Por Lucho Lázara * Recién después de que el mozo apoyó el pocillo, el tipo pudo sentarse frente a ella. La tarde caía sobre la vereda del Cafecito. —¿Por qué volvés, Susana? —dijo, al tiempo que tanteaba algo en el bolsillo de su saco. Ni una palabra pudo escuchar. Por su espalda serpenteó […]