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Mucho trabajo

por Paula Jansen*

 

Frío, otra vez  frío. Cómo odio el invierno y los recuerdos helados que me  penetran. Que me queman sin piedad cada articulación, cada hueso. Cada intento de hacer algo distinto con mi vida.

Todas las mañanas de invierno, Catalina se somete al mismo ritual: carga el changuito con mate cocido, café, caldo y vasos de telgopor. Y sale a recorrer el barrio.
Le ofrece amablemente algo calentito a cada persona que ha dormido en la calle.
―Para soportar el frío ―les dice.
La carcome pensar en toda esa gente viviendo a la intemperie, con cero grado y sin techo.
Ella los entiende más que nadie.

Mami, tengo frío, mucho frío.
Catalina, Fede, vengan con mamá. Acurrúquense conmigo. 

Los vagabundos la conocen a Catalina, la esperan. Y ella jamás falta.  Muchas veces le piden mantas, frazadas. Y Catalina las consigue o las compra. Ahora le sobra dinero. La herencia de su padre le permite comprar. Comprar para alivianar el frío de ellos, el frío de ella.
Al menos de algo sirvió ese hijo de puta, se dice. Si te levantaras de la tumba, papá, te morirías otra vez viendo tu plata desparramada entre todos los linyeras de Flores. Cómo me gustaría verte la cara. Todo llega en la vida, papito. Amarrocaste hasta el último centavo sin pensar en nadie, en nadie más que en vos mismo. Ni siquiera nos pasabas la cuota de alimentos. Y nosotros dormíamos en la calle mientras vos te destapabas en tu cama calentita. Cómo podías dormirte tranquilo en ese palacete con loza radiante mientras tu hija, tu hijo y tu exmujer deambulaban de plaza en plaza sobreviviendo gracias a la limosna, con la escarcha hasta el culo.
Catalina religiosamente llena los termos con la simple ilusión de que ese acto solidario le brinde paz. Busca eludir esos recuerdos que vuelven y vuelven cada invierno. Busca silenciar esa voz helada, esa voz sin fuerza que la hunde en la oscuridad. Una oscuridad que da pavor.

 

"The ligthning", de Alexandre Antigna

«The ligthning», de Alexandre Antigna

 

Mami, tengo frío. Tengo hambre, tengo miedo…

Catalina reparte los vasos mano en mano, pero se cuida muy bien de no mirar a esos cirujas: lee en sus ojos, los conoce. Puede  adivinarles el cansancio, el malestar. El desamparo y el rencor. Ante todo, puede adivinar el frío que los recorre. Ese frío extremo que ella misma jamás logró arrancarse de las tripas. Ese frío que le trae pesadillas cada noche. Ese frío que le quitó lo que ella más quería.

¡Fede, Fede! ¡Mamá! Despierten.
Y ellos no responden…
 
Pero una mañana de recorrida, Catalina divisa entre los vagabundos a una chica joven. Se acerca a ella para alcanzarle té, y se sobresalta con un nene que sale de entre el revoltijo de mantas. Ese imprevisto no le da tiempo a nada, se encuentra frente a frente con la criatura. Se encuentra frente a esos ojos negros, intensos, profundos, marcados por la flacura de su cara. Ojos de frío.
Ojos idénticos a los de Fede, a los de su Fede.

Fede, mi chiquito, te acurrucás en mi cuerpo para entrar en calor. Pero igual te siento tiritar.
Tu sollozo por las noches. Tus labios morados. Tu respirar agitado. Tus ojos de hielo.
 

Desconcertada, Catalina observa a ese chico de ojos profundos. Es tan… tan igual a Fede.
Ahora esos ojos vuelven a ser parte de ella.
Debo hacer algo definitivo, se dice. Algo que termine con el frío de una vez por todas. Ya no quiero vivir así.

¡Fede, Fede! ¡Mami! 

 
Amanece. Catalina dispone los termos.
Un hecho inédito en ella: ha logrado dormir profundamente toda la noche, y sin pesadillas.
Prende la radio para oír la temperatura, sensación térmica: menos dos grados. Debe abrigarse.
El resumen de noticias. Macabro hallazgo en Plaza Flores:diez indigentes amanecieron muertos. Entre ellos, un menor.
Catalina se queda quieta, escuchando. Y sonríe aliviada: una vez más, su plan ha dado resultado.
Recuerda aquella otra noticia de un invierno lejano: Descubren muertos en Plaza Las Heras a un menor y a su madre.
Catalina, que años atrás había salvado a su familia, ahora contaba diez libertados más.
No más frío, se dice.
La espera mucho trabajo por delante. Otros barrios, otras plazas.
Mucho. Mucho trabajo.

 

Paula Jansen*Paula Jansen nació en Buenos Aires. Empezó a escribir poesía siendo adolescente, y con el tiempo se volcó a la narrativa.
Es licenciada en Psicología y Relaciones Públicas. Participa activamente en la ONG Lusuh (Lucha Contra el Síndrome Urémico Hemolítico).
Publicó en el blog Breves no tan Breves. En 2014, participó en la antología Cinco mujeres y otra cosa, editada por La Letra Eme.
Actualmente escribe artículos para la revista Nuestro Country, del Country Banco Provincia, y está trabajando una novela. Su blog se llama La vida breve.

 

 

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