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Efemérides

Dibujo

 

 

 

 

 

6 / Muere en 1880 Estanislao del Campo.

7 / Nace Albert Camus en 1913.

9 / En 1817 San Martín ordena crear en Mendoza la escuela para niñas de la Santísima Trinidad.

10 / Nace en 1834 José Hernández.

11/ Nace Fedor Dostoievski en 1821.

12 / Nace en 1651 Sor Juana de la Cruz.

13 / En 1850 nace Robert Louis Stevenson.

14 / En 1983 Rafael Alberti gana el Premio Cervantes.

15 / Adolfo Bioy Casares recibe el Premio Cervantes en 1990.

16 / En 1922 nace José Saramago.

17 / En 1875 muere Hilario Ascasubi.

19 / En 1919 se estrena en el Teatro Nacional M´hijo el dotor, obra que hizo famoso a Florencio Sánchez.

21 / Nace en 1694 Voltaire.

25 / En 1562 nace Lope de Vega.

28 / Nace William Blake en 1757. En 1924 se publica La montaña mágica, de T. Mann.

 

 

Destacada del mes

 

30 / En 1835 nace Samuel Langhorne Clemens, conocido por el seudónimo de Mark Twain.

 

 

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«Ya estaba trazando su porvenir, deslumbrante y esplendoroso. ¡Cómo llenaría su nombre el mundo y haría estremecerse a la gente! ¡Qué gloria la de hendir los mares procelosos con un rápido velero, el “Genio de la Tempestad”, con la terrible bandera flameando en el mástil! Y en el cenit de su fama aparecería de pronto en el pueblo, y entraría arrogante a la iglesia, tostado y curtido por la intemperie, con su justillo y calzas de negro terciopelo, sus grandes botas de campana, su tahalí escarlata, el cinto erizado de pistolones de arzón, el machete, tinto en sangre, al costado, el ancho sombrero con ondulante pluma, y desplegada la bandera negra ostentando la calavera y los huesos cruzados, y oiría con orgullo y deleite los cuchicheos: “¡Este es Tom Sawyer el Pirata! ¡El terrible Vengador de la América española!». (Las aventuras de Tom Sawyer)

El problema del narrador

«Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza».

Así comienza «Las ruinas circulares», cuento en el que Borges hace un uso maravilloso del narrador. Él mismo confiesa, en «Cómo nace un texto» (http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/borges4.htm), que la persona del narrador es un problema a resolver. Y, como se trata de una cuestión no menor para los escritores, todos nos lo preguntamos. La siguiente nota surgió a partir de una conversación en el Facebook del Taller de Corte y Corrección (https://www.facebook.com/groups/125237140918420/?ref=ts&fref=ts). Fue generada por una pregunta de Adrián Granatto.  La presentamos así, como conversación, para no quitarle su sabor dialógico.

 

Adrián Granatto: A ver si llegamos a una conclusión: pros y contras de escribir en primera persona.

  1. Nos quedamos sólo con la opinión del personaje principal…¿Otras?

Pablo Luis Profili: No solamente la opinión. toda la acción gira sí o sí sobre el narrador en primera persona. Lo que acontece por afuera de él, nos llega relatado de manera indirecta.

Adrián Granatto: Todas contras, hermano. Tiren una buena, por Dió…

Pablo Luis Profili: No son contras, ¡no fue mi intención! Más aún: la primera persona me gusta, da una sensación de cercanía, de intimidad con el lector, hasta te diría de confidencialidad. Pero bueno, como cualquier otro punto de vista, presenta virtudes y defectos.

Marcelo di Marco: Pros de la primera persona:
1. La acción es más verosímil cuando la escuchamos de labios del narrador de carne y hueso. Esto se da, claro, cuando el personaje es de carne y hueso y no de papel y tinta.
2. El relato, si se sostiene la voz de ese narrador, es más unificado y redondo. Más coherente y cohesivo.
3. El lenguaje dependerá del nivel de lengua del narrador, y eso ayuda al enmascaramiento que todo buen artista pretende.

Contras de la primera persona:
1. Nos perdemos al narrador omnisciente en tercera persona, con toda su batería de voces, registros y resonancias. En esto, olvidate de todo lo que aprendiste sobre el punto de vista (desde la tercera). Cero lucimiento al respecto.
2. Sólo podemos contar lo que el narrador ve o testimonia. En un momento de VELS, el narrador se desmaya durante un buen rato, pero igual me las arreglé para que se enteraran él y el lector de lo que pasó mientras duró ese hiato.
3. Se corre el riesgo de caer en la monotonía, cuando la voz, en lugar de unificada es uniforme.

Espero haber dicho mucho con poco.

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Adrián Granatto: Justo estoy en la parte del desmayo. Sin que me tomen de chupamedias, la escena de los gemelos contando el secuestro de los próceres, y la imagen de todos ellos haciendo fila para el baño con Urquiza fumándose un pucho… Una genialidad.

Daniel Echeverria: Brillante intervención, Di Marco.

Efrain Cardozo: Una pregunta, no creo que se salga del tema. Si la historia en primera persona la narra alguien con el vocabulario muy extenso, digamos un profesor doctor y demás en la lengua, de seguro se expresará de mejor forma en su narración que de la forma que llegaría a hacerlo un adolescente; pero digamos que este adolescente escribe igual sus escritos, por así decirlo: sus últimos escritos, no con un vocabulario muy extenso. Entonces el libro ¿deja de ser libro? ¿No perdería concordancia que al libro le pongamos palabras que ese adolescente nunca llegó a aprender?

Julieta Cejas Martinez: ¡Aguante la tercera!

Pablo Luis Profili: Efrain, no me quedó muy clara tu pregunta. ¿La historia la escribiría alguien con un determinado nivel de estudios —un académico, por ejemplo? ¿O el narrador y protagonista es un académico relatando sobre un adolescente?

Efrain Cardozo: Hay ventajas en escribir en primera persona, como dijo Marcelo di Marco: “1. La acción es más verosímil cuando la escuchamos de labios del narrador de carne y hueso. Esto se da, claro, cuando el personaje es de carne y hueso y no de papel y tinta”. Pero digamos que la historia va narrada en primera persona y trata de un niño huérfano con poca educación (es sólo un ejemplo), nunca estuvo en contacto con un libro, y aun así, en sus últimos días de vida tras haber pasado calamidades, deja sus últimos escritos: “El libro”. Y en este, no utiliza palabras que nunca llegó a conocer… (¿y de ahí volvemos a la pregunta que hice arriba?)

Pablo Luis Profili: Tal como creo haber aprendido en estos años del TCYC, el lenguaje del narrador se debe adaptar al protagonista.

Efrain Cardozo: Es a ello a lo que me refiero… A mí me gusta escribir en primer persona, por el punto 1 que señaló Di Marco. Entonces… ¿ponerle al libro palabras que el protagonista nunca llegó a aprender estaría mal?

Pablo Luis Profili: Y sí, ya que el texto perdería credibilidad, verosimilitud.

Efrain Cardozo: Muchas gracias por quitarme la duda… Creo que dormiré tranquilo esta noche. Saludos y buenas noches (lo digo por que para mí es tarde).

Pablo Luis Profili: Digamos que se le vería la “costura” al texto, se notaría al narrador, o al escritor, para ser más claros, escribiendo lo que dice el protagonista. ¡Espero haberte sido útil en algo, Efraín! Un abrazo.

Efrain Cardozo: Sí, usted y todos los comentaristas de arriba; un saludo, e igualmente, un abrazo.

Cristian Acevedo: Cito a Abelardo Castillo: “Un buen cuento es una historia contada de la única manera posible”. Creo que uno debe decidir (aunque muchas veces no es algo que uno decida) cada vez, ante cada relato.

Cristian Acevedo: Del cuento breve y sus alrededores, Cortázar: “Hace muchos años, en Buenos Aires, Ana Maríafinal-del-juego Barrenechea me reprochó amistosamente un exceso en el uso de la primera persona, creo que con referencia a los relatos de Las armas secretas, aunque quizá se trataba de los de Final del juego. Cuando le señalé que había varios en tercera persona, insistió en que no era así y tuve que probárselo libro en mano. Llegamos a la hipótesis de que quizá la tercera actuaba como una primera persona disfrazada, y que por eso la memoria tendía a homogeneizar monótonamente la serie de relatos del libro.”

Analía Pinto: La primera persona tiene pros y contras, como todo… Me parece que en cuestiones de escritura no se puede ser esquemático porque todo depende de lo que se quiera hacer, de lo que se quiera contar, de lo que la historia necesita.

 

Mucho trabajo

por Paula Jansen*

 

Frío, otra vez  frío. Cómo odio el invierno y los recuerdos helados que me  penetran. Que me queman sin piedad cada articulación, cada hueso. Cada intento de hacer algo distinto con mi vida.

Todas las mañanas de invierno, Catalina se somete al mismo ritual: carga el changuito con mate cocido, café, caldo y vasos de telgopor. Y sale a recorrer el barrio.
Le ofrece amablemente algo calentito a cada persona que ha dormido en la calle.
―Para soportar el frío ―les dice.
La carcome pensar en toda esa gente viviendo a la intemperie, con cero grado y sin techo.
Ella los entiende más que nadie.

Mami, tengo frío, mucho frío.
Catalina, Fede, vengan con mamá. Acurrúquense conmigo. 

Los vagabundos la conocen a Catalina, la esperan. Y ella jamás falta.  Muchas veces le piden mantas, frazadas. Y Catalina las consigue o las compra. Ahora le sobra dinero. La herencia de su padre le permite comprar. Comprar para alivianar el frío de ellos, el frío de ella.
Al menos de algo sirvió ese hijo de puta, se dice. Si te levantaras de la tumba, papá, te morirías otra vez viendo tu plata desparramada entre todos los linyeras de Flores. Cómo me gustaría verte la cara. Todo llega en la vida, papito. Amarrocaste hasta el último centavo sin pensar en nadie, en nadie más que en vos mismo. Ni siquiera nos pasabas la cuota de alimentos. Y nosotros dormíamos en la calle mientras vos te destapabas en tu cama calentita. Cómo podías dormirte tranquilo en ese palacete con loza radiante mientras tu hija, tu hijo y tu exmujer deambulaban de plaza en plaza sobreviviendo gracias a la limosna, con la escarcha hasta el culo.
Catalina religiosamente llena los termos con la simple ilusión de que ese acto solidario le brinde paz. Busca eludir esos recuerdos que vuelven y vuelven cada invierno. Busca silenciar esa voz helada, esa voz sin fuerza que la hunde en la oscuridad. Una oscuridad que da pavor.

 

"The ligthning", de Alexandre Antigna

«The ligthning», de Alexandre Antigna

 

Mami, tengo frío. Tengo hambre, tengo miedo…

Catalina reparte los vasos mano en mano, pero se cuida muy bien de no mirar a esos cirujas: lee en sus ojos, los conoce. Puede  adivinarles el cansancio, el malestar. El desamparo y el rencor. Ante todo, puede adivinar el frío que los recorre. Ese frío extremo que ella misma jamás logró arrancarse de las tripas. Ese frío que le trae pesadillas cada noche. Ese frío que le quitó lo que ella más quería.

¡Fede, Fede! ¡Mamá! Despierten.
Y ellos no responden…
 
Pero una mañana de recorrida, Catalina divisa entre los vagabundos a una chica joven. Se acerca a ella para alcanzarle té, y se sobresalta con un nene que sale de entre el revoltijo de mantas. Ese imprevisto no le da tiempo a nada, se encuentra frente a frente con la criatura. Se encuentra frente a esos ojos negros, intensos, profundos, marcados por la flacura de su cara. Ojos de frío.
Ojos idénticos a los de Fede, a los de su Fede.

Fede, mi chiquito, te acurrucás en mi cuerpo para entrar en calor. Pero igual te siento tiritar.
Tu sollozo por las noches. Tus labios morados. Tu respirar agitado. Tus ojos de hielo.
 

Desconcertada, Catalina observa a ese chico de ojos profundos. Es tan… tan igual a Fede.
Ahora esos ojos vuelven a ser parte de ella.
Debo hacer algo definitivo, se dice. Algo que termine con el frío de una vez por todas. Ya no quiero vivir así.

¡Fede, Fede! ¡Mami! 

 
Amanece. Catalina dispone los termos.
Un hecho inédito en ella: ha logrado dormir profundamente toda la noche, y sin pesadillas.
Prende la radio para oír la temperatura, sensación térmica: menos dos grados. Debe abrigarse.
El resumen de noticias. Macabro hallazgo en Plaza Flores:diez indigentes amanecieron muertos. Entre ellos, un menor.
Catalina se queda quieta, escuchando. Y sonríe aliviada: una vez más, su plan ha dado resultado.
Recuerda aquella otra noticia de un invierno lejano: Descubren muertos en Plaza Las Heras a un menor y a su madre.
Catalina, que años atrás había salvado a su familia, ahora contaba diez libertados más.
No más frío, se dice.
La espera mucho trabajo por delante. Otros barrios, otras plazas.
Mucho. Mucho trabajo.

 

Paula Jansen*Paula Jansen nació en Buenos Aires. Empezó a escribir poesía siendo adolescente, y con el tiempo se volcó a la narrativa.
Es licenciada en Psicología y Relaciones Públicas. Participa activamente en la ONG Lusuh (Lucha Contra el Síndrome Urémico Hemolítico).
Publicó en el blog Breves no tan Breves. En 2014, participó en la antología Cinco mujeres y otra cosa, editada por La Letra Eme.
Actualmente escribe artículos para la revista Nuestro Country, del Country Banco Provincia, y está trabajando una novela. Su blog se llama La vida breve.

 

 

Tres poemas

por Analía Pinto*

 

Apenas ameba

 

Este zoológico soy yo, la fauna del cielo en las jaulas del alma”.

Felipe García Quintero

Yo quería ser una pantera

que en la sigilosa viscosidad de la noche

atrapara su corazón

y nunca lo devolviera

 

Yo quería ser una brava leona

haciéndoles frente a los cobardes

a los buitres

a todas sus plumas ensangrentadas

Foto retocada digitalmente. Artista: Estelle  Chomienne

Foto retocada digitalmente. Artista: Estelle Chomienne

 

Quería ser una fría serpiente

no sentir nada

emitir sólo hórridos chillidos

 

Yo quería ser una gacela

correr más rápido que todos

no dejar que nadie nunca me alcanzara

 

Yo quería vestirme de jirafa

volverme elefanta

hacer piruetas

tener la casta prudencia de las cebras

 

Yo quería ser potranca

cabalgar ida y vuelta hasta el infierno

doblar herraduras

no temerle a nada

 

Ni siquiera crisálida

mucho menos oruga

apenas ameba

he sido

 

 

 

Ciclamen

 

“Mi única arma mi único sostén son mis uñas violetas como el ciclamen”

Odysseas Elytis

no hay más sostén ni armas:

de la suavidad de su espalda quedó apenas este verso

de los largos cabellos que acaricié sin tregua

quedó sólo un vago resplandor en la pupila

de las manos que se ofrendaban como el ciclamen

no quedan ni siquiera las espinas

del luto que guardé por un corazón estremecido

del pecado que cometí con sus ojos

del aguardiente que derramé

de las horas que me cosieron a sus tramas

de las injurias y los lamentos

de la música que me enloquecía

y me transformaba en una bacante

en la más fiel de las posesas

 

no queda nada


 

Fiesta umbría

 

“lamer el tibio umbral, como un perro perdido”

Amelia Biagioni

 

 

lamer las sombras

las piedras que formaban su nombre

el montículo aniñado de sus gestos

lamerlo todo

como un perro repasando sus heridas

un animal perdido en una selva imposible

una jungla de bruscos pesares

que a su sólo contacto renaciera

y que ningún idioma pudiera nombrar

 

lamer su nombre

perder el mío

abrevar en el mar que late impasible

debajo de mis dientes

junto a todas las cenizas

que dejó su música

la umbría fiesta de los sentidos

el animal perdido en su propia carnadura

 

 

Pintura de Jack Vettriano.

Pintura de Jack Vettriano.

analia pinto*Analía Pinto (Argentina, 1974). Escritora, poeta, editora. Actualmente cursa la licenciatura en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata, donde se desempeña en el Servicio de Difusión de la Creación Intelectual. Publicó Peaches en Regalia (2008) y dicta talleres literarios desde el 2010 en diversos ámbitos platenses.

En FIN ya hemos publicado su artículo «Por qué no me gusta Saer».

Efemérides

 

Dibujo

 

 

 

 

2 / Nace en 1904 Graham Greene.

3 / En 1714 se crea la Academia Española de la Lengua.

4 / En 1582 muere Santa Teresa de Ávila.

8 / En 1927 muere Ricardo Güiraldes.

11 / En 1983 William Golding obtiene el Premio Nobel.

12 / Nace en 1896 Eugenio Montale, Premio Nobel en 1975.

14 / En 1536 muere Garcilaso de la Vega.

16 / Nace en 1854 Oscar Wilde.

15 / Nace Virgilio en 70 A.C. En 1923, Ítalo Calvino.

17 / Nace en 1915 Arthur Miller.

18 / Nace en 1957 Marcelo di Marco.

19 / Nace en 1899 Miguel Asturias.

21 / En 1886 muere José Hernández. En 1929 nace Héctor Tizón.

25 / En 1956 Juan Ramón Jiménez gana el Premio Nobel.

30 / Nace en 1871 Paul Valéry. En 1885, Ezra Pound. Y en 1910, Miguel Hernández.

 

Destacada

 

7 / En 1849 muere Edgar Allan Poe.

 

“[…] And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
on the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
and his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming.
And the lamplight o’er him streaming throws his shadow on the floor;
and my soul from out that shadow that lies floating on the floor
shall be lifted… nevermore!”.  (The Raven)

 

Ilustración de Gustave Doré

Grabado de Gustave Doré

¡Feliz cumpleaños, FIN!

por Nomi Pendzik

 

Ayer, exactamente el 29 de septiembre de 2014, se cumplieron diez años desde que —bajo la amorosa advocación de los Santos Arcángeles— Diego Ruiz y Marcelo di Marco fundaron FIN, nuestro periódico cultural.

Y durante la década, este proyecto conjunto de elaleph.com y Taller de Corte y Corrección les dio un lugar a numerosos escritores pertenecientes a nuestra escudería —incluso tenemos el orgullo de saber que, para muchos de ellos, el texto que aparecía en FIN era su primera publicación—. Es que un escritor produce para los demás; si su escrito queda guardado en un cajón o ha sido leído solamente por sus allegados, pierde su poder. Un escritor necesita llegar a sus lectores. Por eso el periódico: para que, mediante el trabajo de edición, el escritor que se inicia descubra las últimas etapas del proceso que siguen los textos antes de ser publicados. Cuántas revisiones, cuántas notas fueron y vinieron entre el autor y los redactores, hasta que quedaron bruñidas y redondas, listas para salir. Y además, una publicación en la web asegura, de algún modo, una cantidad de lectores más extendida en el tiempo y el espacio.

En función de la multiplicidad de intereses de los miembros de nuestra comunidad, fueron apareciendo notas muy diversas: desde biografías de artistas hasta críticas de libros o películas, desde reportajes a escritores hasta comentarios sobre presentaciones de libros, desde cuentos y poemas hasta ensayos que reflexionan sobre el arte y la vida en general. Parafraseando a Terencio, nada de lo humano nos es ajeno a los escritores.

Por eso, aprovechamos para convocarlos: envíennos sus artículos, cuentos, poemas, entrevistas… Háganlo incluso si tienen ideas para comunicar y no se les ocurre cómo. Escríbannos a la Secretaria de Redacción, Mariláu Sánchez (marilausnchez@gmail.com), o a mí (npendzik@fibertel.com.ar), que estamos dispuestas a ayudarlos en ese camino.

Agradecemos a todos aquellos que, de una u otra manera, han hecho posible nuestro FIN. En especial a Diego Ruiz, el anfitrión, webmaster de elaleph.com; a Ariel Mazzeo, primer director del periódico; y a los autores que han prestado su escritura y su talento para hacer de este medio un masivo órgano de difusión de la buena literatura.

Según el editorial de presentación firmado por Marcelo di Marco, FIN fue creado con el explícito propósito de “entregarles a los habitantes de la web una publicación que los informará con lealtad y honestidad intelectual, promoviendo constantemente a quienes apuestan por el mejoramiento de la persona humana”. Y doy fe de que, durante todo este tiempo, con pasión y con trabajo, eso fue lo que procuramos hacer. Y lo que seguiremos haciendo.

 

 

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Escultura de papel de Su Blackwell.

 

 

 

Lo que me pasó en El mundo de afuera, la novela de Jorge Franco

por Fernando Daniel Bravo*

 

Me acerqué a la novela El mundo de afuera, ganadora del XVII premio Alfaguara 2014, no para entretenerme con una buena lectura. Lo mío fue distinto desde el principio.

La noche del martes 19 de marzo de 2014, Jorge Franco —su autor—, yo y otros ochocientos setenta autores dispersos por el mundo hispano, seguramente no dormimos. Al mediodía del miércoles 20, y con 21º de temperatura en Buenos Aires, yo transpiraba ante la transmisión del Alfaguara en directo desde Madrid. Dos veces dijeron el veredicto. Dos veces lo tuve que oír para lograr entender lo que había sido obvio desde el primer momento: yo no era el ganador.

Es lógico, pensé, un jurado tan ilustre, encabezado por Laura Restrepo, jamás iba a premiar a un absoluto desconocido como yo, a un ingeniero que tan tardíamente recordó su vocación por la escritura. Y que sin haber publicado ni siquiera un miserable cuento en un blog, de puro osado había postulado su opera prima nada menos que allí, en el premio Alfaguara, uno de los principales del habla hispana. Esos galardones que reparten tanto dinero, sospeché, deben estar arreglados de antemano.

Entre estos pensamientos, apareció en la pantalla la entrevista que los miembros del jurado le hacían desde Madrid a Jorge Franco, sentado ante las cámaras en Colombia.

—¿Cómo surgió esta historia? —le preguntaron después de algunos elogios—. ¿El castillo que aparece en la novela es real?

—Sí, es real —respondió—. Cuando era niño, en mi barrio de Medellín, había un castillo que veíamos desde el lindero. Se trataba de una construcción medieval alrededor de la que se tejieron mitos. Se decía, por ejemplo, que allí murió una princesa, y que su padre había embalsamado el cadáver sentado al piano.

En esa interesante entrevista me enteré de la trayectoria de este colombiano de 1962. Autor de cuentos y novelas tales como Mala noche, Rosario Tijeras —traducida a más de quince idiomas y llevada al cine—, Paraíso Travel —también llevada a la taquilla colombiana—, Melodrama (2006) y Santa suerte (2010). Fue ganador de muchos premios nacionales e internacionales.

Apagué la transmisión y volví a mi mediocridad.

Pero recordé ese momento durante todo el año.

Hasta que una noche del mes de julio, merodeando entre las novedades de una librería, me topé con una inmensa pila:

—¿Ya salió? —y agarré un ejemplar.

Me gustó la portada: entre flores grises, se perfilaba el rostro de una niña de ojos topacio, con una abeja en la frente. El corazón me retumbaba.

El mundo de afuera tapa

Aunque lo compré, me lo llevé a casa como si fuera un ladrón. Lo dejé unos días sobre la mesa, pensaba en cómo haría el abordaje. Yo iba a desentrañar el misterio, frotaría la lámpara y atraparía al genio, y le haría confesar todos los secretos —que él supo y yo no— para ganar el premio. Y me quedaría con esa fórmula mágica, se la robaría.

Así, una tarde de lluvia, haciéndome sonar los nudillos, frotándome las yemas de los dedos, me dispuse a abrir la caja fuerte de “El mundo de afuera”, de Jorge Franco.

En la primera página tuve que detenerme:

“A Valeria, mi mundo de adentro”.

Esa dedicatoria quedó sonándome como la nota aguda de una copa de cristal. No podría haberlo dicho mejor, pensé.

Desde allí hasta el final, el genio de la pluma no se cansó de danzar entre las palabras. Generoso y abierto, desplegaban en el papel todos los secretos.

En mi opinión, para el escritor novato, ávido de conocimiento estilístico, El mundo de afuera es suculento y novedoso.

De entrada se percibe un relato no lineal de los hechos. La narración no va desde el pasado hacia el futuro. Sino todo lo contrario. Es circular, envolvente, desarrollada a medida que la historia lo requiere.

En la primera hoja de la novela, mediante el Boletín Informativo Nº 034 de las Fuerzas Militares de Colombia, el lector se informa del secuestro de un tal Diego Echavarría Misas. Y dando vuelta la página, arranca el capítulo 1 con una escena familiar de cuento de hadas, situada en un castillo en Medellín poblado de sirvientes. En su limusina llega Don Diego, un pater familias, y lo recibe en el jardín su principesca hija Isolda que corre a abrazarlo junto con su esposa Dita. En el siguiente capítulo, Don Diego, viejo y flaco, sentado en el catre de una pocilga, mantiene un diálogo sórdido con su raptor, el Mono Riascos, un extraño lumpen de sexualidad ambigua. Y así, yendo y viniendo en el tiempo y el espacio —Medellín, Berlín, Santa Elena— se construye, envolvente, el relato de este penoso secuestro.

—¿Usted escribe para un lector ideal? —le pregunté a Franco cuando se abrió la rueda de preguntas en el acto de presentación del libro, acá en El Ateneo— ¿Piensa en una persona concreta o imaginada a quien le escribe?

—No —contestó con mirada sincera debajo de sus cejas prominentes—, no tengo en mente un lector ideal. No imagino que le escribo a una persona concreta de tal o cual edad, condición social o económica. Eso no. Pero soy muy respetuoso del lector, lo tengo siempre presente.

Jorge Franco

Se percibe en la novela ese respeto, riguroso y permanente: las escenas contienen los detalles necesarios para ubicarlas en el contexto cronológico y geográfico. No quedan cabos sueltos, todo cierra, tarde o temprano, la trama queda sellada y resuelta.

Esa atmósfera envolvente involucra al lector, que no puede permanecer ajeno. No se trata de una historia narrada simple y directamente. Es una historia inducida en la imaginación.

Dice en un momento de la novela: “Para nosotros, ir a Europa es como ir a la Luna, y ellos —Don Diego y familia— van cada año como si fuera allí nomás… Lo de ir a la Luna lo digo porque todos queremos ser astronautas desde el mes pasado, cuando un hombre pisó por primera vez la Luna frente a nuestros ojos pegados al televisor.”

Entonces uno se pregunta: ¿cuándo fue eso? Agosto de 1969. Claro, el Boletín Informativo de las Fuerzas Armadas Colombianas tiene fecha de 1971. La historia empieza dos años antes que el secuestro.

De esta manera el lector participa, piensa, completa las escenas, ubica, se da cuenta. No es un espectador ante una película obvia. Está invitado a ser un recreador.

—¿Y por qué esta  novela? —le preguntó la presentadora en El Ateneo.

—A veces —dijo Franco como a punto de sonreír, pero sin perder la  seriedad— se mitifica al escritor. Yo escribo porque me gusta contar historias. Cuando niño me gustaba que me contaran historias. De grande, busqué desarrollar esta vocación en el periodismo y el cine, pero el estrés de las producciones, de la tecnología, de los presupuestos, me fastidiaban. Lo mío era la literatura.

Y es eso: El mundo de afuera es una novela entretenida, con ritmo, humor, es redonda, atractiva. Es cierto que no tiene la gravedad de las trascendentes obras literarias de otros tiempos. Y no creo que apunte a ello. Leí algunos comentarios en internet que la tildan de superficial, que deja un regusto indefinido, que se queda por la mitad, que los personajes “dan para más”.

Creo que en parte es cierto, porque la historia tiene todos los ingredientes: un castillo, una princesa, un hecho policial, un romance, algo de magia, personajes de todas las condiciones morales y sociales. Hasta un detective paranormal. Tal vez por eso, por las expectativas que genera este cóctel, algunos lectores se hayan sentido defraudados.

No es mi caso. Yo la leí con gusto y placer. Mis ojos de escritor absorbían los secretos.

—¿Corrige? —le pregunté al arrimarme a la mesa para que me firmara un ejemplar— ¿Corrige solo, o con otra persona?

—¿Cómo es tu nombre? —dijo y me estiró su mano, y me presenté como escritor aspirante al premio que él había ganado.

Al estrecharla percibí a una persona refinada. Franco tiene ese aspecto: sociable, entretenido, sincero.

—Sé perseverante —me aconsejó en tono amistoso—. Preséntate a los concursos. Yo hace catorce años estoy en esto.

Yo recién empiezo, pensé, y se lo dije.

—Corrijo, sí, claro —continuó—. A veces estoy tan metido en la historia, que necesito una opinión objetiva y por eso corrijo con otro. Creo que es necesario.

Y a la vez que decía esto, escribía: “Para Fernando, con mi afecto de colega. Jorge Franco. Agosto 20/14”

Volví a mi casa con el mismo libro que una vez había traído como un ladrón. Pero esta vez lo hacía con orgullo. Él, Jorge Franco, el premio Alfaguara 2014, me había llamado “colega”.

Así fue para mí El mundo de afuera: un importante episodio en la aventura de hacerme escritor.

 

Fer Bravo  * Fernando Daniel Bravo nació en Buenos Aires; es ingeniero industrial.  Su pasión por las letras logró limar las rejas de los números y ver la libertad recién en el 2010, ya con más de cuarenta años. Desde entonces participa en el TCyC, escribió algunos cuentos y una novela titulada Balcones. Sus amores en literatura son Ray Bradbury, Boris Vian, Mario Vargas Llosa; en cine, Alan Parker; en música, Pink Floyd, Seguei Rachmaninov; en teatro: Antón Chéjov, Alejandro Casona; en óleos, Vincent Van Gogh, Rembrandt; en arquitectura, César Pelli.

 

 

Quién es quién en el Taller de Corte y Corrección

 Hoy responde…

 

Diana Biscayart

Diana Biscayart

 

 

 

 

¿Cuáles son tus autores preferidos en literatura, cine y música?

En literatura, mis preferidos son: José María Gironella, Orlando Figés, León Tolstoi, Howard P. Lovecraft, Thomas Mann, Yukio Mishima, Federico Schiller, James Joyce, Manuel Mujica Láinez, Gabriel García Márquez, Eduardo Gudiño Kieffer, Julio Cortázar, Roberto Bolaño, Mika Waltari, Günter Grass, Marcelo di Marco, Ernesto Sabato, Hermann Hesse, Vladimir Nabokov,  Jorge Luis Borges, Dmitri Merezhkovski, Gustav Meyrink, Jan Dobraczynski, Hermann Hesse, Thomas Edward Lawrence, Sándor Márai, Franz Kafka… y tantos otros que no enumero porque no terminaría el cuestionario.
En cine: Robert Redford, Meryl Streep, Peter O’Toole, Peter Strauss, Alan Alda, Omar Sharif, William Holden, Alec Guinnes, Harrison Ford, Brad Pitt, Meryl Streep y los directores Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Ridley Scott, Clint Eastwood, Tim Burton… y reitero lo escrito arriba. Muchísimos más son mis preferidos.
En música: Mozart, Wagner, Beethoven, Mussorgsky, Maurice Jarré. Y la ópera en general.

 

¿Qué libro/s estás leyendo en este momento?

Los que susurran y La Revolución Rusa, de Orlando Figés.

 

¿Qué cinco títulos crees necesarios para la formación del escritor?

¡Qué problema! La Santa Biblia: los de di Marco, en Taller de corte y corrección; los cuentos de Mujica Láinez; los cuentos de Lovecraft; la poesía completa de San Juan de la Cruz; poesía, mucha poesía. Un poeta no tiene por qué ser narrador, pero el narrador tiene que ser un poco poeta.

 

¿Qué publicaste ya en medios electrónicos y/o en papel?

Dentro y fuera de mí. Viajes (Gaglianone, 2000);  El Inmortal sin sombra (novela que fue elegida como una de las diez obras finalistas del Concurso Planeta de Barcelona, 2005); En el 700ª aniversario de la Confederación Helvética (Los Cuatro Vientos, 2007); El Golem – Crónicas de un inmortal sin sombra (medio electrónico); Instituto Biológico Argentino – Cien años de historia (Adast imp., 2008); muchos cuentos y ensayos en diversos periódicos: La Nación, revistas Perfil y Letras, de Buenos Aires; La Opinión, de Rafaela, El Mercurio, de Perú.

 

¿En qué te está ayudando más tu participación en el Taller de Corte y Corrección?

Estilo. Corrección de estilo y aprender a tachar lo que no sirve.

 

¡Muchas gracias, Diana!fin

A tres años de la publicación de la novela: dos versiones sobre Victoria entre las sombras, de Marcelo di Marco

Sugestión y leyendas urbanas en Victoria entre las sombras

Por Andrea V. Luna *

 

A veces, la realidad extrema, el trauma, la adrenalina, el dolor, la corta edad, crean mundos de ensueño que van más allá de los sentidos. Lo que comienza siendo una travesura asociada con la idea de irse de casa, tan común en muchos preadolescentes, termina en una aventura impensada en la que nada es totalmente cierto ni totalmente mentira. ¿Hasta dónde la percepción de lo cotidiano es manipulable con el modo en que nos han contado las leyendas urbanas que pueblan nuestro entorno? Victoria entre las sombras, de Marcelo di Marco, nos manipula los sentidos desde el comienzo: el lector se adentra en la mente de un jovencito al que la sugestión y la realidad, cruda y sucia, lo llevan a tomar decisiones que lo pondrán ante el mayor peligro de su vida. ¿Será capaz de decidir con la mente o con el corazón? ¿Cómo se construye un héroe, uno de verdad, uno de carne y hueso que camina por las playas de Mar del Plata y tiene miedo de su propia sombra?

El caudal de violencia tan real, tan cotidiana que hasta nos parece inverosímil, aviva los temores insertos en el lector en lo más profundo de su espíritu y, cuando cree que todo está perdido… puede estar peor. No todos los jóvenes están descaminados, aunque la sociedad los crucifique y, en esta novela, el autor sienta las bases de un nuevo modo de ver las cosas, uno en que busca con desesperación ese dejo de esperanza que todos llevamos en el alma.

Una novela para valientes, sin dudas.

 

10665924_10202634594882961_1026626133577217536_n * Andrea V. Luna es argentina, profesora en Letras recibida en la Universidad Nacional de La Plata y escritora de relatos fantásticos, con siete títulos publicados hasta el momento en www.marcelmaidana.com y www.nuevaeditoradigital.com. Codirige con Mariela Villegas R. (www.issuu.com/luzde2lunas) la revista literaria Luz de dos lunas, coordina y produce el programa “Café entre libros” para www.launiversalradio.com, es columnista de www.revista-nr.com, y dirige la revista escolar “M8 La Revista” (www.issuu.com/eem8).

Blog personal: http://andreavluna.blogspot.com
Facebook: www.facebook.com/andreavlunaescritora
Twitter: @andreavluna_

 

Victoria-entre-las-sombras

Un título que ataba interrogantes y especulaciones en mi curiosidad de lectora

Por Graciela Amalfi **

 

Comenzar a ir a los talleres de Marcelo di Marco y no conocer esta novela, cuya segunda edición está por agotarse, sería imperdonable.  No me lo permitía yo misma, por lo que —literalmente— corrí a comprarla un domingo de lluvia, dos meses atrás.

Y bien valieron la pena la lluvia, la corrida y el domingo.

Una historia que me atrapó desde las primeras  palabras: “Salté de la cama…”

Desde el vamos, intuí que sería dinámica y me llevaría a recorrer un mundo lleno de desafíos, aventuras y… sombras.

Sencilla en su narración, usa un lenguaje cotidiano, que de tan simple penetra hasta las vísceras. El punto final de un capítulo me abría la puerta para continuar con el siguiente.

No suelo leer “de un tirón” un libro, pero con Victoria entre las sombras lo hice. Logró abstraerme del resto del mundo: lo empecé a leer en el auto (ni bien lo compré, no manejaba yo), lo seguí en el Hospital Británico mientras operaban a una amiga (en medio de los nervios inherentes al caso), seguí en un par de cafés (en donde hago tiempo cuando ando lejos de casa y tengo que hacer trámites por el centro) y lo terminé en el colectivo, justo cinco cuadras antes de la parada en donde debía bajarme. Todo este cuento viene porque las conversaciones de alrededor me suelen distraer… pero la historia de estos pibes me metió en el Mar & Tenis, en el misterioso tren fantasma, en el jardín de la Yaya, en la consulta del mastodonte/bruja, en el taxi que los llevó a la casa de Victoria…

¿Cómo la viví? Bien adentro del libro.

Me metí entre los personajes, los espiaba porque quería saber qué iba a pasar “después de…”, me adelantaba a lo que podría ocurrir. Y ellos, haciéndome un guiño, me sorprendían con sus movimientos, charlas, idas y venidas.

El suspenso es el rey de la novela, el que decide todo, el que lleva las de ganar.

Es un libro excelente, que deberían hacerles leer a los adolescentes en el colegio —normalmente les dan esos clásicos tan memorables, pero que a los pibes no les mueven un pelo—.

Lo último: me quedé con ganas de más historia, no porque falte argumento a lo que está escrito, sino porque los personajes estallan entre las páginas.

Ellos quieren continuar, se merecen seguir caminando más renglones.

O quizá sea yo, lectora, la que quiere seguir sabiendo de sus vidas… Porque los adopté, los quise desde el principio y me dio nostalgia despedirme de ellos.

 

graciela** Graciela «Boticaria» Amalfi nació en Chivilcoy. Radicada en Buenos Aires desde 1981, obtuvo su título de farmacéutica en la UBA. Ejerce su profesión en un hospital público de C.A.B.A. desde hace más de veinte años. Escribe narrativa. Editó cuatro libros en forma autogestiva e independiente. Sus autores preferidos: Cortázar, Poe, Kafka, Onetti, Hesse, Liliana Heker, Arlt, Duras, entre otros. Es miembro del TCyC desde febrero de 2014.

 

Efemérides

Dibujo

 

 

 

 

8/ Día Internacional de la Alfabetización. Muere Francisco de Quevedo en 1645.

9/ En 1908 nace Cesare Pavese.

11/ Muere en 1888 Domingo Faustino Sarmiento.

13/ En 1954 se instaura el Día del Bibliotecario.

14/ Nace en 1920 Mario Benedetti.

15/ Nace en 1890 Ágatha Christie. En1914, Adolfo Bioy Casares.

19/ En 1911 nace William Golding, Premio Nobel en 1983.

20/ Muere en 1975 Saint John Perse, Premio Nobel en 1960.

21/ En 1866 nace H.G. Wells. En 1902, Luis Cernuda.

23/ Muere en 1973 Pablo Neruda.

24/ En 1896 nace Francis Scott Fitzgerald.

25/ Nace William Faulkner en 1897, premio Nobel en 1949.

26/ Nace en 1888 Thomas Eliot, premio Nobel en 1948.

29/ En 1864 nace Miguel de Unamuno.

30/ Nace en 1924 Truman Capote. En 1660, Daniel Defoe, siendo Robinson Crusoe su obra más famosa.

 

Destacada del mes

2/ En 1973 muere J.R.R. Tolkien.

 

«No todo lo que es oro reluce,
ni toda la gente errante anda perdida;
a las raíces profundas no llega la escarcha,
el viejo vigoroso no se marchita.

De las cenizas subirá un fuego,
y una luz asomará en las sombras;
el descoronado será de nuevo rey,
forjarán otra vez la espada rota». (Bilbo Bolsón, poema sobre Aragorn en Rivendel)

 

Alan Lee I

Ilustración de Alan Lee