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La ceguera de Montresor

por Sebastián Campanello*

 

¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo?

Edgar Allan Poe,  «El gato negro»

 

 

De todos los sentidos, el que más le interesa a Poe es el de la vista. A través de ella el horror se instala en sus cuentos. Para que esto sea posible es necesaria cierta clase de temperamento, no basta con tener un par de ojos. Los personajes que compone Poe están dotados de una capacidad de percepción asombrosa, fuera de lo común, que les permite ver lo que se oculta bajo el velo de la cotidianeidad, apreciar la Belleza y el Horror, pero sobre todo esto último. Por otra parte, las impresiones que reciben del entorno estimulan una sensibilidad ya de por sí exacerbada, a la que a veces se intenta —sin éxito— embotar por medio del alcohol y del opio. Esta característica define la subjetividad de los personajes. No son en lo absoluto individuos corrientes, y tienen plena conciencia de su peculiaridad, rasgo que comparten con su creador.

Como en todo, hay sin embargo una excepción. En “El barril de amontillado” Montresor ha jurado vengarse de su amigo Fortunato, quien lo injurió gravemente. Planea con paciencia su crimen, del que debe salir impune y a la vez arreglárselas para que su víctima sepa quién lo está castigando, y por qué. La providencia se muestra favorable a los designios del protagonista y coloca a Fortunato a su merced. Mientras ejecuta su terrible venganza, Montresor no demuestra la menor animosidad, sino apenas una fría resolución. Tampoco parece horrorizado por lo que está haciendo; en todo caso, es el lector quien experimenta el horror en toda su magnitud. Al vengador nada lo conmueve: ni el escenario lúgubre en donde se desarrollan los hechos, ni el alcance de su propia maldad. Lo único que cuenta para él es limpiar su honor. Y de la manera más siniestra.

Y así Montresor avanza en la historia, imperturbable. Al comportarse de esta forma se distancia radicalmente de las otras criaturas de Poe: Montresor es ciego y por lo tanto inmune al horror que él mismo crea.

Hacia el final del relato, no obstante, la máscara de Montresor parece rajarse, al menos por un instante: me refiero a la escena en la que Montresor contesta los alaridos de Fortunato y los supera en potencia. Aquí es donde podemos ver el genio de Poe, quien, mediante un procedimiento elíptico, nos muestra una panorámica del abismo en donde se precipita el alma del protagonista.

 

*Sebastián Oscar Campanello tiene 39 años y escribe desde los 11. Actualmente cursa la carrera de Traductor en Inglés en el Lenguas Vivas.
Su primera experiencia fue reescribir la trama de una película de Roman Polansky, The Fearless Vampire Killers. Para él, ver este film fue como presenciar el descenso del hombre en la Luna.

 

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  1. […] * Sebastián Oscar Campanello tiene 40 años y escribe desde los 11. Actualmente cursa la carrera de Traductor en Inglés en el Lenguas Vivas. Su primera experiencia fue reescribir la trama de una película de Roman Polansky, The Fearless Vampire Killers. Para él, ver este film fue como presenciar el descenso del hombre en la Luna. En FIN ya hemos publicado su artículo “La ceguera de Montresor”. […]

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