Graciela “Boticaria” Amalfi es autora de varios libros con historias atrapantes y hermosas ilustraciones, que les gustan tanto a los chicos como a los grandes. Y no sólo los escribe: también gestiona –y muy exitosamente– todos los detalles del proceso de la publicación, incluyendo la distribución y la difusión de su buena literatura. En esta entrevista realizada por Luis Lezama Bárcenas, nuestro Secretario de Redacción, Graciela nos cuenta sus secretos.
Qué decís si empezamos por el nombre que aparece en tus libros: Graciela “Boticaria” Amalfi. Yo sé que sos farmacéutica, pero me inclino a creer que no sólo es eso, que no puede ser tan simple como eso. ¿Cómo funciona para vos lo de “Boticaria”?
Diría que La Boticaria, con su sombrero, me transforma un poco en un personaje que me hace desinhibirme y deja atrás a la farmacéutica de todos los días, o mejor, de toda la vida.
En todas mis apariciones en público –ferias, presentaciones de mis libros, entrevistas, y demás– nunca olvido mi sombrero gardeliano. Sin mi sombrero, paso a ser sólo Graciela Amalfi, con el sombrero soy además la Boticaria. Ese seudónimo le gusta a la gente, por eso lo sigo usando: mi página de la red social Facebook se llama: Boticaria Club de Cuentos. Mi blog: boticaria-graciela.blogspot.com. Graciela Amalfi y la Boticaria nacen juntas en el mundo literario.
Graciela, me gustó mucho esa dedicatoria que ponés en Las madrugadas de Agustín. Dice: “A esos inevitables amores de la escuela primaria”. ¿Nos podrías contar cómo surgió esa dedicatoria?
En realidad, con mi editor (Matías Reck, de Milena Caserola) habíamos escrito aquellos inolvidables amores…, por error tipeamos «inevitables». En ese momento le dije a Matías: me gusta más así.
Porque son verdaderamente inevitables los amores de la escuela primaria. Se podrán olvidar, pero no creo que evitar. ¿Quién no estuvo tremendamente enamorado en la escuela, como nos relata Agustín al escribir su diario personal?
Mis amores de la escuela primaria, claro que no los olvido: los recuerdo con una sonrisa. Son amores sanos, inocentes. De hecho, me identifico con la abuela de Agustín, que juega un papel importante en la vida del preadolescente (aunque yo tuve más de dos amores en esos siete años, ¡ja, ja!).
Me pareció que la dedicatoria ampliaba el público al que va dirigida la novela. Muchos adultos me dijeron que disfrutaron de su lectura porque los llevó a recordar lindos momentos de esa época.
¿Qué más nos podés contar de Las madrugadas de Agustín?
Las madrugadas de Agustín es una obra que no deja de sorprenderme. En Argentina, los preadolescentes que la leyeron me buscan en las ferias (ellos o sus padres), porque quieren otra historia parecida. Se sienten muy identificados. Fue mi primera experiencia de escritura para esa edad: 9 a 13 años, y la verdad es que tuve y tengo una devolución gratificante por parte de los lectores.
Esta historia también la publica una editorial de Bogotá (Enlace editorial). Se elije como material de lectura para los alumnos de innumerables colegios de ese país: recibo muchos mails y comentarios de alumnos colombianos en mi blog.
Me pasó también en Argentina. Una maestra de una escuela pública de Haedo (Provincia de Buenos Aires) lo adoptó como libro para sus sesenta alumnos. Me contó que la Directora no podía creer al ver que los chicos, en lugar de estar jugando en el recreo, leían la historia de Agustín.
Agustín es un personaje ingenuo, inocente, impulsivo, de corazón grande. Como verás, es uno de mis personajes preferidos. Disfruté mucho el escribir esta historia.
En realidad, disfruto al meterme en un montón de lugares a los que ellos (los personajes) me van llevando. Y me dejo llevar…
¿Cuándo y cómo empezaste a escribir?
Desde que aprendí a escribir, escribía historias. A los 6, 7, 8 años me inventaba charlas entre las flores y los animales, y las escribía.
Como siempre me gustó la radio, un poco de más grande, me inventaba guiones de programas radiales.
Cuando estaba en la facultad escribía cuentos, bueno eso era lo que yo pensaba, que eran cuentos. Terminé mi carrera universitaria, siempre con esa cuenta pendiente de ir a algún taller literario. Pasaron muchos años hasta que me organicé para comenzar.
Al principio, participé con otros autores en muchas antologías de impresión autogestiva.
Pasé por varios coordinadores de talleres literarios (no más de seis meses en cada uno). De cada coordinador aprendí varias cosas, pero en 2014 llegué al TCyC coordinado por mi maestro Marcelo di Marco. Los seis meses se fueron sumando: del TCyC no me voy nunca, ¡ja, ja!
Uno de mis autores favoritos, Roald Dahl, era sumamente criticado por muchos escritores; pero, sobre todo, por los padres de sus lectores (los niños), a quienes no les gustaba nada la forma en que Dahl hablaba de los adultos en sus libros. ¿Pensás vos, que al escribir para niños, te estás —por decirlo así— poniendo del lado de los niños y en contra del mundo adulto?
Comparto con vos la admiración por Roald Dahl.
No, no creo ponerme en contra de los adultos. A propósito, mi objetivo en la escritura infanto-juvenil es que la familia se reúna a leer mis historias. Que los reúna y los una, que las compartan, las debatan y se lleven una enseñanza de cada uno de los cuentos. Por ejemplo, en cuentos como «Renzo, el perro mochilero» o «La sopa mágica de piedra», hay un valor en cada uno: respeto y solidaridad, respectivamente. En estos libros, elaboré actividades para que los niños puedan realizar en forma escrita u oral con los adultos (familia, maestras).
¿Escribís para otro público? ¿Qué diferencia ves entre escribir para niños y para adultos?
Mis primeros cuentos y novelas los escribí pensando en el público adulto. Pero, me sorprendí cuando en Colombia publicaron estos libros para trabajar con los estudiantes de 10 a 13 años.
También leí algunos de estos cuentos en sexto y séptimo grado de las escuelas de Argentina. Me refiero a Des palabras armando, Kumiko, Amaneceres y Baúl de cuentos de la abuela.
A nivel literario no hay diferencias: hay que conocer las herramientas que nos enseña en su taller el maestro Marcelo di Marco. Son las mismas para la escritura infantil que para la de adultos.
Los personajes te van llevando a recorrer sus mundos, entonces no importa a la hora de escribir para qué edad sea. El narrador puede tener siete años (Las aventuras de Cata y su abuela Lili), doce años (Las madrugadas de Agustín) o ser un adulto (Kumiko): escribo con las mismas técnicas y compromiso. Esa es mi experiencia, lo que me pasa a mí.
Sí, habrá diferencia al pensar en la edición del libro: tipografía, ilustraciones, tapa. Pero ese no es un tema solamente mío, sino que lo comparto con el editor. Cuido la estética de mis libros, tanto los que están dirigidos al lector infanto-juvenil como al lector adulto.
Veo que te la pasás mucho en ferias, ¿dónde disfrutás más, con tus lectores o escribiendo?
Las ferias no tendrían razón de ser sin las historias que escribo. Escribir es lo que me apasiona. No me imagino mi vida sin escribir, sin pensar en mis personajes.
A propósito de las ferias, escribí el boceto de varios cuentos en algunas ferias. Si son al aire libre, me sirven para observar la naturaleza, y también el comportamiento de la gente que circula por ahí. Siempre estoy a la pesca de conversaciones, gestos, apariencia física del público: ellos pueden ser personajes de mis relatos.
Las ferias también hacen que me relacione con mis compañeros feriantes, algunos de los cuales me cuentan su historia de vida, y hay muchas que son apasionantes.
El intercambio con los lectores me llena el alma; soy receptiva a sus comentarios, y por qué negarlo, también alimenta mi ego.
Salgo a mostrar lo que hago porque siento que es un granito de arena para cultivar la lectura, es por ese motivo que me encanta cuando son niños o adolescentes los que eligen mis libros.
¿Cuál pensás vos, desde tu experiencia, que es la mejor forma de tratar con los niños? Me imagino que más de alguna vez has leído para ellos. ¿Qué sorpresa te has llevado?
Con los niños hay que ser muy genuinos. Mi experiencia me dice que hay que saber escucharlos en medio del relato, dejarlos participar. Cuando leés o narras a niños ya sabés que ellos te pueden interrumpir: es parte del juego. Es como leerle un cuento a tus hijos antes de dormir. No se nos ocurría decirles que escuchen sin interrumpir. Ellos son parte de la historia y quieren ayudarte a armarla. Y que se involucren me da la pauta de que están atentos.
Los niños son muy sinceros, si tienen que decir algo lo van a hacer en el momento que se les ocurra. La diferencia con el público adulto es que por ahí los adultos están en silencio mientras leés, pero no están prestando atención. En la carita de los chicos notás si están interesados por la historia o no, son muy demostrativos.
Sé que hay algo que les interesa mucho a nuestros lectores, que es la autopublicación y autopromoción que te has dado y –es justo decirlo–, te ha funcionado de maravilla. Contanos de eso.
Con respecto a la autopublicación es algo que se dio a partir de conocer a editoriales independientes en la FLIA (Feria del libro independiente y autogestiva).
En mi caso particular, conocí Milena Caserola (Matías Reck) y con él autopubliqué mi primer libro a fines de 2010. Sigo editando e imprimiendo con MC. Matías me manda a imprimir la cantidad de libros que yo quiero, y cuando los voy vendiendo le digo que me imprima 12, 24, 36 ejemplares más.
En 2010 me animé sólo a 50 ejemplares de Des palabras armando. Era mi primer libro (lo presentamos en «La Libre», en San Telmo): vinieron muchos familiares y amigos a la presentación, así que a la semana ya le estaba pidiendo 50 más.
Con los otros títulos me animé a imprimir más cantidad en la primera tirada: 100, 200, 300, 400…, y de La sopa mágica de piedra hice una tirada de 500 ejemplares.
Desde que arranqué llevo casi 4000 libros impresos (ocho títulos).
¿Y la distribución, la publicidad…?
Participo en ferias (como dijimos antes), en centros culturales, y por supuesto, en las redes sociales. En 2017 vendí 512 libros (sumando de uno en uno), y en 2018 llegué a 605 ejemplares.
En Colombia venden alrededor de 2000 ejemplares por semestre, pero eso es otro tema, ya que no es autogestión propiamente dicha. Pero la editorial Enlace me permitió hacer que mi obra se conozca en Colombia y también en otros países (Perú y Ecuador). En 2019 tienen proyectado llegar a México.
La verdad es que ando con mi literatura por todos lados. Como ven que me muevo, me invitan a participar en distintas ciudades y eventos, y no sé decir que no.
No todo es color de rosa, y a veces sucede que vengo de algunas ferias (después de estar 8 o 10 horas) y no vendí mucho, pero sigo. Al final del año, la cuenta es positiva. Y logro mi objetivo: llegar a muchas bibliotecas de cientos de familias.
El mundo editorial es injusto casi por definición, pero yo creo que con los escritores de narrativa infantil es doblemente injusto. ¿Coincidís? ¿Alguna experiencia que puedas contarnos?
Creo que el mundo editorial marcha al compás del resto del mundo. Es un negocio, y sólo van a publicar aquello que les resulte rentable, aunque no sea lo que más les guste. Como en la televisión: hay mucha porquería, pero se muestra lo que el público consume.
Con respecto a mi experiencia… hummm… no sé si tengo tanta, siempre hice la mía.
¿Qué es lo más difícil de la autopublicación?
Si algún escritor quiere autopublicarse, sólo necesita el dinero para hacerlo. Es tan simple como eso. Depende de lo que proyecte cada uno con su obra. Si quiere que la obra circule, tendrá que moverse, andar, difundir. Esa es mi experiencia. Por ahí, un escritor se autopublica y vende 1000 ejemplares de una. No lo sé, a mí me cuesta vender literatura en este país. Es como que los libros pasaron a ser un objeto de lujo. Pero hay que seguir adelante. Hay mucha gente que disfruta de la lectura.
¿Estás en algún nuevo proyecto de escritura?
Sí, tengo un proyecto inimaginable dos años atrás. Mejor dicho, dos meses atrás. Por medio de mi maestro de escritura, Marcelo di Marco, logré que la editorial Barenhaus me propusiera editar, publicar y difundir mi próxima obra. Marcelo me contactó con Barenhaus, hablamos, y a los pocos días firmamos el contrato.
Es una novela que se mete en lo sobrenatural, está dirigida al público juvenil, y también al adulto. Una novela que será parte de una saga. En mayo de este año estará en todas las librerías de Argentina.
Empecé a escribirla en noviembre de 2014 en el Taller de Corte y Corrección. Es bien «dimarquiana», ja, ja. Como te decía antes, si está supervisada por mi Maestro, la novela es una garantía de calidad. Estoy muy entusiasmada con la saga (idea de Marcelo), sé que a los lectores les va a gustar.
Ya les voy sugiriendo a los lectores que andan por acá que no se la pierdan.
Ese es mi gran proyecto para 2019, y espero seguir en 2020. 2021 y más.
Igualmente seguiré con la publicación de algunos cuentos infantiles en forma autogestiva, y con los títulos de siempre.
¿Dónde o cómo se pueden comprar tus libros?
Mis libros autopublicados se pueden adquirir enviándome un mail, o comunicándose por las redes:
Instagram: @gracielaamalfi
Facebook: Boticaria Club de Cuentos o Graciela Amalfi.
Pueden pasar por mi blog: www.boticaria-graciela.blogspot.com
Mail: gracielaamalfi@gmail.com
Pueden pasar por las ferias, a las que voy casi todos los fines de semana.
La novela que publicará Barenhaus estará disponible (a partir de mayo) en las cadenas Yenny y Cúspide de todo el país, y también en la editorial. Yo también voy a tener ejemplares para vender y entregarlos con una dedicatoria.
Gracias, Luis, por la entrevista.
Gracias a los lectores que andan por acá.
Gracias a vos, Graciela, por estas clarísimas respuestas.