por Lorena Bazar*
No sé qué han visto tus ojos, Medusa
Ya no sos un simple claroscuro
colgado en la retina,
o un escudo de combate
arrojado a la batalla.
¿Habrán sido las serpientes
envenenando tu propia mirada?
¿Qué hizo de vos tu creador?
Me desvelo pensando
qué furia habrán doblegado tus ojos,
que a esta altura de los siglos
no consiguen volver a cerrarse.
Yo las quiero inmortales
Las luciérnagas
titubean:
supernovas
muriendo a cada instante.
Su luz es un presente
volviéndose pasado.
Y este encanto que se frustra
a la hora del alba.
¿Conocerán las luciérnagas el mar?
¿Sabrán que la sal cura las heridas?
Por pedir un deseo
Allí, donde el cielo es libre,
las estrellas respiran profundo:
cierran los ojos, se dejan caer
certeras, fugaces.
Allí, donde el cielo aún suspira,
vos y yo le rogamos al firmamento
que tan solo una de sus estrellas
se inmole. Se ofrende.