Por Pablo Ludueña * A Fede no le extrañaba: Rochi ni siquiera había tocado su pebete de salame. Siempre con la mirada perdida, se pasaba los dedos por los agujeros de los lóbulos de las orejas, perforados con aros expansores. De vez en cuando atendía su tic: restregarse los ojos. Esos enigmáticos ojos, los […]