Por Gandy Carlos Cruz Campos *
Una mosca tantea el antebrazo de Ana, acabo de descubrirla. Negra y grande, de alas transparentes y ojos rojos saltones, me da la espalda, se frota las patas, y con la trompa le explora la piel. Ana está distraída viendo Confesiones en la tele, y no se ha dado cuenta. Yo sí. Pero no sé cómo decírselo: sigue molesta conmigo y no me habla.
No me habla desde hace dos días, desde nuestra última peleíta, que fue la peor. Y ya le rogué que me perdonase. Pero todo lo que ruego, todo lo que prometo no basta. La vence el orgullo: le hablo, y no me responde; la abrazo, y se queda quieta; la beso, y los labios fríos me paralizan.
Instintivamente, abro la mano y avanzo hacia la mosca. Lento, contengo la respiración: trataré de aplastarla sin que Ana se dé cuenta.
Ella mira hipnotizada la tele y no voltea, no parpadea siquiera. Le encanta ver Confesiones, le encanta ver parejas revelándose secretos que se han guardado mutuamente. La incertidumbre de si seguirán juntas después de sus confesiones la mantiene en vilo. He visto el programa junto a ella, y debo decir que es interesante. Y por supuesto que me he preguntado qué contaríamos nosotros dos si estuviéramos ahí. ¿Qué me confesaría Ana? ¿Qué le confesaría yo? ¿Diríamos que últimamente estamos discutiendo más que de costumbre?
Por culpa de esa situación, Ana no come, no habla, no duerme. Se queda quieta, como ahora, siempre en la sala, en este sofá frente al televisor. Ya ni siquiera viene al cuarto. Las dos últimas noches, me he levantado a apagarle la tele, la cargo a la cama, le hago el amor y, al día siguiente, vuelvo a cargarla hasta aquí. Y otra vez le prendo la tele.
Estoy listo para golpear, pero la mosca se pone alerta, se da cuenta de que voy hacia ella y se queda inmóvil. Se gira hacia mí dando saltitos en el mismo lugar. Ya no mueve la trompa ni se frota las patas. Ahora me observa: tengo la mano abierta, lista para atacar. Me mira desafiante, pero yo golpeo rápido y la aplasto. Golpeo, y Ana ni se inmuta. Sigue viendo la tele y no voltea, no parpadea siquiera. Está quieta, en silencio. Planea algo, lo sé. Va a dejarme, quiere dejarme. Estoy seguro. Es el secreto que guarda, es la confesión que quiere hacerme. Más que a mí, quiere confesar en el programa.
Por eso me pidió que fuéramos, claro. Por eso no habla, no come y no duerme. Y por eso empezó nuestra última discusión. Ella dijo que debíamos ir a Confesiones, y yo dije que no debíamos ir a Confesiones. Entonces dijo que si yo no iba a Confesiones era porque tenía miedo, porque le ocultaba algo. Y yo volví a decirle que no le ocultaba nada. Ella insistió y seguía insistiendo, y dijo que veía la mentira en mi rostro y se puso histérica. No soporta que la contradigan, y en eso nos parecemos mucho. Aunque… ¿a quién le gusta que lo contradigan? Eso sí: a ella no le gusta que la contradigan en lo más mínimo; se pone hiriente, se pone furiosa. Y esa vez no fue distinto: tuve que abrazarla con todas mis fuerzas, tuve que taparle la boca para que no siga acusándome. Forcejeamos y forcejeamos, pero yo la abracé más fuerte todavía y le tapé la boca hasta que terminó de tranquilizarse.
Otra mosca tantea el antebrazo de Ana, y otras más las orejas y la nariz y la boca. Las ahuyento una a una. Las moscas revolotean en círculos y forman una nube negra. Después vuelven a Ana, y vuelven a posársele en las orejas y en la nariz y en la boca. Ella está distraída viendo Confesiones en la tele, y no se ha dado cuenta. Yo sí.
* Gandy Carlos Cruz Campos nació en julio de 1991, en Puno, Perú. Es ingeniero civil y actualmente se desempeña como coordinador de proyectos aeroportuarios en una empresa de consultoría en Ingeniería en Lima.
La literatura es una de sus grandes pasiones y cada día dedica tiempo a leer y escribir. Forma parte del Conciliábulo de Escritores de Lima, donde, mes a mes, comparte lecturas y comenta historias junto a otros entusiastas de la escritura.
Ha participado en talleres de escritura creativa con destacados autores, como Jorge Eslava (Perú) y Luis Lezama Bárcenas (Honduras). En la actualidad, continúa perfeccionando su oficio en el Taller de Corte y Corrección (Argentina), bajo la guía de Nomi Pendzik, Marina di Marco y Marcelo di Marco. Además, publica análisis de cuentos, reseñas y misceláneas en su blog Obra en Construcción.
El cuento “Confesiones” está inspirado en un hecho real: hace tres meses, en Perú, se conoció la historia de un hombre que convivió por más de diez días con el cadáver de su esposa.