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Mejor no decirle nada

por Nolberto Malacalza*

 

Hombre de pocas palabras, don Justiniano.  Todos lo apreciamos mucho y creo que soy su mejor amigo, pese a que me lleva más de veinte años. Por eso entendí su pena  cuando se le fue también Rosita, la menor. El hombre dejó de conversar con la gente y empezó a saludar con una mueca, acompañada por el movimiento casi imperceptible de la mano. Desde entonces no hubo quien le sacara una respuesta que no fuese “Ajá” o “No sé, no tengo noticias”.
Su hijo varón, después de cumplir con el servicio militar, se había enganchado en el ejército. Por allá andaba el cabo Sosa, de un destino en otro. “Mejor así, después de todo”, me confió el viejo. Las malas juntas  habían sido la peor escuela para Juanju: esos muchachos mal entretenidos se lo pasaban visteando de manos, para divertirse, y a veces se agarraban en serio. Tendrían trece o catorce cuando ya todos andaban calzados. Pensaba que, de no haberse ido, Juanju habría terminado mal.
Ahora lo preocupaban las hijas. Don Sosa desconfiaba del novio de Erlinda, la mayor, un barbudo que llegaba siempre con papeles y a cualquier hora. Me confió que le advertía una y otra vez a la hija sobre los peligros del momento, que había que cuidarse hasta de hablar con desconocidos.  “Mucho no leo pero algo escucho —le decía—, y me parece que la situación está fea.  Ni sabés quién es ese hombre. No es de acá. A ver si está metido en cosas sucias y caés en la volteada”. Sin embargo, la única respuesta de Erlinda era“Y vos qué sabés”.
Con ganas de seguir descargando el entripado, también me dijo que alcanzó a ver una revista medio desparramada debajo del aparador. La levantó, leyó poco y entendió menos. “Había fotos de gente armada —me contó—; se decían cosas sobre un tal Mao y también nombraban a otro, de apellido Santucho, que había sido asesinado por los militares. Volví a poner la revista donde la había encontrado y no pregunté nada”.
Una noche le pareció que habían llamado a la ventana de Erlinda.  No estaba seguro y se quedó en la cama, escuchando. Al notar un débil ruido proveniente de la cocina, un ruido de picaporte, se levantó y alcanzó a ver que ella tenía un bolso en la mano, cerraba despacio y se iba, una vez más, con el barbudo. No volvería a verla. A veces la sueña así, como tapiada por la puerta.
Por entonces Rosita, la única hija que había quedado en la casa, parecía estar conforme viviendo con su padre. O eso  creía don Justiniano. A los trece la chica ya cocinaba, lavaba la ropa, barría el piso de ladrillos. Casi no recordaba a su mamá: no tenía tres años cuando ocurrió la desgracia. “Entonces la Rosita fue mi consuelo”, recordaba don Sosa. “Ella se reía mucho cuando mis dedos le caminaban por el bracito, le subían a la cabeza y le revolvían el pelo.”
Pasado cierto tiempo, Rosita empezó a cambiar. De eso se daban cuenta todos. Las formas de mujer, cada vez más insinuadas, parecían apagarle el candor y la alegría. De vez en cuando salía para el lado de la  estafeta  y volvía con  sobres que el viejo nunca podía ver. Ella se negaba a mostrárselos y a decirle quién se los enviaba. Han de ser cartas de Erlinda, sospechaba don Justiniano, pero Rosita respondía con un  no,  a veces seguido por algún reproche como  “Olvidate de ella, ¿querés?” o “No jodas más, papá”.
Ya se imaginaba en soledad, don Sosa. También él se daba cuenta de que la hija había cambiado, que podría levantar vuelo en cualquier momento. Solía despertar sobresaltado, sospechando la fuga. Hasta que un lunes, cerca de las nueve de la mañana, Rosita le dijo algo que le cayó como un sopapo:
—Me voy, papá. Esta porquería de tapera que tanto te gusta es toda tuya. Ah… son los recuerdos. Decime qué carajos hago yo con los recuerdos. El mundo es otra cosa, papá. Otra cosa que vos no entendés.

"Anciano en pena (En el umbral de eternidad)", Van Gogh, óleo sobre lienzo.

«Anciano en pena (En el umbral de eternidad)», Van Gogh, óleo sobre lienzo.

“No supe si pegarle o llorar”, me contó el viejo. Sin un beso, sin un gesto de cariño, Rosita había dado media vuelta y se había ido. Desde entonces don Justiniano quedó solo, hablando con el perro. Ninguna risa en la casa, ninguna voz. Extrañaba hasta los agravios de las hijas. Contemplaba el  almanaque de Molina Campos,  encendía leña fina en el brasero… El brasero y la pava fueron para él una cuerda de salvación. Lo he visto  debajo del paraíso, ensimismado, probando la temperatura del agua con el dedo, sin notar que me tenía a mí enfrente. Muchas veces lo encontré aferrado al mate, como si esa calabaza fuese la vida, mientras con la otra mano le rascaba la cabeza al perro. Decía que eso le traía recuerdos de tiempos  mejores.

En qué andarán las muchachas de don Sosa, se preguntaba la gente. Las dos eran muy lindas y no faltaban comentarios zumbones. En el vecindario nadie entendía de política, aunque desde el golpe militar las cosas parecían estar mal o, peor aún,  no se sabía cómo estaban. Habían matado a pobres vigilantes y a soldados de guardia. Más que por las chicas, don Sosa estaba preocupado por el hijo militar. Para que el hombre no entrase en la desesperación si le ocurría algo a Juanju, yo le hacía comentarios como al pasar. Le decía que los jefes militares no se quedaban atrás. Que en las ciudades grandes, la gente buscaba familiares que habían desaparecido. Algunos —se comentaba—  fueron sacados de sus casas en paños menores. ¿Las chicas? No, don Sosa, no se preocupe. Ellas se fueron por su voluntad, en busca de algo mejor. Hay que entenderlas. No, seguro que no se han olvidado de usted. Pienso que le han escrito más de una vez,  pero dicen que ahora los de Inteligencia abren las cartas y dejan llegar unas pocas. Tarjetas de navidad, esas tonterías. ¿Por qué se llevaron a esas personas? Y… vaya a saber en qué andarían. ¿Mujeres? No creo que hayan arrestado mujeres, don Justiniano. Alguna puede ser, alguna intelectual de esas que quieren poner al mundo patas arriba. ¿Qué hacen los familiares? Preguntan en las comisarías, pero siempre les dicen que no saben nada.  Los mandan a los cuarteles y allí los jefes los reciben, se disculpan por la amansadora y los invitan con café, pero lo único que hacen es tenerlos en vueltas hasta que se cansan. Menos mal, don Justiniano, que en este pobrerío nunca pasa nada…

Tiempo después, llegó a mis manos algo que lo haría sentir orgulloso. Allí estaba la foto de Juan Justiniano Sosa, ya cabo primero y ahora ascendido a sargento “por la profesionalidad y valor demostrados en defensa de los altos intereses de la patria”. Los subversivos, responsables de la muerte de un militar de alto rango, ya escapaban por la boca de un túnel. Pero el valiente suboficial había pateado la puerta y, rodando sobre sí mismo, los había ametrallado.
Lo que supe hace pocos meses, de muy buena fuente, morirá conmigo. O lo callaré hasta que muera don Sosa. Me aseguraron que  el capitán  hizo llamar a Juanju para que viese las primeras fotos de esos enemigos abatidos por él. Y que al reconocer a dos de los cadáveres, el suboficial se metió el caño del arma en la boca y apretó el gatillo.

 

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*Nolberto Malacalza ha obtenido, en los últimos once años, setenta y dos primeros premios: diez de ellos son internacionales, incluyendo el premio Platero de Poesía 2008. Publicó Otra sangre, poesía (premio publicación JUNINPAÍS 2006), y el libro de cuentos Rompecabezas, con contratapa de Marcelo di Marco. Tiene en preparación otros dos libros, uno de cada género. En su región ha obtenido distinciones por trayectoria literaria.
El presente cuento fue premiado por la Fundación Victoria Ocampo.

 

Un debut en el Colón

 por Marcelo di Marco

 

A Florencia y Marina, dieciocho años después.

 

HANSELGRETELCuando Hansel y Gretel empujaron a la maldita bruja dentro del horno, todos los chicos aplaudieron como locos. Y los aplausos resonaron junto con la orquesta en los rincones del grandioso teatro.

Yo también aplaudí, y no sólo porque me encanta que a los malos les vaya como se merecen. Simplemente, la música de Engelbert Humperdinck me había hecho olvidar de que estaba sentado en la segunda fila de la galería de nuestro querido, nuestro glorioso Teatro Colón.

Fue en 1994, y no se trataba de una tarde cualquiera. Era la primera vez que Nomi y yo llevábamos a la ópera a nuestras dos mellizas, Florencia y Marina. Quién pudiera, como ellas, entrar en el Teatro Colón a los cuatro años. Quién pudiera, como ellas, “estrenarse” en el Teatro Colón con una de las más hermosas obras que se hayan compuesto nunca.

Al mirar a mis nenas, descubrí que también ellas habían sido encantadas por Hansel y Gretel.

Y por algo más.

Quien lo probó, lo sabe: la primera ópera escuchada en vivo, tenga la edad que se tenga, marca para siempre. Traspuesto el umbral, dejados atrás los esplendores de la entrada del edificio, uno ya no es un simple “oyente”. Palpita el encuentro con el arte —un arte de siglos— sólo por caminar por los pasillos de oro y rojas colgaduras rumbo a su ubicación. Uno sabe que el tiempo se ha interrumpido, que el espíritu del teatro lo está envolviendo con su magia centenaria. Bienaventurados quienes conocieron el vértigo de ver la sala allá abajo, desde las alturas. Por algo le dicen “Paraíso”…

Después, el tacto del terciopelo de la butaca, el oscurecimiento paulatino de las luces, la entrada del director en medio de la penumbra, el saludo de los aplausos de la multitud de fieles. Y el primer acorde. Y el corazón que se abre a la dicha gracias a que un poco de cielo baja para cada uno.

Yo debuté con una ópera formidable cuyo título, siguiendo una tradición operófila, no me atrevo a consignar aquí —los que saben, saben; sólo diré que tal título contiene la palabra Forza y que la obra fue compuesta por el genial Giuseppe Verdi—. Fue en 1972. También debutaba ese día en el Colón un jovencito que prometía bastante, un tal Plácido Domingo.

Pero vuelvo a la primera vez de mis nenas, a ese susurrante final de Hansel y Gretel, después que la casa siniestra estalló en humo y fragmentos de dulce junto con la música en medio del escenario. Lentamente, las luces de la inmensa araña de la cúpula comenzaron a encenderse. Al principio, eran apenas puntitos vivos en la oscuridad. Después, el teatro mostró a plenitud de oro y luz todo su rojo brillo, sus mármoles, sus cortinados y vitrales. El coro de los niños que, liberados por Hansel y Gretel, habían surgido de entre las ruinas de la casita de chocolate, subía y subía en nuestros corazones a medida que la luz lo inundaba todo. Y cuando la orquesta hacía sonar despacito los últimos momentos sublimes, se me ocurrió que aquel era un instante único. Que le estaba dando a mi familia lo mejor que podía darle. Que vivir aún valía la pena, si se vivía en el arte y para el arte. Que ese coro conmovedor bien podría alguna vez ser cantado en perfecta armonía por todos y cada uno de los hombres del mundo.

Perdón por el exceso de candor. Sucede que todo es posible esa primera vez.

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Teatro Colón

TCyTRIVIA: Eso existe

taller-de-corte-y-correccion-debols-de-di-marco-marcelo_MLA-O-3021180299_082012«Imagínense en la mañana de un sábado cualquiera, solos en casa. Llueve, y parece que el tiempo seguirá así por un buen rato. Han desayunado sin apuro, no hay ningún compromiso en todo el día. Por la ventana les llega el rumor de algún auto y del agua que cae sin parar. Miran la gris claridad de la calle y el brillo de la lluvia en los charcos. Alguien cruza corriendo, dobla la esquina y se pierde de vista. Aparte de ese intrépido, nadie más se ha atrevido a salir. Y ustedes tampoco piensan hacerlo. Todavía queda aroma a pan tostado y café, y no quieren irse de la cocina. Les gusta que el momento siga durando. No pueden explicarse tanta felicidad. Simplemente, sucede.
Pero notan que también hay algo más.
Algo que despunta adentro de uno. Al principio es una sensación incierta, casi imperceptible.
Lentamente, empiezan a comprender. Tal vez éste no sea un sábado como cualquier otro.
Eso está despertando. Lo sienten. Lo han sentido más de una vez, y aprendieron a reconocerlo.
Eso.
Es lo mismo que hoy les pasa a García Márquez, a Bioy, a la vecina de acá a la vuelta, que escribe versos.
Eso.
Lo mismo que vivieron Safo, Goodis, Dante, Unamuno, Perlongher, cada vez que los torbellinos de sus almas no querían dejarlos en paz.

– Vuelen al escritorio. Larguen todo inmediatamente, ya tendrán tiempo de prepararse otra taza de café.

– Liberen Eso. Escriban lo que sea, lo que se les ocurra en este momento de gracia.

[…] Eso busca romper la jaula, pronto será un aullido imparable.
Estén ahí, para cuando Eso pase».

(Marcelo di Marco, Taller de corte & corrección, Sudamericana, 5ta. edición en 2010).

 

Hoy publicamos a los ganadores, Eduardo Poggi y Pablo Vigliano, primero y segundo puesto, respectivamente. Que los disfruten.

 

Eso existe con acción

por Eduardo Poggi*

 

Terminó de leer la consigna 38 de TC&C, y las palabras se le pegaron a la piel.
Se le encarnaron y dejó de ser él mismo. Siempre le sucedía: las palabras se le desnudaban, le pedían caricias. Y él se imaginaba en una orgía de palabras y se dejaba caer en la profundidad del placer, del orgasmo.
Aparecían imágenes conocidas: arrellanado en su sillón de espaldas a la puerta y acariciando el terciopelo verde frente al ventanal que en este caso miraba hacia una playa, no hacia el parque de los robles como en el cuento de Cortázar. O aquella otra escena, de noche, cuando corrió y corrió por la playa y entró en su casa y cerró la puerta con doble vuelta de llave. ¡Qué hermosa idea! Podría escribirla así: “La agitación de la huida lo obligó a sentarse en su sillón, frente a los ventanales, convencido de haber burlado a su perseguidor. A través de los amplios vidrios, miró los nubarrones y los relámpagos de la tormenta gestándose sobre el mar. La imponencia de la tempestad lo sobrecogió, pero ya no lo seguía. Oyó el gemido del viento que provocaba el vuelo de la espuma blanca de las olas. Olió la salinidad del ambiente. Un ruido a sus espaldas, estalla un rayo, y una luz ilumina la habitación. Se para y camina hasta la ventana y se asusta cuando ve venir a un hombre con el brazo en alto, empuñando un cuchillo. Se refriega los ojos. Y se da cuenta de que el hombre es un reflejo que se agranda. Y entiende que, cuando ese reflejo se acerque a su atacante, él sentirá la hoja incrustada en su espalda. Y siente eso que es el primer paso hacia la muerte: miedo”.
Sí, se dice, la idea funciona: posee una preciosa complicidad con el lector, diría Borges.
Pero, como siempre le sucede, se le impone el Salieri de Amadeus. El Salieri capaz de aferrarse a la traición para eliminar al impertinente Mozart. El Salieri que reconoce que su vocación es grande, pero el don para ejercerla le pertenece al otro.
Y ya sea por miedo, por no poseer la gracia para desarrollar su talento, o por simple pereza, él coloca el señalador en la página 71 del libro, lo cierra, y lo apoya al lado de la hoja en blanco. Y la mira.
Impotente.
Derrotado.

 

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* Eduardo Poggi nació en 1945, en la Ciudad de Buenos Aires. Integra La Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía. Colaborador de FIN y Axolotl, algunos de sus cuentos y cuadros fueron publicados por Axxón, BNTB, elaleph, Ficciones Argentinas, Literareafantástica, NM, QI, Axolotl y el suplemento cultural del diario Perfil. Alterna su pasión por las letras con la pintura y la composición musical. Su novela Razones de un homicidio fue publicada por capítulos en su blog Letras, colores y sonidos. El libro de cuentos Terminar con todo aún permanece inédito.

 

Con las llaves desde lo más alto de la Torre

por Pablo Vigliano*

 

Esta mañana miré la vidriera de la librería Yenny, y me impacté con El viento por la cerradura – La Torre oscura VIII, de Stephen King. Me movilizó más ver su nombre que esta octava entrega de su magnum opus en sí misma, porque nunca llegó a atraparme tanto como sí lo hicieron sus otras novelas, las del primer Stephen King. Y me pregunté el porqué. ¿Qué necesito para espiar por esa cerradura? ¿Qué misterios se esconderán del otro lado?
Soy un apasionado de King desde mis 13 años. Ahora tengo 30. En mi caso, sus novelas significaron mi llave a la literatura, lisa y llanamente. De chico, me gustaba la colección de Elige tu propia aventura; Arthur Conan Doyle con su Sherlock Holmes; Agatha Christie con su Hércules Poirot, Ray Bradbury con sus marcianos, y me gustaba ver películas. Y una noche vi en HBO La mitad siniestra. Quedé asombrado y fascinado por el tratamiento argumental de la historia y, por supuesto, ¡aterrado!
¡Yo no sabía quién era King! Así que me enteré en una librería (y no por Google, que ni existía) de que era el de Cementerio de animales, tal como me lo dijo el librero: otra película con la que no había podido dormir.
Así empezó todo. ¿Cómo soltar a King si desde los 13 uno lee El resplandor, Carrie, Cujo, Misery, todas novelas brillantes?
Leí It, una de las mayores obras de Stephen King y de la literatura contemporánea. Una novela muy ambiciosa sobre el ser humano: la infancia, la amistad, la amistad a través de los años, los fantasmas internos, esos que son los peores que existen y que tanto apasionan a King y que tanto drama causan, y también los fantasmas externos. Una novela para no dormir… ¡y que asusta! “Los monstruos son reales y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y a veces ganan”: lo dijo el propio Stephen King.
En estos años en los que están de moda los mundos fantásticos y las aventuras épicas, Stephen King sigue apostando  a ganarse lectores con La Torre Oscura, y no sólo adolescentes, sino de todas las edades. King va por más. Nos invita a asomarnos a su obra, a echarle al menos un vistazo, a lanzarnos a la aventura y a enfrentar nuestros propios miedos.
Warner Bross prepara una trilogía en cine y una serie de TV. Aunque el proyecto se cae tantas veces como renace inmediatamente de nuevo, la idea sigue en pie. Firme.
Firmes también avanzan los rodajes (remake) de It y Carrie. Entonces tal vez algún adolescente de 13 años mire estas películas y quede asombrado y fascinado por el tratamiento argumental de estas historias. Y, por supuesto, aterrado. De pronto quizá necesite espiar por la cerradura de la Torre hacia todo el universo que allí se encuentra. Y tal vez consiga la llave para encontrarse con It, El resplandor, Cementerio de animales… y toda la eterna y maravillosa obra de King.

 

pablo 2*Pablo Fabián Vigliano es Licenciado en Comunicación Social, Especialización Periodismo, de la Universidad Nacional de La Plata. Publicó entrevistas a personajes famosos, artículos sobre turismo y espectáculos para las revistas New Time y Nuevos Rumbos, de la empresa Flecha Bus. En Rosario publicó investigaciones periodísticas e informes de actualidad para los semanarios informativos ADN, Más 7 y sitios web.

 

 

Cuando la belladona florece

por Mariláu Sánchez

 

Perdida entre juguetes

 

¿Cómo fue que esta pena logró vencer
las maquinarias del tiempo
de las que nada escapa?
La mañana abre su ventana de cielo
y me susurra: Todo lo que quisiste
se ha marchado.
Todos se han ido,
¿no es verdad que vuelves a llorar,
otra vez,
con lágrimas viejas?
Hasta la última astilla de tu caballo balancín
ha devenido en helado puñal.

Sí, mientras todo se fue despojando en silencio,
mi alma coleccionó antiguos resplandores,
fotografías en el relicario de la memoria:
el caballo con perfume de pino
—aquel que una vez talló papá bajo la tarde de un verano—,
la muñeca a la que siempre le faltó un ojo,
la casa de una infancia tramada con amuletos,
alquimias y secretos del este de Europa,
un jardín en el que todavía por las noches
contemplamos con mi madre —ella desde otro cielo—
las estrellas,
la puerta tranquera por la que una vez, hace ya mucho,
entró mi primer amor.

Y volveré a casa
una y otra vez,
bajo antiguos hechizos,
a rescatar a mi caballo,
a ver cómo se vuelven a erguir los rosales,
cómo se encastran de nuevo —como piezas del Rasti—
las paredes derrumbadas.
Volveré a reconquistar aquello que amé demasiado.

¿Estaré a tiempo todavía?
Porque de algo estoy segura:
mi caballo seguirá balanceándose de soledad,
partiéndose en más astillas-puñales
hasta el infinito.
Hasta el fin del mundo.

 

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«Caballos de Neptuno», de Johnny Palacios Hidalgo. Óleo sobre lienzo, 2011.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando la belladona florece

 

Temblando entre la noche velada,
intuyo el acecho de la bestia.
¿Vendrá?
¿Vendrán los colmillos
desde el valle sombrío,
la piel ardiente que palpita?
Y el espejo me devuelve una muñeca
por siempre maldita.
Desde su eterno y negro tanatorio,
se relame entre tinieblas:
brilla una perla roja
en la palidez de las comisuras,
los ojos muerden
el aire y las lágrimas.
Espejito, espejito:
¿quién es en la tierra
de todas la más perra?

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«Caperucita y el lobo», ilustración de Juan Pablo Ropa, 2011.

Y la noche se coagula en cristal y mercurio,
y el espejo escupe un lobo,
un vampiro,
un espectro.
La luz de la luna es
apenas una honra fúnebre,
el último llamado para el licántropo.
¿Se cumplirá la leyenda?
¿El lobo se devorará
a la más bella de las no-muertas?

Y sigo esperando desde estos jirones
de azogue y de sangre.
¡Luna, luna de cuernos de azufre,
esta noche no invoques a la bestia!

Quién es quién en el Taller de Corte y Corrección

Hoy responde…

 

pablo

 

 

Pablo Forcinito

 

 

 

¿Cuáles son tus autores preferidos en literatura, cine y música?

Cine, literatura, música. ¿Animarme a elegir cuáles son mis autores favoritos? Lo intentaré, claro.
Howard Hawks, Sergio Leone, Cristopher Nolan y el interminable Clint Eastwood son cuatro de los directores que integran mi olimpo privado en materia cinematográfica. De ellos diré que (por más sencillo o complejo que sea el argumento a desarrollar) son tipos que saben contar historias, que se atreven a todo y que nunca aburren. Son maestros a la hora de construir personajes verdaderamente complejos, tensionados por cuestiones morales y psicológicas. De la filmografía de cada cual, citaré mi peli favorita. Río Bravo (Howard Hawks, 1959), Érase un vez en el Oeste (Sergio Leone, 1968), Río místico (Clint Eastwood, 2003) y Batman: el caballero de la noche (Cristopher Nolan, 2008).
En cuanto a mis escritores favoritos, el primero en el que pienso es Virgilio. En su Eneida abreva toda la tradición literaria de la Grecia clásica, y aún hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo una obra de vanguardia. Salvatore Quasimodo (Virgilio había nacido en la provincia de Mantua, al norte de lo que hoy es Italia; Quasimodo al sur, en la isla de Sicilia) es otro poeta que considero fundamental en mi vida como lector y escritor. Continuando con los poetas, siempre me gusta mencionar a Pedro Mairal (también cuentista y novelista), que en parte de mi adolescencia me conmovió profundamente con Tigre como los pájaros, su primer libro de poesía. Y si de narradores se trata, pienso en Stephen King, un autor que en sus mejores libros (Misery, IT, The Green Mille) es capaz de tener atrapado al lector a los largo de setecientas páginas o más. Clive Barker es otro que la rompe con sus barrocas pesadillas hechas literatura. También tengo la necesidad de mencionar a Saki, y en particular su cuento «Sredni Vashtar», uno de mis preferidos desde siempre. De «La pata de mono», de Jacobs, aún resuenan en mi memoria los golpes dados a la puerta por ese hijo que vuelve de la muerte.
En relación a la música, comenzaré de nuevo con italianos: Giussepe Verdi y Giacomo Puccini: Rigoletto, La Traviata y Otello; La Boheme, Tosca y Madame Butterfly son algunas de las óperas que llevo en il mio cuore. El metal es otro género que, aunque tardé en descubrir, hoy puedo decir que ha logrado atraparme. Megadeth me vuela el peluquín con sus melodías siempre bien ejecutadas y sin excesos de dramatismo. Painkiller, de Judas Priest, es un álbum fascinante, con un Rob Halford en su mejor momento.

¿Qué libro/s estás leyendo en este momento?

En estos momentos estoy leyendo Mono y esencia, de Huxley: una novela post apocalíptica y distópica mil por mil. Aunque escrita en 1948, es sin dudas una metáfora de estos tiempos donde la degeneración social es aceptada como virtud superadora. Un verdadero cross a la mandíbula de la corrección política y sus consignas biensonantes.

¿Qué cinco títulos creés necesarios para la formación del escritor?

¿Cinco títulos? Difícil: es muy personal, tiene que ver con el estilo que cada uno va forjando en base a sus lecturas. En mi caso, pienso especialmente en los autores con los que me he iniciado. Poe y sus Narraciones extraordinarias, Quiroga y sus Cuentos de la selva. Misteriosa Buenos Aires, de Mujica Láinez. Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain. ¡Y también Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski, que ya desde chico me sedujo con el contundente peso de su título!

¿Qué publicaste ya en medios electrónicos y/o en papel?

Poemas de mi autoría han aparecido publicados por primera vez en los ensayos de Marcelo di Marco Hacer el verso y Atreverse a escribir (editorial Sudamericana, 1999 y 2002, respectivamente). También como poeta integro la antología DIversos, de editorial Tinta negra. En lo que a prosa se refiere, relatos míos fueron editados en los volúmenes I, II y III de Cuentos de la Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía del que formo parte.

¿En qué te está ayudando más tu participación en el Taller de Corte y Corrección?

Más que “en qué me está ayudando en este momento el taller”, yo prefiero comentar que a lo largo de los años el Taller me ha ido aportando la capacidad de potenciar aquello que, aunque muchas veces en bruto, está latente en mis textos, se trate de poesía, cuento o novela. Y también, por supuesto, me ha guiado ayudándome a ajustar los tornillos necesarios que hacen que cada obra dé lo mejor de sí. Todo esto, claro, más allá de un enriquecedor bagaje cultural, que va desde la ruptura de prejuicios e imposturas típicas del “mundo de los artistas rebeldes”, hasta aprender a clavar a contrafilo un kukri machete bien lanzado.

 

¡Muchas gracias, Pablo!

 

 

 

Regreso

por Miguel Ángel Fariña*

 

Marcial se movía inquieto en el sillón. Se levantó a mitad de la conversación  y dejó que la pesada hablara sola. Sintonizó la radio para ver si conseguía que Nora se dejara de joder con sus “historias del recuerdo”, pero ella ni se enteró. Él desvió la mirada hacia la ventana y buscó tomar un descanso de esa inaguantable voz que le martillaba la cabeza. Deseó huir, aun del barrio, desértico y silencioso, en mitad de la noche fría; no importaba. Recibían más atención de su parte los pequeños insectos alrededor de la pálida luz del frente, que los ridículos cuentos que ella se esmeraba en recordar.
—Decían que la mujer había muerto de alguna forma extraña —contaba Nora, embelesada hacía ya un buen rato en relatos tétricos—, y que fue enterrada ahí, en el descampado.
—Si pasó hace tanto, ya no debe ser tan descampado —dijo Marcial, que jamás había oído la historia.
—Ahora lo atraviesa la ruta.
Nora se sentó muy derecha en el sillón, sonrió y se concentró en explicarlo bien, ayudándose con gestos; pero él siguió con la vista hacia afuera.
—Ah. ¿Y cómo es que conocés tan bien el lugar?
—La gente visita la tumba para rezar y pedir deseos de todo tipo —a Nora los ojos le brillaron—. Yo fui varias veces. ¡Se volvió una santa!
Marcial veía eso como algo completamente absurdo, aun más que lo anterior. ¡Era el colmo de estúpida e infantil! Había estado meses urdiendo la manera de decirle que ya no continuarían la relación. Que la pateaba.
—La “nueva” Difunta Correa. ¿Es eso? —dijo, y soltó una risa.
Nora hizo una mueca con la boca y arrugó la frente.

Marcial aceptó enseguida cuando ella le propuso ir hasta el sepulcro. Estaba loco por sacudirse el fastidio de encima. Agarró la campera que tenía más a mano, sacó la linterna del depósito y la guardó en el bolsillo. Se puso unas botas de goma y salieron de la casa. Nora se aferró a su brazo, y así incómodos, caminaron por el costado de la calle, bien entrada la madrugada. Observó el cielo abierto y sin nubes, donde la luna refulgía, y comprobó que, a pesar de la oscuridad, la luz proyectaba las sombras de los postes y los árboles lindantes al camino. A esa hora, una fina capa de bruma ya cubría los pastizales. Llevaba los hombros encogidos y rígidos por la helada. Cada tanto, oía a lo lejos un ronroneo de motor, que crecía en intensidad hasta convertirse en un estruendo y un destello que les pasaba por al lado. Movía la linterna de borde a borde de la ruta, señalando el recorrido con un círculo difuso, que dejaba al descubierto los rincones más oscuros. De repente, un sonido entre el matorral lo sobresaltó y se detuvieron. Marcial sintió que Nora le dio un tirón del brazo. Alumbró hacia la maleza: un perro, escuálido y gris, avanzó cauteloso desde el fondo. Los ojos le chispearon al ser encandilados. Marcial inspiró profundamente. Siguieron un trecho más, acompañados sólo por el murmullo de sus botas sobre el asfalto húmedo. Desde el interior de los campos, en las casas, se levantaba un suave olor a leña encendida.
Nora se soltó del brazo de Marcial y corrió hasta detenerse más adelante, en una zona escarpada. Una pequeña casilla de ladrillos maltrechos y una cruz oxidada marcaban el sitio.
Se frotó las manos y miró a Marcial, que hizo un gesto antipático.
—Es en serio —dijo—. Quiero pedir un deseo para los dos.
Marcial resopló.
—Esto es una pavada, Nora. ¿Qué deseo te va a cumplir? Habrá sido una insoportable, o una loca… ¡o las dos cosas! —largó una sincera carcajada, como si encontrara un buen chiste—. ¡La habrán matado por loca e insoportable!
—No hables así, respetá —Nora lo miró muy seria. Apoyó una rodilla en el suelo, y así quedó al nivel de la casilla. Y dijo—: Deseo que Marcial y yo estemos juntos para siempre—. Tocó la garita con los dedos y luego se los besó.
Marcial, harto, se mordía los labios hasta que no aguantó más:
—¡Me voy! Rezarle a una loca no es mi idea de pasar bien una noche.
Retomó la ruta por la que habían venido y dejó atrás a Nora, en plena oscuridad.
En un atardecer rojizo, Marcial deambulaba con bronca, arrastraba un terrible palpitar en la cabeza; aquel había sido un mes para el olvido. Su jefe, un idiota, lo tenía de punto, muy decidido a complicarle la existencia. Las primeras semanas lo persiguió con boludeces y le recortó la hora del almuerzo. Se puso aún más insufrible cuando le increpó sobre asuntos de los que Marcial nada sabía. Eso, más un par de jugadas sucias, le pusieron el broche.
Una estridente distorsión de guitarra sonó repetidas veces en el celular antes que se decida a atender. Notó un vago sentimiento en la voz de Nora, que no pudo definir, pero que no le gustó.
Hola, tenemos que hablar, es importante. Voy para tu casa esta noche.
“Sólo pueden ser problemas”, fue lo primero que se le ocurrió a Marcial, ahora sería más difícil discutir sobre separarse.
Nora entró a la sala y se tiró en el sillón. Él, de mala gana, fue a la cocina a buscar algo para tomar. Regresó con dos vasos y una jarra de grueso vidrio llena de agua. Le sirvió un vaso y ella lo bebió de un saque. Al fin habló:
—Estoy embarazada. De un mes.
Sonrió y se levantó de un salto. Se inclinó hacia Marcial con los brazos abiertos. Él la detuvo y la sentó de vuelta en el sillón. El corazón se le aceleró, y una fuerte presión le oprimió el pecho.
—Vos… —la voz le salió entrecortada— ¿Estás muy segura de esto?
—¡Claro! Los análisis dieron bien. No quise que lo supieras antes porque era una sorpresa. ¿Estás contento?
Marcial sintió que un peso gigantesco lo aplastaba. Nora aún sonreía. La miró fijo. En ese momento, todo estuvo claro: era una trampa para retenerlo. De alguna manera supo que él quería abandonarla. Le resultó obvio que su actuación de aquella noche, frente a la tumba de la loca, fue parte de su farsa. El tiempo transcurrido coincidía con el embarazo. Apretó los puños. La mandíbula se le endureció.
—¿Y, mi vida? Decime algo… ¿Qué pensás?
Sin más, Marcial agarró la jarra y se la estrelló en la cabeza. El golpe, en el que puso toda su fuerza, fue exacto. Nora, con los ojos todavía abiertos, se desplomó sobre su costado. La arrastró hasta el baño, y con un movimiento calculado la tiró de manera que la cabeza golpeó contra el bidé. Metió la jarra en la heladera, antes de llamar al servicio de emergencias.
Dos policías custodiaban el portón del calabozo por donde Marcial salía, andrajoso, culpa de los meses de reclusión. Levantó la vista, y uno de ellos lo espoleó:
—Siga siga pué ¡ish!.
Saludó muy manso, no quería hacerse enemigos en la calle. Afuera, dentro de un Ford gris, lo esperaba Tomás, el más paternal de sus hermanos. Cuando se encontró con él en la cabina, lloró mientras lo abrazaba.
De vuelta en su casa, Marcial suspiró con fuerza, se dejó caer en el sillón y se cubrió la cara con las manos. Tomás se acercó y le habló en tono comprensivo.
—Bueno, che —dijo muy tranquilo, palmeándolo en un hombro—: Quedate piola, que a partir de ahora va a estar todo bien.
—No te preocupes, me siento mejor. Gracias por haber ido a buscarme.
—No pasa nada. Voy a volver, y vamos a hablar vos y yo.
Tomás sonrió y se despidió.

Marcial pasó los días siguientes durmiendo o vagando por la casa en penumbras, sin ánimos de ver la tele, como le gustaba hacer.
Una noche, puso la mesa y preparó una cena austera, junto con un vaso con agua. Comió rodeado de un intenso silencio. Un crepitar de ramas y goznes desengrasados, lo sacó de su somnolencia. Confundido, poco a poco se despabiló y advirtió que el ruido provenía de afuera. Caminó por el pasillo hacia el frente de la vivienda. De inmediato pensó en Tomás, pero justo antes de girar el picaporte lo sobresaltó un agudo chillido, seguido de un largo sollozo que se apagaba.
Abrió la puerta.
Una silueta se acercó por la oscura galería, como si saliera desde el fondo de un túnel, hasta revelarse bajo el resplandor de la bombilla. Nora, mugrienta y raída, con los ojos lechosos, sostenía en brazos un pequeño envoltorio.
Para Marcial, en ese momento, todo estuvo claro: ya no volvería a separarse de ella, nunca.

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Escena de Kaidan Chibusa Enoki, por Ito Seiu

 

 

miguel angel*Miguel Ángel nació en 1979, en Clorinda, Provincia de Formosa, donde actualmente reside y escribe. Estudió Diseño Gráfico en la Universidad Católica de Asunción, Paraguay. Es miembro del Taller de Corte y Corrección Virtual desde el año 2009. Este es su primer cuento publicado.

 

 

CUADRO de HONOR del Taller de Corte y Corrección

Anoche brindamos por los quince primeros años de vida de Taller de corte & corrección.

También brindamos por todos los logros de esta maravillosa escudería.

Aquí va la lista completa de los autores, con sus respectivos premios:

Cristian Acevedo: Con su relato “Fortaleza Alemana” ha sido seleccionado finalista en El Premio Itau de Cuento Digital. Dicha convocatoria, organizada en conjunto con el Grupo Alejandría, contó con la presentación de más de 600 textos. Los doce cuentos ganadores formarán parte de una antología que estará disponible en el portal Itau Cultural Argentina: www.premioitau.com.ar<http://www.premioitau.com.ar/> <http://www.premioitau.com.ar/>

Andrea Albertano: con su cuento “A la vuelta de un instante” obtuvo el Segundo Premio del concurso de cuentos de la Fundación Victoria Ocampo, consistente en la publicación de una antología.

Nicolás Amelio-Ortiz, el más flamante abad de Carfax, estrenó en Chascomús su primer largometraje, titulado El bosque de los sometidos.

Gabriela Baade: ha sido elegida como una de las Finalistas del “Primer Concurso de Cuentos Falsaria y Ediciones Osiris”, con el cuento “Facetas”.

Nilda Barba: participó en una lectura de poemas en el prestigioso SALÓN DORADO MISPOETASCONTEMPORÁNEOS.

Lorena Basar: publicó su poema «¿Cómo se cierra una herida semejante?” en el periódico Sardarabad.

Agustín Campos: Su primera novela, Ventana Esquizo, apareció comentada en la revista Siamesa, de la facultad de sociología. También hubo reseñas en el Arca digital, diario La razón, revista Nueva, Diorama, etc.

Juan José Capria – Taller virtual desde Tres Isletas, pcia. del Chaco: Con su poema “Sucederá esta noche”, obtuvo el Primer Premio en el concurso organizado por CENTRO DE ESCRITORES ING. CESAR CIPOLLETTI, Cipolletti, Provincia de Río Negro, CERTAMEN LITERARIO PROVINCIAL 2012 “27 ANIVERSARIO” del Centro de Escritores. Juan José también ganó el segundo premio en el “Concurso 75 Aniversario de la ciudad de Tres Isletas”, provincia del Chaco, con el poema “Los años de mi pueblo”. Se le entregó una medalla y la suma de $ 200-. También fue finalista en el concurso JUNÍNPAÍS 2012 con el cuento “Fantasma por cuento”, por el que se le entregó una MENCIÓN DE HONOR. Y, además, con su poema “No faltan palabras” se le otorgó otra mención en el “Concurso Literario de la Universidad Nacional de Nordeste para las Letras 2012 en Poesía y Cuento Corto”, para autores de las cuatro provincias del NEA: Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones. Dicha universidad publicará las obras ganadoras para distribuirlas en las escuelas secundarias y en las sedes de la casa de estudios por todo el NEA.

Jorge David Castro: publicó su cuento “Después de un sueño intranquilo” en la revista Tigris, febrero de 2012.

Antonieta Castro Madero: su cuento «Malvones» salió finalista en el 5to concurso de cuentos Cuéntate Algo de Biblioteca Viva, Chile. Su relato «Los almuerzos» fue elegido para integrar la antología Nuestros Abuelos surgida del Concurso literario Club Abuelos de Buenos Aires. Editorial Lulu. Su relato «La Niña» fue seleccionado para integrar la antología surgida del concurso de cuentos organizado por XXXII Concurso Internacional de poesía y narrativa 2012 Palabras sin fronteras. La selección implica la continuación en el concurso por el I, II y III premio.

Luis Cattenazzi: Con su libro de cuentos A ciencia incierta obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes (Año 2011), el jurado lo integraron: Samanta Schweblin, Romina Doval, Juan Sabia. El libro fue editado por Interzona Editora. Su nota «Saint Exupéry y un lindo día para volar» fue publicada en el suplemento cultural de diario Perfil.

Sebastián Caullier: estrenó en los principales cines de Buenos Aires su primer largometraje, titulado La inocencia de la araña.

Claudia Cortalezzi: Participó en las Primeras Jornadas Internacionales de Ciencia Ficción en la UBA. Escribió el artículo “Arañas en la literatura” para el diario digital FIN. Lucas Lanteri le hizo una entrevista para la revista UFA. La revista Próxima publicó su cuento «Ocho minutos». El suplemento Cultura del diario Perfil le publicó 7 biografías, en la sección Vidas Breves. Sus cuentos «El aire es libre» y «Ada» aparecieron en la revista el Atrapalabras nº 2. Oscar Piolini —alumno de su taller literario—, publicó el libro de cuentos Abriendo puertas, con editorial Andrómeda.

Daniel De Leo: obtuvo el Tercer Premio del Fondo Nacional de las Artes (Año 2011), el jurado lo integraron: Samanta Schweblin, Romina Doval, Juan Sabia.

Pablo Di Marco: con su novela Tríptico del desamparo se ganó el Primer Premio (U$S 20.000.) en la XIII Bienal Nacional e Internacional de Novela “José Eustasio Rivera”, de Colombia.

Ricardo Giorno: publicó “Una mina en Urano” en el blog Breves no tan breves. <http://www.brevesnotanbreves.blogspot.com.ar/2012/05/una-mina-en-urano-ricardo-giorno.html>

Iván Guede Santos: con su cuento «Aquella Delia» obtuvo una mención del jurado en el concurso literario de Metrovías. Publicó su cuento “Una mirada para olvidar a Mariel” en la revista Tigris, febrero de 2012. Y con el cuento “Leche amarga” ganó el Primer Premio en el concurso nacional UPCN)

Pablo Giordano: publicó su libro de cuentos Los muertos, en El Mensú Ediciones.

María Rosa Giovanazzi: en la V Muestra de Relato de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción del Cryptshow Festival ganó en primer premio en la categoría Terror, con su cuento “El otro”. Este año han participado unos 90 autores de Cataluña, España y Sudamérica.

Raquel Grandoli: Con su relato «Las calandrias», obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Cuentos del año 2012 organizado por el Colegio Público de Abogados de Capital Federal. Ganó un diploma y la suma de $ 5.000″.

Fabián Kon: primer premio a mi relato «Un sabor delicioso», obtenido en el certamen organizado por la Universidad de Huelva. Ganó el Primer Premio del concurso de cuentos de la Fundación Victoria Ocampo, y fue reconocido con la publicación de su primer libro de relatos: Emboscada.

Adrián Lorea: Con su relato “Dhalia”, obtuvo una Mención en el certamen literario «Palabras escritas – Palabras dichas», organizado por ediciones El Escriba. El jurado fue presidido por Vicente Battista, quien incluyó este cuento en una antología publicada por esa editorial. Publicó en AXXÓN el cuento “El fumigador”.

María Manetti: obtuvo el primer premio en poesía con «un gemido de espumas» en el CERTAMEN LITERARIO NACIONAL DE LUZ Y FUERZA.

Nolberto Malacalza: En el certamen internacional La Pluma de Plata (Pehuajó) obtuvo el primer premio en poesía con “Contraluces” y la primera mención en microrrelato con “Ya será el tiempo”. En un certamen de micropoemas, organizado también en Pehuajó, ganó el primer premio con “Iniciación”. En el certamen internacional de la Fundación Victoria Ocampo obtuvo el segundo premio con su libro de cuentos Los perros salvajes. En los Juegos Provinciales (Bs. As.) ganó la etapa municipal en cuento y poesía; optó por cuento, ganó las dos eliminatorias regionales con “Viaje hacia el lugar” y pasó a la final a realizarse en Mar del Plata (27 a 29 de noviembre). El 28 de octubre recibió el premio anual El León, otorgado por el Club de Leones de San Nicolás a la institución o persona que haya hecho trascender el nombre de San Nicolás fuera de sus fronteras. En este caso se otorgó por trayectoria literaria, por decisión unánime. Estuvieron presentes el Sr. Intendente de San Nicolás y la Sra. Gobernadora del Distrito O5 con parte de su gabinete. Para el día 30 de noviembre tiene programada la presentación en San Nicolás de su libro de cuentos Rompecabezas, con estudio literario de la profesora en Letras Valeria Naya (UNLP) y contratapa de Marcelo di Marco. Proyecta presentar la obra en la Plata. Participó en numerosos eventos literarios, inclusive en el Festival Internacional de la Poesía, organizado por la Asociación de Escritores Nicoleños (AEN). En la etapa final de los Juegos Buenos Aires 2012 ha obtenido medalla de plata en narrativa por su relato “Viaje hacia el lugar”.

Claudio Miranda: con el relato “Después de una larga y provechosa vida” ganó el 2° premio del prestigioso concurso de cuentos de la Fundación Victoria Ocampo.

Pablo Moar: Ganó el 1er Premio en el Concurso de Literatura del Consejo Profesional de Ciencias Económicas con el cuento «El enésimo gorila». La Federación de Asociaciones Gallegas de la República Argentina le otorgó Mención Especial en el II Certamen Literario de Narrativa Breve, por su relato “Os contos do monte”.

Jorge Nieva: Con su trabajo «Don Justo», obtuvo el 2° Premio en el VIII Concurso Internacional de Cuento Ecológico «Ciudad de Pupiales», de la provincia de Nariño, Colombia, organizado por la Fundación Gabriel García Márquez, haciéndose acreedor a medalla, diploma, y la suma de 4.000.000 de pesos colombianos. También obtuvo Mención Especial en Cuento en el Concurso Literario «La Pluma de Plata 2012», organizado por el Círculo Pehuajense de Escritores y Lectores, con su cuento «Dos veces muerto».

Beatriz Olleta: publicó su cuento “Antes de arruinar la fiesta” en la revista Tigris, febrero de 2012.

Matías Orta: 1-Su cuento “9:14:32” fue publicado en Axxón. 2-Continuó colaborando en la revista La Cosa. 3-Siguió muy activo en el sitio web A Sala Llena, dedicado al cine, y en el programa El fin del finde, por Nacional Rock. 4-Desde enero forma parte del programa Aire y acción, por FM Mundo Sur, donde, además de hablar sobre cine y hacer entrevistas, es co-conductor. 5-Su cuento “Matar a Silverman” fue publicado en Cuentos de la Abadía de Carfax 3. 6-Regresó al festival de cortometrajes Uncipar, con sede en Villa Gesell. Allí, en 2005, su corto Michifus fue proyectado tres veces a pedido del público. En 2012, respondiendo al pedido de todos los años, volvió con el corto. Esta vez fue proyectado cinco veces (hasta en el viaje de vuelta) y pudo ser descubierto por nuevos fanáticos. 7-También en la nueva edición de Uncipar proyectaron su corto Familia, que recibió numerosos elogios, hasta por parte del director Fernando Spiner. 8-Sigue publicando en el blog I Love Lucky – Relatos, donde el lector se encontrará con cuentos protagonizados por Lucky, un asesino serial con toda la onda. 9-Formó parte del jurado de críticos de cine en el FESTIVAL DE CINE LATINOAMERICANO DE LA PLATA (FESAALP), que se llevó a cabo de septiembre. 10-Michifus y Familia fueron proyectados en el FESAALP, con muy buenos comentarios. 11-Publicó Encerrados toda la noche: el cine de John Carpenter, su primer libro en solitario. Incluye prólogo de Israel Adrián Caetano y entrevista al mismísimo Carpenter. Fue presentado con éxito en el FESTIVAL DE CINE INUSUAL, en el BUENOS AIRES ROJO SANGRE y en el 27º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA. Además, para promocionarlo, Matías dio y sigue dando numerosas entrevistas en radio, web y medios gráficos. 12-Fue invitado a ser co-anfitrión y entrevistador en el preestreno del rockumental La experiencia Barriga, en el marco del ciclo de cine de La Nave de los Sueños. Allí también pudo seguir exhibiendo y vendiendo ejemplares de Encerrados toda la noche: el cine de John Carpenter.

Gloria Oscares: 00/8/12 – Lectura de Poemas en La Imaginería-Homenaje a A. Castelpoggi de parte de sus ex-alumnas. 26/8/12 – Invitación por parte del CGP, área cultura, a leer poesía en La Casa de la Lectura. 15/9/12 – Invitación de María Julia Druille para leer en «La serendipia» (no es micrófono abierto). Nov/12 – Jurado en el concurso organizado por «Poetas del Encuentro» para residentes en el partido de San Martín. 7/12/12 – Invitada a leer poesía y narración poética por el 140º Aniversario del barrio de Liniers en la Corporación Sarmiento.

Analía Pinto: Con su poema «Las señoras» obtuvo una Recomendación del Jurado en el concurso de la Editorial Ruinas Circulares. Obtuvo el Segundo Premio en la categoría Poesía en las Olimpíadas 2012 de la Universidad Nacional de La Plata. Por primera vez participó del VIII Congreso Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria en la UNLP, donde además de leer una ponencia sobre W. G. Sebald coordinó una de las mesas de lectura. Dos textos en prosa breves fueron publicados en El Juguete de Roberto (año 1, nº 2), publicación mensual de la Comisión de Estudiantes de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.

Eduardo Poggi: Su relato “Extraña luna de miel” fue publicado en la tercer antología de La Abadía de Carfax. El grupo Heliconia publicó los cuentos “De los hechos nunca acontecidos”, “El editor amigo”, “Rareza”, “Ave caída” y “Un día de pesca inolvidable” en BNTB; ocho cuentos breves en Químicamente Impuro, y también quince textos cortos compartidos con otros integrantes del grupo. Asimismo, dos notas integraron la publicación del diario cultural informativo FIN.

Karina Sacerdote: Lectura 17 de abril – Ciclo Mispoetascontemporáneos – Casa de la cultura – Salón dorado Lectura 18 de mayo – Ciclo Poesía & Rock – Centro Cultural El Telégrafo – Partido de Echeverria Lectura 31 de Julio – Ciclo Mujer Poesía – Centro Cultural Recoleta

Mariláu Sánchez: publicó en revista Axxón los cuentos «Una batalla personal» y “Un Armani”. Publicó la entrevista “Victoria entre las sombras. Una novela católica para nuestro tiempo”, en revista Políticamente Incorrecto.

Miguel Sardegna: publicó su cuento “Europea Medieval” en la revista Tigris, febrero de 2012.

Carmen Solís: ganó el Primer Premio de Poesía, del Certamen «Federico García Lorca», de la Cátedra Libre de la Universidad de La Plata, con poemas del libro inédito Intemperie.

Eduardo Sopena: con el cuento “Neblina” ganó el Primer Premio en Cuento breve en el certamen del Centro de Artesanos de Chascomús.

Alejandro Tloupakis: ganó el tercer premio en el Primer concurso de cuentos solidarios Comunidad Amijai, con el cuento «La luz de las mandarinas» ($2000 y publicación). Finalista en el VI Concurso Internacional Ángel Ganivet (Helsinky), con el cuento «A esta altura de la vida» (entre 20 seleccionados de 1008 cuentos enviados). Premio: Diploma.

Ariel Urquiza: Su cuento «El éxtasis» fue publicado en el suplemento Cultura de la revista Perfil en enero de 2012. Su colección de cuentos «No hay risas en el cielo» obtuvo una mención de honor en el concurso literario Adolfo Bioy Casares organizado por la municipalidad de Las Flores. Con el cuento «Angaspalaube» obtuvo una mención en el premio Manuel Mujica Láinez organizado por la dirección de cultura de San Isidro. El cuento integrará una antología que se editará en el 2013. El cuento “Patagónico” resultó finalista del concurso Ángel Ganivet, organizado por la Asociación de Países Amigos con sede en Helsinki.

 

Queremos aprovechar para desearles una muy feliz y santa Navidad, y un excelente 2013, pleno de éxitos.

 

 

 

 

 

 

Será un placer reencontrarnos. Hasta el año que viene.
Staff de FIN

 

La ceguera de Montresor

por Sebastián Campanello*

 

¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo?

Edgar Allan Poe,  «El gato negro»

 

 

De todos los sentidos, el que más le interesa a Poe es el de la vista. A través de ella el horror se instala en sus cuentos. Para que esto sea posible es necesaria cierta clase de temperamento, no basta con tener un par de ojos. Los personajes que compone Poe están dotados de una capacidad de percepción asombrosa, fuera de lo común, que les permite ver lo que se oculta bajo el velo de la cotidianeidad, apreciar la Belleza y el Horror, pero sobre todo esto último. Por otra parte, las impresiones que reciben del entorno estimulan una sensibilidad ya de por sí exacerbada, a la que a veces se intenta —sin éxito— embotar por medio del alcohol y del opio. Esta característica define la subjetividad de los personajes. No son en lo absoluto individuos corrientes, y tienen plena conciencia de su peculiaridad, rasgo que comparten con su creador.

Como en todo, hay sin embargo una excepción. En “El barril de amontillado” Montresor ha jurado vengarse de su amigo Fortunato, quien lo injurió gravemente. Planea con paciencia su crimen, del que debe salir impune y a la vez arreglárselas para que su víctima sepa quién lo está castigando, y por qué. La providencia se muestra favorable a los designios del protagonista y coloca a Fortunato a su merced. Mientras ejecuta su terrible venganza, Montresor no demuestra la menor animosidad, sino apenas una fría resolución. Tampoco parece horrorizado por lo que está haciendo; en todo caso, es el lector quien experimenta el horror en toda su magnitud. Al vengador nada lo conmueve: ni el escenario lúgubre en donde se desarrollan los hechos, ni el alcance de su propia maldad. Lo único que cuenta para él es limpiar su honor. Y de la manera más siniestra.

Y así Montresor avanza en la historia, imperturbable. Al comportarse de esta forma se distancia radicalmente de las otras criaturas de Poe: Montresor es ciego y por lo tanto inmune al horror que él mismo crea.

Hacia el final del relato, no obstante, la máscara de Montresor parece rajarse, al menos por un instante: me refiero a la escena en la que Montresor contesta los alaridos de Fortunato y los supera en potencia. Aquí es donde podemos ver el genio de Poe, quien, mediante un procedimiento elíptico, nos muestra una panorámica del abismo en donde se precipita el alma del protagonista.

 

*Sebastián Oscar Campanello tiene 39 años y escribe desde los 11. Actualmente cursa la carrera de Traductor en Inglés en el Lenguas Vivas.
Su primera experiencia fue reescribir la trama de una película de Roman Polansky, The Fearless Vampire Killers. Para él, ver este film fue como presenciar el descenso del hombre en la Luna.

 

El sentido de la amistad en Victoria entre las sombras (o de los secretos de un final abierto)

 

por Alba Fede*

 

Allí donde te comprenden está tu casa.
J. O´Donohue, Anam Cara

 ¿Para qué hacerme de un amigo? Para tener por quien pueda morir, para tener a quien seguir en el exilio, a quien defender de la muerte incluso al precio de mi vida.
Séneca, Carta a Lucilio (IX)

 Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra.
J.R.Ribeyro, La tentación del fracaso

Si les roza la muerte disimulan
Que pa’ ellos la amistad es lo primero.
J.M.Serrat, “Las malas compañías”

 

Cuando decidí comenzar el año lectivo con VELS no imaginaba hasta qué punto mis alumnos de Mar del Plata quedarían literalmente “encantados” con la lectura. Más allá de la cercanía que la forma de hablar de sus protagonistas les ofrecía, los pibes se embarcaron desde el objeto “libro” en los rojos y negros de un thriller extraño y sangriento que los llevó de capítulo en capítulo, vertiginosamente, hasta el final. ¡Y para colmo, a través de oscuros bosques que les resultaban familiares! Identificados con Tomás, no tardaron en hacerlo su héroe. (Curioso: fue la relectura lo que me hizo amar la novela; en cambio, para ellos se trató de “amor a primera vista”). A decir verdad, ellos esperaban que sucediese algo distinto en el final, algo tan grande e impactante como la crueldad del Matrero. Pero nada de lo que esperaban sucedió.

En realidad, que la fuga de Tomás y Victoria Corelli se resolviera así, no parecía un final coherente con la adrenalina que habían generado no sólo la historia, sino más precisamente el relato de la historia. Ahora que me propongo escribir sobre la amistad en VELS empiezo a encontrar posibles respuestas a esta crítica.

Mi primera hipótesis es que, envuelta en la piel del género, la novela reclama ser leída sobre todo como un canto a la amistad.

Veámoslo: Tomás se nos aparece por primera vez siendo ya un íntimo amigo de Victoria, de otra forma no hubiera concebido la idea de fugarse con ella para siempre. Quiere huir del lugar odioso al que lo ha relegado su madrastra y escapar de las discusiones entre su papá y esa mujer grosera y malvada. Por su parte, a Victoria la agobia la consuetudinaria borrachera del padre, y se siente presa de saberse responsable de él. Se entienden bien, aun cuando es probable que no hayan conversado hace tantos veranos. Se conocieron gracias a la audacia de Victoria al arrebatarle el boomerang que él quería probar en la playa, y en ese primer encuentro se midieron como individuos, para seguramente descubrir de inmediato una afinidad y una comprensión mutuas, más allá de sus familias de origen. Tomás conoce a Victoria hasta en sus gestos. La admira: por sus ideas geniales, por su sentido de la supervivencia, porque escribe. Victoria es el lugar de la confianza, de la seguridad y la tranquilidad, precisamente porque comparte con él sus aventuras y lo banca en todo, y porque, con ella, todo siempre, es nuevo, nada es rutina. Victoria lo completa, le da sentido a su heroísmo, a su necesidad de defender y proteger. (“—¡Al infinito…/ —…y más allá!”). Tiene con ella secretos, e incluso comunicación telepática. Y entre todos los secretos, la fuga es el más grande. Además, por Victoria vale la pena hacer sacrificios.

A esta altura de mi razonamiento creo haber adquirido el derecho de arriesgar una segunda hipótesis: el canto a la amistad que VELS entona adopta un deliberado ropaje cristiano, que ostenta tanto en el nivel de superficie del texto como en el juego de símbolos que habilita. (Y aquí vayamos paso a paso…Apartemos las ramas si lo que buscamos es que el lector nos abra la puerta para  salir del bosque…)

El lector sabrá notar que, promediando, la novela deja de ser sólo lo que la tapa promete: “Dos amigos y una fuga…”, para pasar a ser una misión de rescate…O más bien —permítaseme— una misión de salvación.

Para no dejar de emular a Fray Luis de León y a todos sus covers, “decíamos ayer” en este sentido, que la aventura de la Santa Hermandad de Tomás —¡llamarse así tan luego!— posee dama, dragón, y hasta grito de guerra (“—¡Por Victoria a la Victoria —grité alzando el brazo/; —¡Por Victoria a la victoria!— gritaron los gemelos.”) y que nada cuesta imaginar a Tomás como un cruzado cuando el zombie le arranca el rosario que lleva al cuello y acude entonces a sus labios la oración a San Miguel Arcángel que le ha enseñado la Yaya. Los darkies se burlan de Tomás remedando su “Amén”, pero Tomás ha descubierto en la oración la fuente de su valentía, sintiéndose fortalecido en la temeridad del trance que libra.  Ahora bien: quien tenga abuela, que le cuente un cuento.

Hablo de la Yaya. Tomás tiene abuela (y estoy segura de que ella le ha contado —¿le cuenta?— cuentos). Tomás quiere y respeta a la Yaya, porque ella lo quiere y lo respeta. Es frente a la única que sus ansias de libertad tambalean y conceden, y son, sin duda, sus parámetros los que tallan a la hora de decidir qué es en verdad la mentira. Y si la Yaya es antes que nada su abuela, eso no quita que sea también para Tomás, de algún modo, su amiga, precisamente porque ella no sólo lo comprende (¡quién tuviera abuelas así!) sino que le expresa su admiración, e insufla un nuevo espíritu a la aventura del nieto. Lo que quiero decir es que la transformación del sentido de la aventura la posibilita el diálogo que Tomás y su abuela sostienen en el cuarto de la casa donde suele dormir Tomás cuando viene de vacaciones. Recordemos: su papá y la Gorda han ido a buscarlo a la enfermería del Mar & Tennis, adonde la licenciada Tamiroff lo había llevado tras el desmayo sufrido por el ahorcamiento de Palmira. En su habitación, con la puerta cerrada y sentados sobre la cama, Tomás le cuenta parte de lo sucedido a la Yaya y le pide disculpas por no haber regresado con las medialunas prometidas por la mañana. Contra la expectativa de Tomás, en lugar de reprenderlo, su abuela dice estar “satisfecha” y “orgullosa” de él: “Hoy demostraste tener la madera suficiente (…) para dar la vida por tus amigos. ¿Te acordás? No hay amor más grande —le dice—. Y sabés muy bien que ésas no son palabras mías. Y aunque hayan sido dichas hace dos mil años, se te pueden aplicar perfectamente”.

Esas palabras que ella ha aprendido en la misa figuran en el Evangelio según San Juan, capítulo 15, versículo 13, donde el apóstol pone en boca de Cristo la frase: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Todo el contexto de la cita bíblica da cuenta del vínculo entre Cristo y los apóstoles, insiste en la inhabitación mutua y refuerza la idea de “Amaos los unos a los otros”. Cristo está hablando nada más ni nada menos que de la clave para compartir la vida plena, para vencer la muerte.

¿Y Tomás? Tomás se ha enfrentado a Palmira, al dolor y —lo que es más importante— al miedo, pero no ha sido por el esmero puesto en practicar las sugerencias de control mental del Manual de supervivencia de Walter Martínez, sino porque la amistad con Victoria lo ha puesto en acción, aunque la acción suponga un sacrificio. La amistad orienta los pensamientos de Tomás, le da razón a su aventura: “Y por primera vez en mi vida supe exactamente lo que tenía que hacer”. El chico lo descubre, de pronto, ante las llamas que amenazan consumir y consumar las pérdidas del padre, de la caja con los cuentos de Victoria. Lo que ha sucedido en él es la experiencia de una verdadera prueba de conocimiento y superación personal; una transformación que lo vuelve a sus propios ojos invulnerable, invencible.

Ahora que lo pienso, hay un Tomás que brilla de valentía y que merece ser el líder de esos dos héroes anónimos pero imprescindibles que son Pino y Aga. Pero hay otro Tomás que al enfrentar las llamas —como Juana de Arco—, pone a salvo (en ese padre, en esa caja) la identidad y el destino de Victoria. La invita a asumir quién es, le muestra que él sí la ve, que él la reconoce en la belleza de su ser.

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos… y regresarlos a casa.

Cuando vuelva a la clase voy a compartir estas líneas con los chicos. Estoy segura de que tengo mucha tela para cortar. Incluso no faltará quien sospeche que con ese final el autor ha estado preparando un “continuará”. Cuando me pregunten si sé algo, contestaré con ilusión de lector: “¡Porsupollo!”.

 

 

*Alba Delia Fede es profesora en Letras (UNMDP). Trabaja como docente en la escuela secundaria de gestión pública y privada. Se desempeña , además, como capacitadora de docentes en la Región XIX de la provincia de Buenos Aires. Diplomada y Especialista en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO). Titular del DALF (Diplôme Approfondi en langue française). Estudia la obra del escritor peruano Enrique Verástegui.

 

Quién es quién en el Taller de Corte y Corrección

Hoy responde…

 

 

 

 

Ricardo Giorno

 

 

 

1 ¿Cuáles son tus autores preferidos en literatura, cine y música?
En literatura: Roger Zelazny (me voló la cabeza con El señor de la luz). J.R.R. Tolkien (me enseñó cómo llevar varias historias simultáneamente, ya desde antes de que yo supiera que iba a escribir). Arthur C. Clarke (me fascinan sus universos).
En cine me gustan las adaptaciones de Christopher Priest. Paul Greengrass sabe meter vértigo en historias creíbles. Clint Eastwood me venía gustando bastante, pero después de Gran Torino me hice fan.
En música, el primero es Paul McCartney. Le sigue el Flaco Spinetta. Robert Fripp (de la legendaria banda King Crimson) y Charly García están tercero y cuarto, respectivamente, en mi ranking personal.

2 ¿Qué libro/s estás leyendo en este momento?
La tetralogía de CF de John Scalzi Fuerzas de defensas coloniales. Lo último de lo último en CF. En ella, el amable lector encontrará desde el desarrollo de la “Teoría de cuerdas” hasta el aprovechamiento de la fotosíntesis en el cuerpo humano.

3 ¿Qué cinco títulos creés necesarios para la formación del escritor?
Todo lo que te caiga entre manos. Así de simple. De recomendar para formación, recomendaría a Cervantes, Borges, Casares… y la lista es larga. Yo me vi perjudicado en mi forma de escribir porque no tenía esa base de escritura hispanoamericana. Me costó salir del tono de los traductores.

4 ¿Qué publicaste ya en medios electrónicos y/o en papel?
Publiqué electrónicamente cuentos y entrevistas en Aurora Bitzine, NM, Axxon, La Idea Fija Alfa eridiani NGC 3660. En papel, en las antologías II y III de La Abadía de Carfax.

5 ¿En qué te está ayudando más tu participación en el Taller de Corte y Corrección?
En darme cuenta cada vez más de mis propios errores. En aprovechar las herramientas que nos vas dando para que mi idea se transmita lo más fielmente posible, y que el texto brille.

 

¡Muchas gracias, Ric!