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Nosferatu: la esencia del terror

Por Agustín Del Vecchio *

 

El cine de culto jamás se ha asegurado la unánime aceptación del público ni de la crítica. Numerosas son las películas que, luego de recibir una devolución sin entusiasmo, ambivalente o directamente nefasta, han resurgido con el correr de los años como grandes clásicos a los cuales su tiempo no ha podido apreciar. Blade Runner (Ridley Scott, 1982), El club de la lucha (Fight Club, David Fincher, 1999) y Cadena perpetua (The Shawshank Redemption, Frank Darabont, 1994) son sólo algunos ejemplos. Casos tan emblemáticos demuestran fehacientemente que el dicho “el cliente siempre tiene la razón” no aplica en absoluto a la industria cinematográfica, ni al arte en general. En muchos casos, los espectadores no están preparados para cierto tipo de obras. ¿Por qué? Porque el cine de culto se define justamente por su capacidad de innovación, y es precisamente esa novedad la que lo vuelve de difícil digestión para quienes prefieren lo familiar y lo predecible. Sólo con el tiempo, y tras múltiples revisiones, lo que en su momento fue una excepción se convierte en norma, permitiendo que estas películas sean finalmente reconocidas y valoradas como merecen.

No creo ser presuntuoso cuando afirmo que Nosferatu de Robert Eggers (2024) es, y será, una película de culto. Si bien ha sido un éxito de ventas, también ha recibido críticas ambivalentes, que hacen dudar de su calidad cinematográfica. En una conversación con Marcelo di Marco ―mi maestro y asesor, al que me remito ante cualquier incertidumbre artística―, hemos propuesto varias explicaciones a esta peculiar divalencia de la crítica. A continuación reproduzco un fragmento de la charla:

 

Marcelo di Marco: Recuerdo una época muy difícil. Era 1972, y Argentina estaba al borde del colapso sociopolítico. La guerrilla ya estaba cobrando víctimas. Yo tenía 15 años y había ido con una novia que me tenía encantado a una reunión donde todos los chicos eran bolches. En un momento, llegó una pareja que venía de ver El trono de sangre de Akira Kurosawa, una adaptación japonesa del Macbeth de Shakespeare. No me lo olvido más. Estaban entusiasmados con la película, les había parecido excelente, aunque, según ellos, carecía de compromiso social. Esas fueron sus palabras exactas.

Creo que hoy vivimos algo muy parecido. La gente ha sido idiotizada por décadas de cine que no aportó absolutamente nada. Pero, de repente, se encuentran con una película que realmente contiene cine y quedan impactados, como si no pudieran sostenerlo.

 

Agustín Del Vecchio: Concuerdo completamente con lo que decís, pero además agregaría dos razones por las cuales la película pudo no haber gustado tanto. La primera es que se trata de una cinta bastante atípica. Aunque narra una historia clásica, la manera en que la cuenta y el giro que toma al final la hacen diferente a todo lo que haya visto antes.

La segunda razón es que la película enfrenta al espectador con un aspecto de sí mismo que quizás no le guste demasiado. Al principio, esto puede resultar chocante. Y creo que justamente esa es la función del cine y la literatura de terror: incomodar. Esto último me remite a la frase del profesor Von Franz en la película: “Para luchar contra el mal, primero hay que reconocerlo”. Precisamente, creo que eso es lo que hace la película: nos recuerda el mal que llevamos dentro, y por eso incomoda tanto.

 

Marcelo di Marco: Exactamente. En una época en la que muchos se preguntan quién tiene autoridad para definir qué está bien y qué está mal, esa frase de Willem Dafoe resulta verdaderamente rupturista.

 

 

¿Pero qué puede haber de novedoso en la remake de una historia tan clásica y con un monstruo tan gastado? La respuesta, querido lector, es que mucho.

Una buena remake no consiste simplemente en replicar una película clásica con mayor presupuesto y efectos visuales. No: de lo que se trata es de construir una obra novedosa con elementos ya conocidos hasta el hartazgo. Ese es el propósito de una remake y, al mismo tiempo, su mayor reto. Un reto que, por otra parte, Eggers ha logrado en cada plano y cada giro argumental. Con inteligencia supo seleccionar aquellos elementos indispensables del género y subvertir aquellos otros que, de conservarlos, hubieran convertido la cinta en una mera imitación sin mérito propio.

De estos últimos, el más relevante es el papel de la protagonista, Ellen, en quien el rol pasivo de la víctima que huye del monstruo se ve transformado por el ingenio de Eggers en un personaje que encarna simultáneamente a la víctima, al victimario y al salvador.

Ellen es una víctima de sus instintos más bajos, personalizados en el apetito que es el conde Orlok. A su vez, es la victimaria que ha derramado, por culpa de su debilidad, el mal de su pasado sobre todos sus seres queridos. Por último, es la salvadora, que debe entregarse al monstruo para liberar al mundo de su malignidad.

Y es este sacrificio, en mi opinión, la propuesta más compleja de la película: Ellen sucumbe a sus deseos más oscuros, a ese mal que, como una droga, ella misma se impuso y al que ahora no puede resistirse, todo con el fin de salvar a sus seres queridos.

No podemos calificar su sacrificio como heroico, ni como egoísta. El sacrificio heroico implica, por definición, que el héroe rechace sus propios deseos en favor del bienestar de los demás. Por el contrario, los actos egoístas se basan en sacrificar a otros para satisfacer los propios deseos. Pero el sacrificio de Ellen no puede encuadrar en ninguno de los dos. En suma: ella cedió a la tentación para salvar a los que amaba.

Como en el cuento de Frank Stockton “La dama o el tigre”, este acto deja al espectador con una pregunta insoportable que nunca terminará de acecharlo.

Si el espectador cree en la benevolencia de la naturaleza humana, elegirá creer que Ellen se sometió a Orlok únicamente por el bien ajeno. En cambio, si el espectador cree en la incapacidad del espíritu humano para evitar sucumbir ante su naturaleza animal, elegirá creer que Ellen simplemente se rindió ante ella.

¿La dama o el tigre? Ese es el dilema que Eggers ha inoculado en las mentes de sus espectadores. ¿Habría sido un éxito para una película tan poco convencional el no haber despertado ninguna controversia? Yo creo que la filmografía de Eggers es en sí misma una controversia. Ese es el pecado de salirse de lo convencional: a algunos no les vas a caer bien. Sin embargo, hay que entender que el “me gustó” o “no me gustó” es inválido en lo que refiere a la crítica de arte. Todos tenemos nuestras preferencias personales, sin embargo, no debemos dejar que esas preferencias nublen nuestro juicio e impidan evaluar la calidad de una obra artística. Esa perspectiva maniqueísta no corresponde a ninguna obra, y menos a una llena de matices como es Nosferatu.

Acaso la respuesta a la famosa pregunta de Stockton de qué había detrás de la puerta siempre fue la dama y el tigre. Una tercera posición difícil de asimilar. Y que, justamente, encarna el complejo espíritu de la película. Ese espíritu que la hace ser amada por quienes logran percibir los matices, y odiada por aquellos que no han tenido la suerte de saber apreciarlos.

 

Ficha técnica – Nosferatu (2024)

  • Título original: Nosferatu
  • Año: 2024
  • País: Estados Unidos
  • Dirección: Robert Eggers
  • Guion: Robert Eggers
  • Reparto principal: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Willem Dafoe, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin
  • Género: Terror, Fantasía, Gótico
  • Duración: 118 minutos
  • Producción: Chris Columbus, Eleanor Columbus, Jeff Robinov, John Graham, Robert Eggers
  • Fotografía: Jarin Blaschke
  • Música: Robin Carolan, Sebastian Gainsborough
  • Distribuidora: Focus Features
  • Basada en: Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (F. W. Murnau, 1922)

 

* Agustín Nicolás Del Vecchio nació el 1° de marzo de 2002. Desde muy chico se interesó por toda actividad intelectual que se le cruzara por delante, y hasta hoy sigue teniendo esa obsesión. Para él, la lectura no es solo una pasión: es una necesidad, necesidad que crece a lo largo de los años. Comenzó a escribir en 2017, gracias a la recomendación de un amigo, y desde entonces trabaja muy duro para perfeccionar su estilo. Una tarea en la que es fundamental la influencia del Taller de Corte y Corrección. En la actualidad, se encuentra cursando la Licenciatura en Psicología en la Universidad Abierta Interamericana, mientras sigue formándose en literatura.

 

 

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