Por Francis García Reyes * (Ejercicio de prosa narrativa, devenido fragmento de una futura novela) Por entre los nubarrones negros, el cielo se desangraba. Yo pensé en el apocalipsis que describía la Biblia de mi abuela. Pensé que a mis trece años sería una mierda que llegara el fin del mundo. —¿Se vieron […]
Los fabuladores
Tumba de cartón
Por Adrián Flores Inapanta * Las moscas eran una nube negra en el vestíbulo. Alfredo miró el cuerpo de su padre envuelto en fundas de basura sobre el sillón. Aunque se apretó el pañuelo sobre la mascarilla y evitaba respirar profundo, el hedor de la muerte se colaba en sus pulmones y las arcadas lo […]
Dos palabras
por Mauro Andrés Bocchichio * ¡Mi padre fue un hijo de puta! Yo no quería hablar de esto, te lo juro. Tenía el mate preparado, y estaba listo para sentarme a reflexionar de cosas sin sentido –el mate en soledad se presta para todas estas cuestiones–, en fin… ¡Shhh! ¡No! ¡Momentito! No terminé de […]
Musa
Por Danilo Pineda * Al igual que todos los días, Esteban ocupó la silla del escritorio. Su escritorio. Mientras el computador despertaba, bebió un sorbo de café negro. Dejó que el combustible amargo le recorriera la garganta, y abrió Word. Se tronó los dedos, y los puso sobre el teclado. Observó la página en […]
Por una pelota
Por María Laura Glerean * ―Te toca patear el penal a vos, Silvio ―dijo Enrique. ―Pateá, boludo, que te la atajo. ―Momo se arremangó la chomba, y se agachó flexionando las rodillas. Silvio pateó la pelota, que rebotó en el piso de ladrillos y golpeó contra la ventana de la vecina. ―¡Nooo! ―gritó Enrique. […]
Los días mejores
Por Gabriela Ayala * A veces me dejaban tranquila y se la agarraban con alguien más: con Tania, por boliviana, o con Franco por tartamudo. Igual, el tiempo sin cargadas se me terminaba rápido, y Paula era la peor. Paulita, como le decía la maestra. Y claro, si era su preferida. Era, porque ahora […]
Impiadoso atardecer de agosto
Por Juan Pablo Arrufat * El sol de fines de agosto, que horas atrás penetraba apenas la ventana del cuarto, ya lo encandilaba. Jaime decidió levantarse, por fin. Torpes pasos ―que sin la ayuda del bastón gastado le sería imposible dar― lo encaminaron a la cocina. Puso a calentar la pava del primer mate. […]