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Duplicidades de lo siniestro: No hay una sola forma de morir, de Jorgelina Etze

por Alejandra Vaca*

 

“Un cuento siempre cuenta dos historias”, dice Ricardo Piglia en su Tesis sobre el cuento. Julio Cortázar, en sus Clases de literatura, compara al cuento con una esfera, “la forma geométrica más perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada en sí misma y cada uno de los infinitos puntos de su superficie son equidistantes del invisible punto central”. Cortázar se refiere también a los conceptos de intensidad y de tensión como elementos constitutivos del cuento.

Los relatos que componen No hay una sola forma de morir (Buenos Aires, Pasoborgo, 2013), el primer libro de Jorgelina Etze, cumplen todas estas características: son cuentos compactos, donde nada sobra, donde cada elemento está en función de la construcción de esa esfera perfecta.  La intensidad y la tensión le permiten a la autora lograr el efecto (no confundir con efectismo) esperado en el lector.

Compacto, sin embargo, no significa simple. Los cuentos de Etze cumplen la premisa de “las dos historias”. Bajo la superficie hay algo más, lo no-dicho se filtra por los resquicios de la narración. La aparente sorpresa del final nunca es tal, sino más bien la revelación (la develación) de eso que circulaba en un segundo plano.

Muchos de los cuentos de Jorgelina Etze se codean con el concepto de lo siniestro: lo extraño que se oculta detrás de lo cotidiano, de lo aparentemente “normal”. Lo familiar que progresivamente se enrarece. Campos, playas, balnearios y rutas, poco a poco van mostrando un aspecto oscuro. Los personajes, en principio, son gente común: parejas que salen de vacaciones, gente de campo, mujeres enamoradas. Estos personajes rápidamente se ven obligados a enfrentar situaciones atípicas, espacios que se vuelven hostiles. A veces, son ellos mismos quienes muestran un costado perturbador.

Tapa Jorgelina

En este sentido, podríamos decir que uno de los conceptos que articula los cuentos de No hay una sola forma de morir es el de dualidad. Dualidad de los espacios, dualidad de los personajes. Así, por ejemplo, el personaje de “Epílogo y prólogo de una noche de insomnio” transita entre dos identidades, al igual que el narrador de “El deseo de ser rey”. En “Volviste a ser vos” nos encontramos con un magistral uso del lenguaje (que nos recuerda a Cortázar) para dar cuenta otra vez de la ambigüedad de las identidades. Hay en el libro de Etze identidades perdidas (“Depredador”, “Paria”), falseadas; personajes que no son lo que parecen (“El taller de don Mario”, “Una laucha en un agujero”), que tienen dos caras. Incluso en los relatos más realistas, los personajes se enfrentan a esta duplicidad. El padre de “El hombre que no era” se debate entre quien es y quien fue. La anciana de “Otro programa” añora su pasado (su otra vida) y toma una decisión fundamental al ver su reflejo en el televisor.

La dualidad aparece también respecto a los conceptos de sueño y realidad. Aquí, los límites son difusos, ambos espacios se entremezclan. “La noche se inventó para dormir” juega con estas fronteras hasta disolverlas. En “Mi lugar en el mundo” el relato aparentemente realista va dejando lugar a lo fantástico, el espacio va adquiriendo poco a poco características oníricas. Algo similar sucede en “Balneario Bahía Crest”, un lugar paradisíaco invadido por extraños seres.

En “Las uvas de Severino Roldán”, la vida y la muerte se encuentran en un mismo instante. En este  cuento (que tiene elementos de fábula, de leyenda), la magia aparece para conectar lo real y lo sobrenatural, así como también lo hace en “El pago”.

No hay una sola forma de morir. Hay muertes reales y muertes metafóricas. Muertes causadas por otros y por uno mismo. Hay muertes que se parecen mucho a la vida, vidas que se parecen a la muerte. Probablemente, un buen escritor es aquel que logra que el lector vea y sienta lo que le está contando. ¿Cómo parar en medio de la ruta sin pensar en “Mensajes”? ¿Cómo llevar el auto al mecánico sin inquietarse recordando “El taller de don Mario”? Los personajes de No hay una sola forma de morir tienen la fuerza de traspasar el papel y, aún los menos realistas, la suficiente verosimilitud como para perturbarnos. Con un lenguaje atrapante, Jorgelina Etze nos permite adentrarnos en estos mundos tan parecidos y tan diferentes al nuestro.
 

 

Ale vaca   * Alejandra Vaca es Profesora y Licenciada en Letras. Trabaja como profesora de español para extranjeros. Participa del taller literario El aleph (con Marcelo Di Marco) y de Arjé, la escuela de dramaturgia de Cecilia Propato. Es parte del Taller para coordinadores de grupos de escritura, dictado también por Marcelo. Su cuento “Tan verdadero como un amanecer” ganó  el Tercer Premio del concurso Honorarte 2011.  Obtuvo una Mención de Honor en el concurso literario Emilio Salgari 2012 con su cuento “Babel”, y también  en el concurso de poesía Paco Urondo 2011. Su relato “Cacería” resultó finalista del concurso UrbandinaTinta Fresca 2010.  Fue finalista en el concurso  Mujeres Poeta Internacional y su poema fue incluido en la antología Yo soy mujer, editada por Lulu. Publicó el cuento “Sala de espera” en la revista Susana de enero de 2013.

 

 

 

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