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Reportaje a Fabián Kon

Los integrantes del Taller para coordinadores de grupos de escritura «Pablo Martínez» entrevistaron a Fabián Kon* a raíz de la publicación de su libro de cuentos Emboscada, Primer Premio del concurso Fundación Victoria Ocampo 2011. Que la disfruten.

 

Marcelo di Marco: Fabián, estamos muy contentos por tu publicación, chochos de la vida, participando de tu alegría. Y nos encantaría saber cómo llegaste a esta instancia, cómo empezás a trabajar un cuento, por ejemplo.

Fabián Kon: Mi trabajo empieza a partir de una idea. Una idea puede ser una escena. Imaginarme, por ejemplo (como tengo ahora pensado), una historia protagonizada por tres personajes, tres puntos de vista que confluyen en un momento final. Entonces uno se imagina una situación, una historia; lo que hago básicamente con eso es crear un documento, ponerle un título, y guardarlo. Lo dejo descansar en una carpeta. En algún momento releo ese documento —en general estoy trabajando otros cuentos—, y trato de darle forma al relato. Para mí, la historia tiene que tener un final desde el momento uno. Me considero totalmente descalificado para escribir un cuento si no sé exactamente adónde voy, a tal punto que muchas veces empiezo el cuento escribiendo el párrafo final. Después defino las escenas, creo los personajes y arranco.

A partir de ese primer borrador, lo trabajo hasta que se redondea, hasta que es consistente: es un cuento, es una historia que incluye una paradoja, que mueve a reflexión, que tiene algún grado de atractivo o de sorpresa para el lector. Ahí empiezo realmente a desarrollar la historia. Trato en todo momento de que la historia sea intensa, que arranque con un inicio que no sea “había una vez”, que empiece con el protagonista en alguna situación que al lector le llame la atención, que lo invite a seguir leyendo. Cuando el cuento está terminado, lo primero que hago es pedirle a Marcelo que opine. Aguardo la frase categórica de Marcelo de “cuento no es” o “funciona bárbaro”. Tengo mucha ansiedad por descubrir si es —o no es— cuento.

Es muy interesante la discusión que uno puede sostener en el taller sobre qué modificaciones estructurales hacerle, o qué  condimentos agregarle. Una vez estuve días enteros con este cuaderno en la mano, con un esquema y tres finales alternativos, dándoles vueltas. Pero ninguno me convencía, intuía que debía existir un final mejor, más sorprendente, que fuera una vuelta de tuerca que le diera otra posibilidad al cuento.

Cuando el cuento ya funciona como tal, pasamos a la corrección de estilo. La parte de estilo me dio menos trabajo, la estructura del diálogo, la escenografía, construir un relato cósico, en oposición a lo ideico. No describir sentimientos, sino desarrollar imágenes y situaciones a partir de las cuales el lector deduzca los sentimientos de los personajes.

Me llevó mucho tiempo aprender lo que es un cuento. La verdad, fueron meses durísimos: escribía cosas que me parecían que no eran un cuento y después lo confirmaba en el taller, hasta que finalmente las piezas empezaron a caer en su lugar.

El cuento es una esfera, como dijo Cortázar. Esto suena bárbaro, pero hasta que a uno le hace click en la cabeza y logra construir esa esfera, se sufre y se goza. Cuando uno lo logra, no quiere decir que después escriba buenos cuentos, pero al menos ya puede empezar…

Sergio Bonomo: Vos dijiste que partís de tus cuentos a veces teniendo el final, y ahí vas para atrás. ¿Te pasó alguna vez que volvés para atrás, y mientras vas escribiendo los mismos personajes te piden que cambies el final?

FK: Sí, sí, eso puede pasar. Puede pasar que uno se replantee el final porque se le ocurre alguna idea mejor durante el cuento. Pero cuando empiezo, sé adónde voy. Ahora estoy escribiendo un cuento con el que me pasó eso: el final mostraba a una hija que encontraba a su madre muerta. No les voy a contar toda la historia, pero digamos que ese era el final. Y hoy a la mañana, que estuve escribiendo un rato, lo cambié: se me ocurrió que la hija vea sonreír a su madre muerta. Y esa sonrisa dice un montón de cosas vinculadas con todo lo anterior. Así que esa sonrisa me obligó a replantear partes de la trama.

MdM: ¿Y esa sonrisa fue totalmente imprevista? La viste sonreír en tu cabeza.

FK: La vi sonreír en mi cabeza, y cuando llegué al final me pareció que podía haber algo más en la historia, algo mágico. Y lo agregué.

SB: Pero te lo pidió el mismo retroceso: cuando avanzaste hacia ese final ahí te cambió.

FK: Sí, así es. El proceso de escritura, en mi caso, es totalmente interactivo. Lo termino y vuelvo y cambio, y voy para atrás. Me lleva muchas vueltas hasta que empiezo con «el tetra», que es la etapa final. Básicamente analizo los sustantivos y verbos, los estudio, busco sinónimos, comparo si existe una manera mejor de decirlo. El cuento está, aunque, ¿no hay otra expresión mejor? Trato de agregar imágenes poéticas, que es una de mis debilidades. ¿Puedo decir “el plumaje del amanecer”, como leímos recién en ese hermoso poema? Eso no me sale naturalmente. Debo concentrarme  en determinadas escenas para encontrar esas pinceladas.

Dolores Pereira Duarte: ¿Tenés algún tema recurrente en tus cuentos, tienen algún hilo los cuentos de este libro Emboscada?

FK: No, hilo no tienen. Son todos cuentos independientes, pero en general la trama policial es la que más desarrollo. También se incluyen algunos componentes fantásticos, pero no podría definirme como un escritor que se orienta a la literatura fantástica o de ciencia ficción. En general, se me ocurre más la temática vinculada con la miseria humana, la miseria humana en acción, en oposición con lo bueno y lo sano del hombre. En el  prólogo que escribió para mi libro, María Esther Vázquez lo menciona: “La lucha contra el sistema corrupto y viciado. Esa lucha aparece en los cuentos, idealista, en aquellos en donde el valor de la vida, la dignidad del ser humano prevalecen, y, atroces, en los que la maldad en su sentido más profundo se impone.”

Alejandra D’Atri: ¿Por qué elegiste este concurso para presentarte?

FK: Existe una página que se llama escritores.org, que es muy buena: ahí están todos los concursos. Es un laburo: hay que leerse las bases de los concursos, con paciencia. Algunos te limitan por edad, te limitan por donde vivís, por temática, hasta por extensión. No es tan fácil encontrar alguno en el que vos sentís que encajás. Al momento de participar de este concurso, yo ya estaba en la etapa en que tenía quince cuentos terminados, lo cual era coherente con las cien a ciento cincuenta hojas que se requerían.

Miguel Sardegna: Mi pregunta tiene que ver con el premio: pensar en la Fundación Victoria Tapa KON2Ocampo implica pensar en toda una época cultural de Argentina con Borges, con la revista Sur, con María Esther Vázquez, también. Quería preguntarte qué se sentía haber ganado este premio.

FK: La verdad es que nunca lo relacioné con esa época. Para mí es sólo un premio literario. Es haberme dado la satisfacción enorme de que —entre tantos libros de cuentos— elijan el mío. Especialmente porque yo no considero que mis cuentos sean (realmente no lo digo por falsa modestia) nada del otro mundo. Es el primer libro que publico. y que te lo publique una editorial a partir de un premio obtenido, resulta una enorme sorpresa. Realmente, estoy muy emocionado.

Eduardo Poggi: Mencionaste que te pone ansioso esperar el okey de «sí, es un cuento», «funciona» o «no funciona», y después viene la corrección. ¿Cuál de las dos etapas disfrutás más?

MdM: O sufrís menos.

FK: La corrección es más dinámica y llevadera. La etapa creativa es más difícil, que el cuento funcione es muy duro. Uno le pone pasión, y varias noches estás pensando cómo mierda termino este cuento, qué final le pongo, este no va, se me tiene que ocurrir otra idea. Cuando ya lo tenés, la corrección es más mecánica, en la que no te jugás tanto. La parte creativa, para mí, es mucho más difícil.

MdM: Comparado con una casa sería más o menos: qué lindas que quedaron las paredes pintadas. Y de repente, pegás un portazo, y se vienen las paredes a la mierda. Lo más importante es la estructura, después se verá. Como decía Stephen King: “A quién carajo le interesa el estilo”. Sin embargo, es la tarea que más tiempo nos lleva. Por lo menos acá en el taller, porque uno no sabe si el tallerista estuvo trabajando ese texto cinco años. No lo sabés, para vos lo presenta ahí, un cuento de seis o siete páginas. Y después empieza una tarea que dura meses, y a veces, años.

Pablo Forcinito: Dijiste que te costó adaptarte a entender qué era un cuento. Cuando estás por contar una historia (o empezar a contarla), ¿por qué considerás que hay cuento? ¿Dónde está el cuento?

FK: Para mí, hay cuento cuando hay una paradoja, cuando hay un relato que mueve a la reflexión al lector; cuando, además de moverlo a la reflexión, le presenta una situación diferente a lo que ve en lo cotidiano. Vos, Marcelo, lo citaste veinte millones de veces, pero te lo voy a robar: «Si el tipo hace saltar la banca, llega a la casa y toma champán con la mujer, eso no es un cuento». En cambio, si llega a la casa y se pega un tiro pese a haber embolsado millones de dólares, ahí tenés una historia que podría ser cuento. Hay una paradoja, una situación sorprendente: hay algo que merece ser contado.

Entonces, encontrar eso en un cuento es muy difícil, imaginarse al lector que cuando termina diga:”¡Wuau!”. A mí me gusta mucho el juego de la sorpresa, el juego de que el lector al final sienta que había otra vuelta de rosca que él no vio. Y que disfrute, no por haber sido engañado, sino gratamente sorprendido.

PF: ¿Dijiste que empezabas por una escena?

FK: Sí, en general se me ocurre una escena. Recuerdo un cuento incluido en este libro, que elaboré a partir de una situación en la que un detective modifica la escena del crimen con muy sucia intención. Se llama “Cadena de favores”. La escena es tremenda y deseaba escribirla. Lo complicado es redondearlo para se convierta en cuento.

PF: Por ahí sería lo más normal lo que pasa en la escena de un crimen con un detective argentino.

FK: Claro (risas), sería normal, en Argentina sería normal. En el cuento se desarrolla una cadena de hechos corruptos que terminan sorprendiendo.

Pablo Profili: Antes de empezar el reportaje hablabas de tu afinidad o inclinación por los libros. Esa afinidad, ¿la traías de chico o la descubriste de grande?

FK: Yo desde chico leí mucho, tuve un hermano (a quien menciono en la dedicatoria de mi libro) que me prestó en la adolescencia novelas de Herman Hesse, que se leía mucho en aquella época. Mi vieja también es una gran lectora, y yo le robaba novelas. Siempre disfruté de la literatura. Con los años sentí la inclinación por escribir. Había redactado mucho material técnico. Por mi trabajo escribí cantidades de publicaciones y artículos que terminaron siendo una carga, por la estructura lógica, secuencial y esquemática que tuve que olvidar.  Hubo un momento en mi vida que dije: “Bueno, si lo deseo, debo hacerlo”. Busqué un taller literario en Internet, llamé a una escritora (no me acuerdo el nombre), que me trató muy bien pero con mucha formalidad. Me dije que no me atraía que me traten de usted, como una directora del colegio. Le escribí a Marcelo y me contestó con buena onda: “Venite cuando quieras a presenciar un taller”. Lo hice, y me encantó el funcionamiento. Yo quería algo que me diera placer. Toda mi vida hice un montón de cosas que también me dieron placer, pero más que nada movido por la obligación, y en esto hay cero obligación, cero interés económico: esto es puro placer y puro alimento para el alma.

MdM: Esa es una linda frase para terminar el reportaje, me parece. Un aplauso para Fabián (aplausos), con todo lo que significa este libro. Fue una época de trabajo gozoso y sufrido. Cuanto más sufría más gozaba, y cuanto más gozaba más sufría.

 

hd*Fabián Kon es porteño. Se forma en el TC&C desde el año 2009. Su obra narrativa mereció premios y distinciones nacionales e internacionales, siendo las más importantes: Primer premio VII Concurso Internacional «Letras de Oro del Bicentenario» obtenido por su cuento «La bendición»; Primer premio VI edición del certamen Zenobia, organizado por la Universidad de Huelva, con el cuento «Un sabor delicioso»; y el Primer premio del Concurso de Cuentos Victoria Ocampo 2011 con su libro de cuentos Emboscada.

 

 

 

 

One Comment

  1. Adrián Lorea dice:

    ¡Qué buen reportaje!
    Un gran abrazo para el entrevistado. Extraño la expectativa que provocaba el anuncio de Marcelo, cuando los lunes decía: «Hay un cuento nuevo de Fabián». Una hora de entretenimiento y calidad literaria garantizada.

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