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In memoriam Zoltán Kodály

Por Germán Masserdotti *

La figura de Zoltán Kodály (1882-1967), junto con la de Béla Bartók (1881-1945) y otros compositores húngaros, representa “un ejemplo de convicción del sentir patriótico”, afirma Sylvia Leidemann, presidente y directora artística de Ars Hungárica. Tanto Kodály como Bartók recopilaron a comienzos del siglo XX la música folklórica húngara desde sus orígenes. “El análisis que realizaron de ella fue tan valioso que sirvió de fundamento a la musicología húngara hasta el presente”. Ellos “a través de sus obras, jerarquizaron la música folklórica húngara trabajándola de tal manera que, sin perder su esencia, pueda ser aplicada en las más variadas formas de la música erudita. Así lograron su objetivo de dar a conocer la riqueza de la música húngara al mundo”. Como observa Pola Suárez Urtubey en “Hungría eterna”: en su música, “tradición y creación se dan allí de la mano”. Kodaly foto

A propósito 135º aniversario del nacimiento de Kodály, Ars Hungárica (institución que difunde la cultura húngara y, en colaboración con la Embajada de Hungría, articula sus actividades con la tradición de otros pueblos en el ámbito de las artes) realizará durante 2017 una serie de conciertos y conferencias en memoria del compositor nacido el 16 de diciembre de 1882 en Kecskemét.

Kodály fue el mejor alumno bachiller de su promoción en el liceo jesuítico de Nagyszombat (Trnava), ciudad a la que sus padres se habían mudado cuando Zoltán contaba con 10 años. De esta manera lo beneficiaron con una beca para ingresar en la Universidad de Budapest. Allí estudió Filosofía y Letras y obtuvo el título de profesor de idioma húngaro, alemán y griego. Simultáneamente, había cursado en la Academia de Música, fundada en 1875 por su compatriota Franz Liszt. Su biógrafo Ladislao Kurucz observa un dato curioso: Kodály y Bartók “frecuentaron la misma Academia de Música al mismo tiempo… sin encontrarse jamás”. Lo nombraron profesor titular de composición a los 25 años y, a lo largo de su carrera, cosechó “la admiración de sus alumnos y los celos e intrigas de sus colegas profesores, que no cesaron casi nunca a lo largo de más de 20 años excepto, por supuesto, Bartók y Dohnányi”. Este último fue otro de los músicos húngaros destacados durante la primera parte del siglo XX.

Kodály se asocia a Bartók en la tarea de investigar los orígenes de música popular. El primero se ocupa preferentemente de la música húngara; el segundo más bien se aplica a encontrar las “fuentes puras” en los otros pueblos y las interrelaciones en Europa oriental.

“Hay algo común entre los dos –dice Kurucz–: un amor puro hacia la música auténticamente popular, y la absoluta convicción de que únicamente ésta puede ser la base de una alta cultura musical de Hungría”.

Pintura del rostro de KodálySu primera gran obra data de 1923: el Psalmus Hungaricus. Fue compuesto en ocasión del 50° aniversario de la unificación de Buda, Pest y Obuda: ellas formaron la actual capital de Hungría, Budapest. Gracias a su composición forjó una amistad perdurable con Arturo Toscanini, que la dirigió numerosas veces.

Otra de sus obras notables es el Háry Janos, una comedia musical de carácter bufo compuesta en 1925. En 1936, a propósito de 250° aniversario de la recuperación de Budapest en manos del Imperio otomano, Kodaly estrena el Te Deum de Budavár. En las Variaciones Pavo Real de 1939 recupera un motivo musical que tiene 1500 años de vida. Durante la Segunda Guerra termina la Missa brevis in tempore belli en los sótanos de Ópera de Budapest.

Kodály está convencido de algo: “Hay que extender las bendiciones de la música a todas las clases sociales”; además, el estudio de la música no es un deber más sino “un verdadero placer”. En uno de sus artículos sostiene que “no es importante quién es el director de la ópera porque, si es malo, cae solo; es mucho más importante quién es el profesor de música en una pequeña ciudad, porque, si es malo, durante décadas, generaciones enteras van a tener un gusto musical mediocre o decididamente malo”.

Bajo esta convicción e inspirado en su acendrado patriotismo es que formula y aplica el famoso Método Kodály para el aprendizaje de la música. El ideal propuesto a los músicos y compositores es “un hombre que sea no solamente un simple virtuoso de su instrumento –observa Kurucz– sino que conozca de la manera más profunda todos los dominios de la música”. Kodály caracterizaba al buen músico como aquél que tenía un oído bien formado, intelecto bien formado, corazón bien cultivado y manos bien ejercitadas.. El instrumento musical privilegiado es la voz humana. Las canciones utilizadas para el aprendizaje siguen un orden: en primer lugar, las del folklore nacional; en segundo lugar, las de los pueblos vecinos y, por último, las clásicas del cancionero universal. “Cada nación –afirma Kodály– tiene una gran cantidad de canciones que son especialmente adecuadas para enseñar . Si las seleccionamos correctamente, las canciones folklóricas y tradicionales serán el material más apropiado a través del cual podemos presentar y hacer conscientes nuevos elementos musicales”.

Estampilla con la figura de Zoltán Kodály

Dice Kurucz: “Si hoy Hungría puede enorgullecerse como el segundo país en el mundo por sus numerosas escuelas musicales (el primero es otro país pequeño, Austria), es consecuencia de su tenacidad, sin claudicaciones, la lucha de un hombre combatido pero respetado, infatigable, como un verdadero artista”.

Kodály fue “un luchador tranquilo pero tenaz, optimista y profundamente creyente”. Sus días en esta tierra iban llegando a su fin: murió el 6 de marzo de 1967. “Fiel a sus convicciones –dice Kurucz– comulga antes de morir en un ambiente poco proclive a manifestaciones religiosas, y en su entierro, realizado con gran pompa eclesiástica, la nación llora a su anciano pero querido hijo, cuando suenan los graves acordes del Requiem: “…De profundis… Domine…”.

 

Masserdotti* Germán Masserdotti. En dos palabras: un impresentable. Nació en Buenos Aires el 5 de enero de 1975. El resto son habladurías. Le piden un currículum vitae y entrega un prontuario. Es un tomista estricto: le pega al tinto en toda la línea (aunque prefiere el merlot por cuestiones gastrointestinales) y se formó en la escuela de Tomás de Aquino, el Doctor Común de la Iglesia. Es profesor y licenciado en Filosofía. Estudia Periodismo. Mantiene un blog: El Águila y el León. En Fin publicó “Amores burgueses y súplicas de redención” (http://fin.elaleph.com/scriptorium/amores-burgueses-y-suplicas-de-redencion).

 

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