por Nolberto Malacalza* Hombre de pocas palabras, don Justiniano. Todos lo apreciamos mucho y creo que soy su mejor amigo, pese a que me lleva más de veinte años. Por eso entendí su pena cuando se le fue también Rosita, la menor. El hombre dejó de conversar con la gente y empezó a saludar […]