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Tarzanito

por María Antonieta Danielo*

 

 

Aunque su nombre real era Juan Carlos, le decían Tarzanito. Ya estaba en cuarto grado, pero seguía pareciendo de Jardín. Sus compañeros lo tenían de punto.

—Che, Tarzanito, decile a tu mamá que te compre una carretilla: tu mochila es más grande que vos… Cualquier día te aplasta…

Tarzanito se fue alejando de los juegos del recreo. A veces se sentaba a la sombra del único árbol del patio, comiendo su manzana y mirando a los otros chicos. Lo sorprendía la patada de un compañero, que se reía mientras le decía:

—Perdoname, Tarzanito, pensé que eras la pelota.

Él no contestaba: apenas miraba al burlador con ojos desolados.

Otras veces, los chicos organizaban juegos con múltiples pelotas de trapo… Al final, todas iban a dar contra Tarzanito, contra su triste carita y su delgado cuerpo. Él  trataba de protegerse y corría a esconderse en el baño, mientras escuchaba las risotadas a sus espaldas.

Las maestras se dieron cuenta y hablaron con los otros chicos y, a pesar de que cesaron un poco las agresiones, Tarzanito se fue retrayendo, encapsulándose. Cada vez más esquivo, en la clase contestaba sólo lo justo, y aunque sus padres fueron a ver a la maestra, no hubo mucho que hacer, más que darle cariño y hablar con él las veces que pudieran y que él lo permitiera.

 

Un día vino al colegio una pareja de mimos: el dúo Esponjita y Firulete. La Directora de Jardín los había contratado, y combinaron con la Primaria para que, por esa vez, asistieran hasta los de cuarto grado.

Tarzanito, en primera fila, observaba deslumbrado a una joven y un muchacho que se caracterizaban delante de los chicos, para que los nenes de Jardín no se asustaran. Los mimos se pintaron de blanco las caras, se pusieron holgados mamelucos de colores, todos remendados; destacaron sus labios y sus ojos; se dibujaron pestañas sobre los párpados y corazones en las mejillas. Al fin, todos vieron cómo Marcela y Sergio se habían convertido en Esponjita y Firulete.

Cuando los actores pidieron la ayuda de los alumnos, ninguno se animó a pasar. Hubo un momento de silencio.

Hasta que, con gran sorpresa de compañeros y maestros, Tarzanito levantó la mano y se puso de pie. Sin decir palabra, sólo con gestos muy graciosos, los mimos le pedían algunos objetos; él les entendía de inmediato y se los alcanzaba con deleite.

Una vez que bajó del escenario, todos vieron cómo su esmirriado cuerpito se convulsionaba rítmicamente de un modo raro.

—Che, mirá —se decían unos a otros los pequeños y los adultos—. Fijate ese pibe, parece otro…

Es que jamás habían oído la risa de Tarzanito.

Una historia de equivocaciones, que era la rutina más fascinante del dúo, hizo reír tanto a Tarzanito que empezó a ahogarse. Pero no podía parar de reírse. Se asustaron, llamaron a la ambulancia.

Si esta se hubiera demorado un poco, Tarzanito habría muerto.

 

Años después, un famoso payaso llamado Tarzanito se dedicó a cubrir las necesidades recreativas de escuelas de niños discapacitados. Lo hacía casi siempre de forma gratuita, aunque muchas veces recibió premios a la solidaridad. Todavía sigue con su obra.

La risa lo salvó para siempre.

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anto*María Antonieta Danielo nació el 2 de julio de 1941, en Bialett Massé, Córdoba. Es maestra, profesora de Música y profesora en Letras; trabajó en la docencia durante cincuenta años.

Actualmente reside en Buenos Aires.

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