Nota publicada por Luis Lezama Bárcenas
Siempre recuerdo la presentación del segundo volumen de 25 noches de insomnio, de Marcelo di Marco. Primero, porque es mi volumen favorito de la trilogía; pero también porque pude, en parte a la generosidad y en parte a la confianza de Marcelo, leer cada cuento desde su primera versión, algo que siempre le voy a agradecer porque considero que aquellos cuentos son y serán importantes no sólo para mí, sino para los géneros del terror, lo fantástico y el humor negro en la literatura argentina. Pero hay otra razón por la que recuerdo esa presentación: las palabras con las que Marcelo abrió ese evento. Dijo que aquel día se había reencontrado con uno de sus alumnos al que, después de saludarlo, le preguntó:
—Y, ¿cómo andás?
—Bárbaro —respondió el alumno—: vos sabés que abrieron una librería nueva cerca de casa.
Aquella respuesta, remarcó Marcelo, corroboraba lo que él siempre ha creído: “La vida de un escritor pasa por la literatura, por los libros”. Siempre pienso que mucha gente —la mayoría de la gente— ante la misma pregunta, hubiera soltado un tibio “bien, ando bien”, pero no un escritor. Y menos uno formado por Marcelo di Marco.
Y esta digresión que me permito es para que no quede duda de que ante personas con tal pasión por la literatura y con una robusta formación como lectores, toda conversación —cualquiera que sea la plataforma, e incluso en estos tiempos en los que todo parece desembocar siempre en los mismos tres o cuatro temas— puede llevarlos de una simple pregunta a una breve pero gozosa tertulia literaria. Así como sucedió el otro día, en el grupo de Whatsapp del taller de los jueves a las veintiuna, cuando Agustín del Vecchio lanzó la pregunta que titula esta nota, y Marcelo di Marco, Octavio Fernández y Santiago Maqueda opinaron al respecto.
Agustín: Marce, ¿Qué opinas de Tolkien como escritor?
Marcelo: No lo leí todavía. Me dicen que algunas partes son MUY discursivas (embolantes).
Agustín: Sí, y además no tiene una buena construcción de personajes —hablo por El señor de los anillos.
Aunque solo leí el primer libro de la trilogía, así que quizá mejore en los otros dos.
Octavio: Lo que tienen en contra los libros es que, a diferencia del ingenioso Jackson que se valió del montaje paralelo para saltar entre personaje y personaje, a partir del libro dos (y también en el tres), la aventura de Frodo y Sam te la tenés que fumar todo de corrido en una mitad del libro, y la de Legolas, Gimli y los demás en otra mitad.
Quizás Tolkien sea un poco como Lovecraft (como mucho, su prosa es mejor que la de H.P.): no era el mejor de los narradores, pero su imaginario y su capacidad para crear todo un panteón casi mitológico le valió su fuerza dentro de la literatura.
Agustín: A mi parecer, las películas solucionaron las carencias que tiene el libro.
Octavio: Aragorn es un poco menos unidimensional en las películas, sí. (Y está mejor estructurada la narración.)
Agustín: Por supuesto. No solo Aragorn, creo que todos los personajes, en la película, son más humanos.
Es decir, en los libros los personajes son muy fríos, y al mismo tiempo son la bondad personificada. Es algo muy extraño.
Santiago: Los devoré a los 14-15 años. Junto con La Ilíada, Crimen y castigo y los cuentos de Quiroga fueron mi principal influencia literaria a esa edad.
Entiendo que toda la fantasía contemporánea se deriva de Tolkien. Escribe en los años 40 con toda una mitología propia que obliga a ser más discursivo… O sea: hoy decís “elfo”, y tu lector promedio sabe qué pensar. Tolkien no podía asumir algo así.
Sus personajes son en general blancos o negros en cuanto a moralidad, etc. No tenés el claroscuro de Game of Thrones o, por qué no, de los existencialistas del siglo XIX.
Agustín: Claro, es más: sin esa homogeneidad moral, la historia ni funciona. Lo que yo critico no es eso, sino la falta de personalidad de los personajes. Como autor, Tolkien tiene infinidad de virtudes. Es admirable cómo podía tener presentes todos los detalles de su mitología a la hora de escribir.
Octavio: Claro, es así, y está perfecto: la lucha del bien contra el mal nunca dejará de ser vigente. Lo que tienen sus versiones cinematográficas no es que sean personajes grises, si no que se sienten más «palpables». Si recuerdo bien, en la película, Aragorn se cuestiona si debe o no reclamar su lugar como rey antes de mandarse con la comunidad; en el libro creo que eso no pasa. Se cuestiona más su deber, no tanto su valor moral.
Agustín: Exactamente.
Octavio: No digo que sean malos libros, por otro lado (como dije, tengo ganas de releerlos). Pero en comparación con su «versión» cinematográfica, tienen sus pro y sus contras.
Marce: Va a haber que leerlo, pues.
Me gustaría, para finalizar, destacar, además del profundo conocimiento de Octavio Fernández sobre Tolkien, la forma en la que Agustín Del Vecchio fue preguntando y desarrollando su propia pregunta, y el aporte íntimo de Santiago Maqueda, la sencillez con la que Marcelo dijo no haber leído a Tolkien. Creo que muchos escritores, sobre todo con la trayectoria de Marcelo, no se permitirían a sí mismos aceptar con tanta prontitud no haber leído a alguien, y menos frente a sus alumnos. Como si eso fuera poco, su comentario final es una demostración de que un buen maestro es aquel que sabe cuándo tomarles la palabra a sus alumnos. Y Marcelo es uno de los mejores.