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Un chico trans

Por Marcelo Meza *

 

 

Soy un chico trans. Lo descubrí hace poco. Como no tengo tíos ni tías, aquella tuvo la mala suerte de ser hija única y de casarse con un tipo que era como ella: un sin hermanos. Así, con una madre ―una progenitora― como aquella, me siento solo.

Después el tipo desapareció: parece algo familiar esto de ser invisible. Por eso en casa estoy solo.

Los perros no tienen futuro en esta casa maldita. Es linda, la casa, pero es maldita. Maldita como la familia mínima que me tocó. Los gatos son repelidos por la casa, y también por aquella, que se lo pasa trabajando y que se va a la noche al bar. En la tele eso lo hacen los policías arruinados cuando terminan su turno, o las ratas de la noche. Pero aquella no es ninguna de las dos cosas. O quizá sí.

Aquella. Aquella se enoja que la llame como la llamo, y a mí no me importa que se enoje… mientras me vea. Mis vecinos tampoco me ven.

El cuerpo me duele desde que nací, aunque ya estoy acostumbrado al dolor. Lo dije en la escuela, y me mandaron a hablar con otra maestra. Pidieron dos reuniones con aquella, pero aquella nunca puede, “por el trabajo”. Cuando aquella se enoja me señala a la estatua de San Jorge.

―Cortala, que te lleva el diablo ―dice, ahogándose en su saliva espumosa.

Ahora que lo pienso mejor, no señala al santo, sino al monstruoso dragón sometido bajo su lanza. La primera vez que se lo dije a aquella, me voló la cara de un sopapo como un ninja furioso al que un demonio le ha arrancado a toda su familia: con los dedos bien cerrados, bien engarfiados.

Soy un niño trans, ¿qué tiene eso de malo? Hija de puta, no sabe que su rencor mata ángeles, que la oscuridad de sus ojos destruye unicornios y que su falta de caricias me mata a mí. Abrazo a mis ositos, sé que ya estoy grande para muñecos, pero son los únicos que se dejan abrazar.

Soy un niño trans.

―¡Contestame! ―grita al enojarse conmigo por cualquier cosa. Y, cuando le quiero contestar, amenaza―: ¡No me contestés! ―Y vuela otro rápido revés contra mi cara callosa de tanto recibir.

No sabía que “trans” sería una palabra prohibida.

Esta noche, aquella no vino.

Eran pasadas las doce, y yo no podía dormirme sin ver que llegara a casa. Desde la mañana me sentí mal, y, aunque los dolores se fueron, me entró la sospecha de que algo nuevo iba a suceder.

¡Y sonó el ruido de la puerta!

Debe de ser aquella, me dije.

Y, para mi sorpresa, no era aquella. Era un ángel rojo. Un ángel de esos que se llevan a los chicos transparentes como yo.

 

 

  * Marcelo Meza nace el 26 de mayo de 1969 en San Martín, Buenos Aires. Es músico, escritor y counselor.
Desde 2017 lleva adelante Ediciones de la luna, publicando sus propias obras y las del novelista y poeta León Peredo. De los libros editados de Marcelo Meza, los más destacados son: Toscolitio, juguetes de agua (cuentos infantiles), Dodecaedro (doce relatos para adultos), El misterio de la casa doblada (cuento fantástico para niños y preadolescentes), Como dioses en ojotas (su primer libro de poemas). Además ha publicado: La saga de los pájaros, que cuenta con dos partes de una futura trilogía: “Cómo se hacen los pájaros” y “Esos pájaros de menta” (cuento y nouvelle fantástica para toda la familia).

Vive en Ciudad Jardín con su esposa e hija.

Hace dos meses que se está formando en el Taller de Corte y Corrección, aprendiendo a contar con nuevos recursos, herramientas y de manera directa y práctica, con la necesidad de alcanzar un nivel profesional. Todo esto, gracias a la experiencia y ayuda del escritor Marcelo di Marco.

 

 

Ilustración: pintura de Vladimir-kireev, disponible en https://www.deviantart.com/vladimir-kireev/art/George-the-Victorious-2014-468925545

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