maestro para sacarles el mayor jugo posible. Y todavía Mariela ha podido entrar a la sección de poesía, donde se leen composiciones de autores contemporáneos que se difunden entre los miles de suscriptores del canal.
Toda esta información, esta formación ―abierta y gratuita―, fascina a Mariela, como a los miles de seguidores de la propuesta: el aprendizaje redunda en la mejora visible de los propios textos, en la posibilidad de publicarlos y, por qué no, en ganar premios.
Y hay algo más.
Lo que a Mariela le sucede, como a mí o a vos que leés este texto ―y no siempre nos es fácil admitirlo―, es que el Taller de corte y corrección conforma un espacio de reconocimiento al proceso de creación, corrección y publicación. Los autores, editados o inéditos, traemos aquí nuestros esfuerzos y los ponemos con los de los otros. Nos leemos y probamos juntos opciones: guiamos y nos dejamos guiar, siempre bajo la sabia y generosa mirada del maestro. Y esto funciona tanto para la forma tradicional del taller presencial, como en participación con comentarios al pie de los videos o a través de la página de Facebook. En estos lugares, nos sabemos todos con la misma pasión y los mismos problemas. Somos pacientes en la sala de espera de uno de los pocos especialistas en nuestra dolencia: sufrimos ―gozosamente, claro― de pasión por la literatura. Nos leemos, nos animamos, nos corregimos y mejoramos: hacemos nuestras propias creaciones más disfrutables, disfrutamos cada vez más haciéndolas, y en todo eso, logramos difundirlas a más lectores cada día.

TCYC

 

 

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*Esteban Morin (San Lorenzo, Santa Fe, 1975) es comunicador social. Se gana la vida como consultor en selección y desarrollo de recursos humanos para distintas organizaciones. Trabajó como fotógrafo, periodista, redactor y corrector. En FIN ya hemos publicado su microcuento «Fatalidad«.
La presente nota fue ganadora de una TCyC Trivia.

Dexter Morgan, the dark defender

por Florencia di Marco*

 A Hernán La Greca

 

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Dexter Morgan

1

 

Silencio. Precisión. Color.

Y de nuevo silencio.

Una sola misión:

en toda ciudad hay agujeros negros

gente que grita, gente que calla…

gente que habla demasiado,

gente que grita… y escapa.

 

Y en silencio,

la sonrisa perfecta,

con el mismo paso,

con la misma remera

—la de siempre:

verde, aburrida y sexy

(su traje de héroe)—

el vengador avanza,

el vengador acecha.

 

Todo ya está planeado:

guarda los filos

—esos filos que saben

desde siempre

que todo está planeado—,

elige algunas fotos

—las más crudas—.

Y teje

la meticulosa red

de la justicia

con plástico adherente.

 

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Ilustración de Ciruelo (El Gran Libro del Dragón)

Y mientras tanto,

todos los días teje

la perfecta sonrisa

—también meticulosa,

casi también de plástico,

y casi también red—

jugando con los niños

en un edén

del sueño americano.

 

Todo en su vida es limpio:

por las noches

duerme tranquilo

porque no siente.

 

 

 

 

2

 

Por las noches

—Cuéntanos un cuento, Dexter— piden los chicos.

Entonces rebusca en los inmaculados

archivos de su memoria:

inventa magos

que secuestran doncellas,

dragones asesinos que ahora vagan,

impunes, por los bosques.

Inventa un príncipe con armadura

—de cuero negro, como su campera—,

con una cota de malla verde,

como su remera

—verde, aburrida y sexy

(su traje de héroe).

 

La espada es perfecta.

El príncipe también.

Los niños van cerrando los ojos mientras Dexter

describe —acaso demasiado bien—

cómo el príncipe, durante días, en silencio

—con la misma sonrisa, con la misma armadura,

(con la misma remera)—

busca el momento de acabar con el dragón,

avanza, acecha.

 

Los niños cabecean mientras Dexter

tiene al dragón arrinconado

en lo alto de una torre

—solitaria y perfecta, y tejida con plástico adherente.

 

Los niños se han dormido.

A Dexter solo le falta un golpe para acabar con el dragón:

el príncipe calcula, meticulosamente. Besa

la precisión de su espada. Se acerca

lo suficiente al cuello,

arranca con la punta de la espada

una escama —de recuerdo—

y golpea.

 

Silencio. Precisión. Color.

El dragón exhala. El príncipe también:

al mirarlo de cerca,

el dragón

tiene su mismo rostro.

 

Bajo la máscara,

el vengador sonríe.

Y deja la luz de los niños encendida.

 

 

1482384_10202745465854781_264564106_n*Florencia di Marco (Buenos Aires, 1990) está por recibirse de profesora en Letras en la UCA. Aprovechando que vive en la sede del TCyC, hizo cuatro años de taller. Su obra de teatro Tierra, flores y sangre mereció en 2008 una mención del Instituto Nacional Sanmartiniano. Y Alguna joyita fue representada en 2011 en la UCA, y en 2013 en el Espacio cultural Carlos Gardel, con gran éxito. Es autora del blog de poesía L’ anima ho milionaria. Su nuevo blog, dedicado a la moda como ámbito para la creatividad, se encuentra en preparación; pronto podrán encontrar relaciones entre cine, literatura y ropa en ínsula, tu rincón de estilo.

 

 

Del Paso del Borgo a Lavalle 780

por Noelia Emmi*

 

Cuando se me propuso escribir una reseña de la presentación de La Abadía de Carfax en el Rojo Sangre, me sentí honrada. Y aterrada, sí, lo tengo que admitir. ¿Justo yo, el miembro más reciente de Carfax, sería la mejor opción para escribir esta reseña? No lo sabía, pero acepté el reto sin dudarlo y me puse a escribir (y a borrar y a escribir otra vez y a corregir, claro).
El martes 5 de noviembre se presentó La Abadía de Carfax en el Monumental Lavalle, como parte de un ciclo de charlas dentro del festival Buenos Aires Rojo Sangre.
Algunos se preguntarán qué es La Abadía de Carfax. Bueno, la respuesta sencilla es que somos un círculo de escritores de terror y fantasía. Pero la verdad, como suele pasar, es un poco más compleja. Y es que somos unos apasionados de esos géneros, y en Carfax encontramos nuestro lugar, nuestro rinconcito en el mundo. Por eso, cuando Matías Orta nos comentó sobre la posibilidad de presentarnos en el bars, todos estallamos de entusiasmo.
Luego de mucha publicidad y difusión, luego de muchos preparativos tras bambalinas, finalmente ese 5 de noviembre llegó.
La cita era a las seis de la tarde, y alrededor de esa hora todavía éramos unos pocos. Por mi cabeza pesimista pasaron pensamientos lúgubres, fatalistas, trágicos. Pero me recompuse cuando entramos a la sala. Parecía acogedora: paredes oscuras, asientos largos y acolchados, un escenario con las sillas ya dispuestas. Y solté mi pesimismo inmediatamente: ¡eso era una fiesta! ¡Nuestra presentación en sociedad! Muchas caras conocidas del tcyc nos mostraban su apoyo. Y cuando la organización del bars nos presentó, la expectativa del público ya era palpable.
Con Matías Orta como moderador, la presentación comenzó con Marcelo di Marco, fundador de este Círculo de escritores de horror y fantasía: él nos describió los inicios de La Abadía de Carfax, sorprendiendo a más de un invitado distraído al comentar que el nombre del grupo correspondía a la guarida del Conde Drácula en Londres. Marcelo nos contó también cómo su pasión por la literatura de terror —compartida por varios alumnos del tcyc — derivó en la creación de Carfax. La primera antología, a cargo de Nomi Pendzik, fue publicada en el 2005.

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A continuación, fueron Ariel Mazzeo y Claudia Cortalezzi —antólogos de Cuentos de La Abadía de Carfax 2 y 3, respectivamente— quienes nos relataron la experiencia de tener esta responsabilidad. Ariel nos habló de la legión de fans que cosechó gracias a su prólogo, en el que cuenta por qué durante su infancia Scooby Doo no cumplía con sus expectativas en cuanto a historias de terror. Por su parte, Claudia nos confesó cómo, al elegir los cuentos que integrarían la tercera antología y al decidir el orden en el que se presentarían, comenzó a sentirse tan involucrada con los relatos como si los hubiera escrito ella misma.
Luego, Ricardo Giorno —antólogo de Cuentos de La Abadía de Carfax 4— anunció la pronta salida del tan ansiado libro, y nos comentó sobre la dificultad de tener que elegir un cuento de cada abad: todos eran de muy elevada calidad literaria.
Para cerrar la jornada, y ya a sala llena, se leyeron los cuentos “Amarillo”, de Mariláu Sánchez, y “Jugando a la familia”, de Matías Orta. Ambos formarán parte de la cuarta antología, y su recepción por el público del bars fue unánime: ¡todos estallaron en aplausos! Sin duda estos dos cuentazos quedarán en la memoria de los presentes como hermosos e impactantes, fomentando debates acalorados cada vez que se los mencione.

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Por mi parte, desde los ojos de una recién iniciada, la presentación de La Abadía de Carfax en el  festival fue inspiradora. Me recordó por qué la buena literatura fantástica y de terror es tan imponente, por qué uno disfruta como un maniático cuando escribe un cuento que le hiela la sangre, y por qué la magia de esos cuentos se convierte en nuestro séquito eterno.

Todos los miembros de esta comunidad compartimos esa gran pasión: sentimos a la literatura de terror como un ser vivo, palpitante, consciente.

Y así, impulsada por esta sangre fantasiosa que late en nuestras venas, Carfax respira, Carfax late. Carfax vive.

 

 

 

Dibujo*Noelia Emmi (Buenos Aires, 1983) es miembro de La Abadía de Carfax. Cursó el Taller de Escritura Fantástica de la Universidad del Salvador, y actualmente forma parte del Taller de Corte y Corrección de Marcelo di Marco.

Su cuento «Ofrenda a las bestias» fue publicado en Axxón y formará parte de la cuarta antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

¡La Abadía de Carfax en el BARS!

La Abadía de Carfax hará su presentación en el festival Buenos Aires Rojo Sangre

 

Lo fantástico nos posibilita adentrarnos en terrenos donde otros géneros no llegan. En el mar de la literatura vendría a ser como un submarino que permite llegar a lo más profundo. Así lo entiende Marcelo di Marco. Esta convicción lo impulsó, en el año 2005, a fundar La Abadía de Carfax, junto a otros escritores que comparten la misma pasión y el mismo modo de ver la literatura. Este círculo de escritores de horror y fantasía lleva publicadas tres antologías de relatos, compiladas respectivamente por Nomi Pendzik, Ariel Mazzeo y Claudia Cortalezzi. Son libros que buscan lectores con el coraje de abandonarse en las manos seductoras del terror, que se atrevan a meterse en sus laberintos oscuros. Desde el abismo está emergiendo Cuentos de la Abadía de Carfax 4, compilada por Ricardo Giorno.

Habrá ejemplares a la venta.
Entrada libre y gratuita hasta agotar la capacidad de la sala.

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Dos microcuentos

Nunca antes

por Miguel Sardegna*

 

Mateo se trepó a la bicicleta y pedaleó con toda la rebeldía de sus nueve años. Lo de Laura quedaba a siete casas, bordeando la bahía.
Nunca antes ella le había escrito una carta de amante secreta, como en las novelas de la tarde. ¿En qué momento había deslizado eso en su mochila? ¿En algún recreo? Mientras contaba y recontaba sus Faber-Castell desparramados por el piso, repasó esa confesión de amor, los inconfundibles trazos con lápiz azul.
Su lápiz azul.
Ahora Mateo vuela en la bici, el corazón acelerado. Si no recupera ese lápiz mamá lo va a matar.

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Pintura de Adrian Ludwig Richter

 

Miguel Sardegna*Miguel Sardegna (Buenos Aires, 1978) es miembro de La Abadía de Carfax. Alterna la vida académica (es abogado) con el estudio del japonés. Sus cuentos fueron publicados en Próxima, Perfil y Grageas 2. En 2011 fue distinguido con el Segundo Premio en el concurso organizado por la Fundación Victoria Ocampo.

 

 

Diamar

por Julia Martín*

 

Fue en mis años de rebeldía que la conocí. Todos los sábados pedaleaba apresurado en mi bicicleta hasta la casa en la bahía. Sus ojos eran los más hermosos. La esfera perfecta, la profundidad exacta, la esclerótica más blanca, la cantidad de pestañas justa. Miranda, mi amante. Cuando estalló la guerra tuve que partir. Le escribí todos los días, sin embargo nunca me contestó. Luego supe que se había casado. En la cárcel, quise escribirle una vez más para pedirle perdón por dejarla viuda, pero el lápiz terminó clavado en los ojos del carcelero. Ahora voy a buscarla.

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«January Jones», por Owen Freeman

 

julia*Julia Martín (Buenos Aires, 1978) se recibió de Redactora especializada en textos literarios, en el Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea. Es narradora, poeta y participa del Taller de Corte & Corrección. Además, coordina los talleres de escritura y lectura que brinda Literatorio, entre otros.

 

Sin rumbo

por Jorge Huck*

 

 

Un papel en blanco y un lápiz dispuestos frente a mí: Alfa y Omega de mi existencia. Muchas ideas nacen y mueren sin que puedan atravesar los muros de la contención mental. Las palabras se descomponen en letras a la velocidad con que la arena se escapa entre los dedos. Las letras se esparcen ante mis ojos sin transmitir nada. El inexpugnable vacío del papel.

¿Y si el verdadero creador fuese el lápiz? ¿Si entre sus atributos estuviese la invención? La imaginación y su magia se habrían envasado y comercializado como un enlatado más. No: solo quien esgrime el lápiz, batallando contra aquel vacío, posee el cáliz del que beben los sueños. A borbotones escapan amores, besos y odios. Y nacen y mueren reyes, héroes y heroínas, valientes y cobardes, sabios y necios, nobles y villanos. El trazo negro les da vida y se la quita. Quien lee los inmortaliza, aunque maniáticos impostores los entierren en oscuros y olvidados estantes. Mundos fantásticos gobernados por hechiceros invencibles son vencidos por catálogos y etiquetas.

¿Qué puerta se abrirá, o se cerrará tal vez, al final de la página? ¿Universos paralelos? ¿Hordas de horcos batallando por tomar el reino? ¿Un pueblo inglés de romances prohibidos? Las ideas vienen y se van: no son mías, ni del papel ni del lápiz. Solo soy un portador, un vocero. No detendré la mano, la pluma presurosa seguirá su danza. No apartaré la vista ni temeré la amenaza de Hipnos. Cuando una idea evada los límites, caerá sobre el papel como una semilla en el campo. Germinará hasta llegar a ser lo que deba ser.

Mientras, yo me quedaré aquí: frente a un lápiz y un papel.

Pintura de Cathie Bleck

 

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*Jorge Huck es miembro del TCyC. De chico, le transformó la vida descubrir a Edgar Allan Poe. En sus propias palabras: «Creo que sin sus textos nunca me hubiese dedicado a la escritura». De grande, Oscar Wilde, Guy de Maupassant y Alejandro Dolina  le mostraron una manera diferente de narrar. Sin embargo no todo se reduce a literatura: en la música y la fotografía encuentra caminos por los que vaga su alma y retorna con alguna historia.

Una escena para taparse los ojos

—acerca de las gemelas de la película El resplandor

 

por Pablo Vigliano*

 

Anunciando el programa #22 Cómo fracasar contando una historia de tips de escritura de Marcelo di Marco, en el canal “Taller de Corte y Corrección” por YouTube, se presenta una fotografía de la película El resplandor, de Stanley Kubrick, donde aparecen las célebres gemelas fantasmas. Las mismas que, como espectadores, nos habrán sugestionado durante varias noches hasta las pesadillas. Si se atreven a mirar, a continuación analizamos la construcción de la imagen en el contexto del film.

¿Por qué nos resulta imposible permanecer indiferentes frente al cine de Stanley Kubrick (Estados Unidos, 1928 – Reino Unido, 1999), y a dicha imagen en particular? Sus obras —entre ellas, Lolita, 1962; La naranja mecánica, 1971; El resplandor, 1980— nos resultan sensacionales, porque nos transmiten variadas emociones: asombro, angustia, temor, intriga.

El resplandor es una novela de 1977, de Stephen King. Trata sobre un matrimonio y su pequeño hijo, quienes se instalan en un lujoso hotel (el Overlook) en las altas montañas de Colorado, en aceptación de una propuesta laboral. Allí, aislados por la nieve durante toda la temporada de invierno, deberán desempeñar tareas de limpieza y mantenimiento. Sólo estarán ellos tres. A lo largo del desarrollo de la historia, al drama sobrevendrá el terror.

En uno de los tips de escritura, Marcelo di Marco nos explica cómo ganar en sensaciones en nuestros textos. Nos recomienda también algunos libros y películas a modo de buenos ejemplos. Y se ve que Kubrick lo tiene muy claro. Se sirve de todos los recursos y herramientas válidos, insertando como valor agregado elementos que apelan a lo psicológico. El aporte le sirve para transmitir un mensaje subliminal, generando un subtexto por debajo de la puesta en pantalla. En el cuadro de imagen de Kubrick, no hay cabos sueltos y nada está librado al azar: todos los elementos que la componen están pensados, diseñados para causar el efecto deseado. Ya desarrollaremos tal construcción audiovisual en la escena de las gemelas.

La trama transcurre como una experiencia de personas normales en una situación límite, desesperante. Jack Torrance es un profesor de Literatura expulsado del colegio donde dictaba clases, por su problema con el alcohol. Es un personaje machista, violento; un escritor que no encuentra el éxito; alguien que carga con muchas angustias, como la de haber sido víctima de maltrato infantil por parte de su padre. A él le ofrecen el trabajo, y acepta. Desempleado y desesperado, piensa, iluso, que podrá aprovecharlo también como una oportunidad ideal para escribir una novela, mientras su familia disfruta de las comodidades del hotel.

El aclamado director se basó en el lado más psicológico del texto para realizar el largometraje. Recortó la complejidad del mismo para centrarla en Torrance, interpretado por un magnífico Jack Nicholson que deslumbra por sus expresiones enloquecidas, simbiosis de carácter y aura esquizofrénica.

Las gemelas espectrales son protagonizadas por Lisa y Louise Burns. El estupor frente a lo imagesque no tendría que estar allí, enloquece, aterra: tal la reacción de Danny, el hijo del escritor (representado por Danny Lloyd). Cargada de un fuerte contenido psicológico, la escena logra aterrarnos. Son gemelas, se dan la mano y sonríen: están «juntas» en sus macabros planes, y se están burlando. Llevan puesto vestidos de otra época y de color celeste, no rosa, provocando el desconcierto de quien las ve. No salen de ningún lado: no hay puertas a la vista y el pasillo es estrecho, claustrofóbico. No hay escapatoria; detrás de ellas hay una puerta, claro está, pero no salen de ahí, están quietas muy adelante. Son una aparición, porque no están jugando (no se ven juguetes): sólo permanecen allí como los espantos que son, delimitando territorio. Su territorio. Están donde no debería haber absolutamente nadie. Representan algo más allá que lo convencional. Sigamos viendo por qué.

Los mensajes subliminales son verdaderas construcciones interdisciplinarias, en este caso, entre la Psicología y la Cromoterapia. La Cromoterapia es el estudio de los colores, y de ahí cómo se puede jugar con la significación social de los mismos. Es decir, se supone que socio-culturalmente una niña debe llevar vestido rosa y no celeste. Además, se utilizan en la escena otras disciplinas como la música tensa, que golpea, sobresalta. La banda sonora estuvo a cargo de Wendy Carlos y Rachel Elkind, que se inspiraron en piezas clásicas de Berlioz, Bartók y Penderecki.

Lo subliminal se puede conceptualizar como estímulos conducentes o métodos persuasivos para provocar una determinada finalidad; en este caso, miedo. Es muy utilizado en campañas publicitarias de cualquier índole. Algunos estudios afines los realizaron Vance Packard (The Hidden Persuaders, 1957) y Wilson Bryan Key (Subliminal Seduction, 1973).

¡Yo hubiera jurado que King había escrito sobre las gemelas! Tenía desvirtuados los recuerdos entre libro y película. Kubrick nos va preparando como espectadores. Nos va introduciendo en ese clima de suspenso cuando el niño recorre el hotel en triciclo: el sonido y los ecos de las ruedas de plástico a lo largo de aquellos pasillos solitarios del hotel, a veces ensordecido cuando atraviesa zonas alfombradas, son herramientas cinematográficas que nos producen tensión. Más pedalea la criatura y nosotros más nos estremecemos en nuestros asientos. Podríamos haber anticipado que vendría un sobresalto, pero la imagen nos impacta como si aquellos espectros se nos aparecieran a nosotros mismos, tal es el enfoque de la cámara. Ya desde el paseo en triciclo, la perspectiva es la del pequeño Danny. Nos pone en su lugar. Y él, cada vez que gira hacia un pasillo distinto y desconocido, nos pone la piel de gallina, porque sabemos que Danny ve cosas, ve espíritus y no queremos toparnos de frente con ninguno.

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Otros elementos presentes en la película que no aparecen en el libro son los datos y las imágenes en torno a que antes del hotel había existido allí un cementerio de aborígenes. Esto nos remite a almas en pena, a lugar encantado. Afuera del hotel no hay un jardín de juegos como en el libro, sino un laberinto, representando la confusión, la pérdida de la cordura. Y justamente es allí, en un laberinto nevado, congelado, donde termina la película, quizá como una metáfora de perderse en la propia locura.

 

pablo face 2*Pablo Fabián Vigliano es Licenciado en Comunicación Social. Asiduo lector, su género favorito es el fantástico. Entre sus autores preferidos se encuentran Poe, King, Bradbury, Maupassant. Participa del Taller de Corte y Corrección desde el año 2012.

En FIN ya hemos publicado su artículo “Con las llaves desde lo más alto de la Torre”.

Dos microcuentos

Trabajo

por Luis Cattenazzi*

 

Hizo el llamado y volvió en bicicleta en vez de tomar un taxi. Podrían seguirlo fácilmente por la bahía. Incluso desde la cabaña veía la huella húmeda sobre la arena, evidente como una bala trazadora. Mejor así: hasta acá llegaba su rebeldía, el amor de verano, los días soleados.
Sobre la mesa encontró la nota garabateada en lápiz rouge: “Fui a las dunas, alcánzame después”. Firmaba: “Tu amante”. La desgarró con una sonrisa amarga. Rescató del depósito del inodoro la Beretta. El cargador completo le recordó este primero y último trabajo incumplido.
Se sentó afuera: no tardarían en venir.

 

Pintura de Peregrine Heathcote.

Pintura de Peregrine Heathcote.

 

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*Luis Cattenazzi (Buenos Aires, 1977) es miembro de La Abadía de Carfax. Fue premiado en el XII Concurso Literario Leopoldo Marechal y en el segundo Concurso Anual Internacional de la revista Crepúsculo. Ha publicado cuentos en antologías,  en el diario Perfil y en revista Próxima. En 2011 el Fondo Nacional de las Artes le otorgó el primer premio del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial con su libro de cuentos A ciencia incierta.

 

 

Fatalidad

por Esteban Morin*

 

Venía a buen ritmo. Atrás habían quedado la bahía y el Recodo del Amante; restaban apenas veinte kilómetros de camino de cornisa.
Enrolló el papel con el lápiz y reinstaló la linterna. Estaba cansado, pero no deshecho, y hubiera sido una noche perfecta si no continuara escuchando la voz de sus compañeros con la acusación de rebeldía adolescente fuera de tiempo, de pendejadas de viejo.

—La maniobra es muy difícil de día… imposible de noche —dice el baquiano, señalando a los organizadores el lugar en el que encontró el cuerpo.

 

"Peñiscola", acuarela de José Sánchez.

«Peñiscola», acuarela de José Sánchez.

 

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*Esteban Morin (San Lorenzo, Santa Fe, 1975) es comunicador social. Se gana la vida como consultor en selección y desarrollo de recursos humanos para distintas organizaciones. Trabajó como fotógrafo, periodista, redactor y corrector. Dirige el blog “Mirá bien lo que te digo”. Participa del Taller de Corte y Corrección desde marzo de 2013.

 

 

Contraluces

por Nolberto Malacalza*

 

“Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante,
los atás con ayuda de palabras, perras negras”.

Julio Cortázar, Rayuela

 

 

 

 I

 

Los ciervos de la noche maduran

de luna y monte.

Duermen las lenguas de los pájaros

como verdugos abolidos por el frío.

 

Canje de pedregal por sombra.

Metáfora obstinada en crecer

y crecer en  esta

burbuja preñada de símbolos

hasta que el poema

triza en esquirlas la agonía.

 

Entonces

las perras negras yacen y fecundan

para negar los oficios de la muerte

 

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Ilustración de Andrew Ferez

 

II

 

La vida quiere escabullirse en las palabras

como argonauta  seducido por el oro.

Hay una delación sobre la fuga

mancha de oscuridad pegada al cuerpo

nadie

es capaz de romper

los grilletes de su propia sombra.

 

En algunos poemas el canje es

oscuridad por palabras.

 

Entonces

somos sílabas que viajan

por cauces de verbo iluminado.

 

Cómo encontrarte

en esos laberintos  de la luz

sin un paño de sombra

donde enjugar mi lágrima de ocaso.

 

 

 

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*Nolberto Malacalza ha obtenido, en los últimos once años, setenta y dos primeros premios: diez de ellos son internacionales, incluyendo el premio Platero de Poesía 2008. Publicó Otra sangre (poesía), y el libro de cuentos Rompecabezas.  Recientemente ha sido finalista en el certamen Victoria Ocampo. El presente poema fue ganador del JUNINPAÍS, edición 2006.
En FIN ya hemos publicado sus cuentos «Mejor no decirle nada» y «Hay equipo».

 

Amores burgueses y súplicas de redención

por Germán Masserdotti *

 

El pasado 25 de agosto de 2013, en el bar “El Tano de Arriba” (Av. Díaz Vélez 4492) se llevó a cabo otra velada del Bendita Erato. Se trata de un ciclo organizado por Laura Circe. El primero de sus encuentros fue realizado a mediados del 2009, junto a Karina Sacerdote y Analía Pinto.

En esta ocasión participaron los poetas Gustavo Tisocco, Oscar Perdigón y dos miembros de nuestro TCyC, Mariláu Sánchez y Agustín Mazzini. Ambos fueron presentados por Marcelo di Marco, nuestro querido amigo y maestro común en las aventuras literarias.

Agustín fue el primero de nuestros poetas en compartir sus poemas, que transmitieron al

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auditorio realismo y auténtico sentimiento. Destaquemos algunos versos de las joyas literarias que nos brindó: “Al fin y al cabo, / solamente soy el que te agregó / a su lista de mujeres inalcanzables, / inventando razones que justifiquen / por qué no estamos juntos. / Razones / que no me dejan entristecer / si veo tu belleza renovada / en los gestos premeditados / que les hacés a las cámaras de fotos”. (De “No me digas que no”).

Y después, en “Actriz”, dice en una de sus estrofas: “Nadie sabe que te conservo, Inés / —primer amor de los amores que no suceden—, / con el orgullo de ser el que mejor aprendió a perderte, / sin que hayas sido mía nunca”.

 

Agustín es una rara avis en el mundo literario y a fortiori en el ámbito poético de nuestros días. Su estilo nos resulta directo y concreto, lejos de las abstracciones que suenan a palabras vacías. Los versos citados nos hablan del amor, pero también sabe escribir acerca de los desafíos de la vida, los fracasos y las victorias, los recuerdos juveniles, etc. Joven prometedor, le deseamos que siga cultivando el buen decir y haga rendir el talento que recibió para bien de todos (incluidos los literatos fifí).

Mariláu nuevamente deslumbró con su lectura. Sus poesías calaron hondo en quienes desciframos la vida humana bajo la llave del amor. Poco antes de sentarse, sus nervios pudieron jugarle una mala pasada, pero al pronunciar la primera palabra, los versos comenzaron a fluir naturalmente. Esto me recordó lo que, según relata su hijo, le sucedía a nuestro querido Ástor Piazzolla: hasta hacer sonar las primeras notas de su bandoneón, le transpiraban las manos. Pero una vez en marcha, se disipaban todos sus miedos y comenzaban a escucharse esas melodías tan preciosas.

Como en el caso de Agustín, lo suyo fue bueno y poco, y por esto, dos veces bueno. Su materia preferida nos parece que es el amor, pero un amor que reclama la apertura a la trascendencia. Los versos que siguen son un vitral iluminador de su poesía: “Recítame los antiguos cantares, / cuéntame de tu refugio en la catedral, / de tu discurrir en otros tiempos, / del panteón que aún visitas cuando llega el alba, / desde hace ya mil años / —ese templo custodia el amor mortal / que un día ardió en tu corazón helado—” (De “Fiel discípula”).

En “Los primeros cien años”, el poeta busca una esperanza para la redención:  “Acaso una noche, / vagando por los evos sempiternos, / ya no recuerdes angustias, / y las rosas no mueran en tus manos. / Quizá ya no ardas atravesado de amapolas, / y en un desapacible crepúsculo / oigas por primera vez la voz de Dios, / ese tañido de campanas a lo lejos”.

Nuestras felicitaciones para ella y grande ánimo para seguir escribiendo y recitar.

¡Por muchos más Bendita Erato con la participación de nuestros poetas!

Y también deseo profundamente que los sigamos acompañando en esta empresa de cultivar una poesía que no destruye sino que promete.

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Foto personal*Germán es profesor universitario de Filosofía. Licenciado en Filosofía y Magister en Estudios Humanísticos y Sociales (Universitat Abat Oliba CEU, Barcelona). Traductor en colaboración de obras de Santo Tomás de Aquino. En el ámbito literario, cultiva el género del cuento. Amante del cine y de la música.
Es miembro del TCyC.