«¿Somos cenizas agitadas por los estornudos de los ángeles de piedra de las sepulturas, con las alas rotas?», se preguntaba un fantasma en De la ceniza volverás (Emecé, 2001). Hoy, a dos meses de la muerte de Bradbury, homenajeamos al escritor que supo imprimirle al fantástico una lírica singular y estremecedora.
Corría el año 1996, y yo corría como una pelota de fútbol que no encuentra el “10” capaz de ponerla al piso. Corría y corría y a mi lado pasaban las cosas que habían llenado mi vida, y se me alejaban sin que me diera cuenta de su irremisible pérdida. Pero llegó el 19 de Mayo y en un ir y venir de páginas pletóricas de imaginación y poesía, Laurel y Hardy volvieron del más allá y subieron trabajosamente un piano escaleras arriba, para escuchar que todavía los querían, y que habían llenado de magia la vida de mucha gente. Entonces, recorriendo las páginas, me fui dando cuenta de lo que amaba y lamentando todo lo que había dejado atrás. Llegué muy lejos; al tiempo en que descubrí, en la gran biblioteca de mis amigos Rosas que la conquista del planeta verde estaba llena de poesía y premoniciones. Y más atrás, donde Douglas Spalding se extasiaba en su mundo circundante, en una niñez que en algo se parecía a la mía y a todas las infancias del mundo. Leía “Más rápido que la vista”, y me encontraba conmigo mismo, y con los libros que mis años iban quemando, como si me llamase Montag y tuviese “el número 451 bordado en la manga de color de carbón”. Volvía a ser yo, y regresaba al tiempo en que los bomberos apagaban el fuego en vez de encenderlo para quemar “…el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner; quemarlos hasta convertirlos en cenizas…”
Me enteré de su muerte unos días después , y quise decirle gracias a ese maestro que siempre soñé conocer, al hombre de pelo blanco y sonrisa bonachona que fue mi hilo conector con la literatura, cuando pude haberme divorciado de su magia; al que habló de un mundo que se nos vino encima y que sólo parecía una ocurrencia fantástica de la más imaginativa de las mentes; al que “Fueiserá”; al que no hay que buscar en un camposanto, al que acertó y desacertó cuando dijo: “Sólo estaremos aquí una vez y no volveremos más”. Porque tal vez, quién sabe, estuvo sólo una vez, pero volverá cada vez que la sensibilidad y la poesía aleteen en las páginas de la vida, cada vez que los libros, con sus existencias multiplicadas hasta el infinito, triunfen sobre todos los fuegos que los acechan.
Voy a pensar que no se ha muerto, y que me espera para escuchar mis “gracias”, sonriente, mientras contempla las maravillas inefables de su planeta rojo.
Bravo Ruben. Digno de Ray.
Excelente nota,como homenaje a Ray:Espectacular!!!