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TCyTRIVIA: Eso existe

taller-de-corte-y-correccion-debols-de-di-marco-marcelo_MLA-O-3021180299_082012«Imagínense en la mañana de un sábado cualquiera, solos en casa. Llueve, y parece que el tiempo seguirá así por un buen rato. Han desayunado sin apuro, no hay ningún compromiso en todo el día. Por la ventana les llega el rumor de algún auto y del agua que cae sin parar. Miran la gris claridad de la calle y el brillo de la lluvia en los charcos. Alguien cruza corriendo, dobla la esquina y se pierde de vista. Aparte de ese intrépido, nadie más se ha atrevido a salir. Y ustedes tampoco piensan hacerlo. Todavía queda aroma a pan tostado y café, y no quieren irse de la cocina. Les gusta que el momento siga durando. No pueden explicarse tanta felicidad. Simplemente, sucede.
Pero notan que también hay algo más.
Algo que despunta adentro de uno. Al principio es una sensación incierta, casi imperceptible.
Lentamente, empiezan a comprender. Tal vez éste no sea un sábado como cualquier otro.
Eso está despertando. Lo sienten. Lo han sentido más de una vez, y aprendieron a reconocerlo.
Eso.
Es lo mismo que hoy les pasa a García Márquez, a Bioy, a la vecina de acá a la vuelta, que escribe versos.
Eso.
Lo mismo que vivieron Safo, Goodis, Dante, Unamuno, Perlongher, cada vez que los torbellinos de sus almas no querían dejarlos en paz.

– Vuelen al escritorio. Larguen todo inmediatamente, ya tendrán tiempo de prepararse otra taza de café.

– Liberen Eso. Escriban lo que sea, lo que se les ocurra en este momento de gracia.

[…] Eso busca romper la jaula, pronto será un aullido imparable.
Estén ahí, para cuando Eso pase».

(Marcelo di Marco, Taller de corte & corrección, Sudamericana, 5ta. edición en 2010).

 

Hoy publicamos a los ganadores, Eduardo Poggi y Pablo Vigliano, primero y segundo puesto, respectivamente. Que los disfruten.

 

Eso existe con acción

por Eduardo Poggi*

 

Terminó de leer la consigna 38 de TC&C, y las palabras se le pegaron a la piel.
Se le encarnaron y dejó de ser él mismo. Siempre le sucedía: las palabras se le desnudaban, le pedían caricias. Y él se imaginaba en una orgía de palabras y se dejaba caer en la profundidad del placer, del orgasmo.
Aparecían imágenes conocidas: arrellanado en su sillón de espaldas a la puerta y acariciando el terciopelo verde frente al ventanal que en este caso miraba hacia una playa, no hacia el parque de los robles como en el cuento de Cortázar. O aquella otra escena, de noche, cuando corrió y corrió por la playa y entró en su casa y cerró la puerta con doble vuelta de llave. ¡Qué hermosa idea! Podría escribirla así: “La agitación de la huida lo obligó a sentarse en su sillón, frente a los ventanales, convencido de haber burlado a su perseguidor. A través de los amplios vidrios, miró los nubarrones y los relámpagos de la tormenta gestándose sobre el mar. La imponencia de la tempestad lo sobrecogió, pero ya no lo seguía. Oyó el gemido del viento que provocaba el vuelo de la espuma blanca de las olas. Olió la salinidad del ambiente. Un ruido a sus espaldas, estalla un rayo, y una luz ilumina la habitación. Se para y camina hasta la ventana y se asusta cuando ve venir a un hombre con el brazo en alto, empuñando un cuchillo. Se refriega los ojos. Y se da cuenta de que el hombre es un reflejo que se agranda. Y entiende que, cuando ese reflejo se acerque a su atacante, él sentirá la hoja incrustada en su espalda. Y siente eso que es el primer paso hacia la muerte: miedo”.
Sí, se dice, la idea funciona: posee una preciosa complicidad con el lector, diría Borges.
Pero, como siempre le sucede, se le impone el Salieri de Amadeus. El Salieri capaz de aferrarse a la traición para eliminar al impertinente Mozart. El Salieri que reconoce que su vocación es grande, pero el don para ejercerla le pertenece al otro.
Y ya sea por miedo, por no poseer la gracia para desarrollar su talento, o por simple pereza, él coloca el señalador en la página 71 del libro, lo cierra, y lo apoya al lado de la hoja en blanco. Y la mira.
Impotente.
Derrotado.

 

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* Eduardo Poggi nació en 1945, en la Ciudad de Buenos Aires. Integra La Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía. Colaborador de FIN y Axolotl, algunos de sus cuentos y cuadros fueron publicados por Axxón, BNTB, elaleph, Ficciones Argentinas, Literareafantástica, NM, QI, Axolotl y el suplemento cultural del diario Perfil. Alterna su pasión por las letras con la pintura y la composición musical. Su novela Razones de un homicidio fue publicada por capítulos en su blog Letras, colores y sonidos. El libro de cuentos Terminar con todo aún permanece inédito.

 

Con las llaves desde lo más alto de la Torre

por Pablo Vigliano*

 

Esta mañana miré la vidriera de la librería Yenny, y me impacté con El viento por la cerradura – La Torre oscura VIII, de Stephen King. Me movilizó más ver su nombre que esta octava entrega de su magnum opus en sí misma, porque nunca llegó a atraparme tanto como sí lo hicieron sus otras novelas, las del primer Stephen King. Y me pregunté el porqué. ¿Qué necesito para espiar por esa cerradura? ¿Qué misterios se esconderán del otro lado?
Soy un apasionado de King desde mis 13 años. Ahora tengo 30. En mi caso, sus novelas significaron mi llave a la literatura, lisa y llanamente. De chico, me gustaba la colección de Elige tu propia aventura; Arthur Conan Doyle con su Sherlock Holmes; Agatha Christie con su Hércules Poirot, Ray Bradbury con sus marcianos, y me gustaba ver películas. Y una noche vi en HBO La mitad siniestra. Quedé asombrado y fascinado por el tratamiento argumental de la historia y, por supuesto, ¡aterrado!
¡Yo no sabía quién era King! Así que me enteré en una librería (y no por Google, que ni existía) de que era el de Cementerio de animales, tal como me lo dijo el librero: otra película con la que no había podido dormir.
Así empezó todo. ¿Cómo soltar a King si desde los 13 uno lee El resplandor, Carrie, Cujo, Misery, todas novelas brillantes?
Leí It, una de las mayores obras de Stephen King y de la literatura contemporánea. Una novela muy ambiciosa sobre el ser humano: la infancia, la amistad, la amistad a través de los años, los fantasmas internos, esos que son los peores que existen y que tanto apasionan a King y que tanto drama causan, y también los fantasmas externos. Una novela para no dormir… ¡y que asusta! “Los monstruos son reales y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y a veces ganan”: lo dijo el propio Stephen King.
En estos años en los que están de moda los mundos fantásticos y las aventuras épicas, Stephen King sigue apostando  a ganarse lectores con La Torre Oscura, y no sólo adolescentes, sino de todas las edades. King va por más. Nos invita a asomarnos a su obra, a echarle al menos un vistazo, a lanzarnos a la aventura y a enfrentar nuestros propios miedos.
Warner Bross prepara una trilogía en cine y una serie de TV. Aunque el proyecto se cae tantas veces como renace inmediatamente de nuevo, la idea sigue en pie. Firme.
Firmes también avanzan los rodajes (remake) de It y Carrie. Entonces tal vez algún adolescente de 13 años mire estas películas y quede asombrado y fascinado por el tratamiento argumental de estas historias. Y, por supuesto, aterrado. De pronto quizá necesite espiar por la cerradura de la Torre hacia todo el universo que allí se encuentra. Y tal vez consiga la llave para encontrarse con It, El resplandor, Cementerio de animales… y toda la eterna y maravillosa obra de King.

 

pablo 2*Pablo Fabián Vigliano es Licenciado en Comunicación Social, Especialización Periodismo, de la Universidad Nacional de La Plata. Publicó entrevistas a personajes famosos, artículos sobre turismo y espectáculos para las revistas New Time y Nuevos Rumbos, de la empresa Flecha Bus. En Rosario publicó investigaciones periodísticas e informes de actualidad para los semanarios informativos ADN, Más 7 y sitios web.

 

 

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