“Nadie está siempre en la cima”, anunciaba la frase promocional de la película Casino,allá por 1995. Extraña paradoja: el ganador del Oscar al mejor actor por Toro salvaje, y el galardonado como mejor director (BAFTA) por Buenos muchachos, han permanecido por décadas en la cumbre del buen cine.
Hoy, a treinta y nueve años de su primer film juntos (Mean Streets), se rumorea que la dupla Scorsese – De Niro ataca de nuevo. ¿Otro éxito? Dudo que este film quede librado a su suerte. El azar sólo le pertenece a las fichas que caen por los tragamonedas del Tangiers.
Brian De Palma, amigo en común de Martin Scorsese y Robert De Niro, los presentó y dio pie a una estrecha amistad, a una de las relaciones más fructíferas de la gran pantalla: Scorsese – De Niro. Ellos plasmaron ocho obras que se encuentran en la lista de las películas mejor reconocidas. Aunque alguna haya fracasado comercialmente, aunque solo una haya recibido el político Oscar, el arte de las obras nos emociona: Calles peligrosas (1973); Taxi Driver (1976); New York, New York (1977); Toro Salvaje (1980); El rey de la comedia (1983); Buenos muchachos (1990); Cabo de miedo (1991); Casino (1995).
Pesos pesados de la cinematografía, De Niro improvisa, Scorsese lo deja. Y después, el film resulta siempre brillante.
Borges decía que él se veía mejor representado por los libros que había leído que por los que había escrito. Porque en la obra propia, uno apenas puede transmitir parte de lo que ha asimilado, parte de lo que es. Cuando escribimos, pintamos, componemos una obra musical o cinematográfica, no hacemos otra cosa que configurar en ella nuestras vivencias, el sello personal que nos identifica.
Martin Scorsese (Queens, 1942) y Robert De Niro (Greenwich Village, 1943) asimilaron en el sur de Manhattan la vida de la Pequeña Italia —Little Italy—, un barrio de Nueva York llamado así por la gran cantidad de inmigrantes italianos (ítaloamericanos). Los dos, hijos de italianos, vivían a unas manzanas de distancia. El barrio incluía una zona al norte de la calle Canal, y lindaba con Chinatown. La Fiesta de San Genaro, típica de la Pequeña Italia durante once días de septiembre, alimentaba las experiencias de Martin y Robert. Así vivieron rodeados de psicópatas, de perdedores y perdidos, de familias sin valores. Personas que, por mucho que lo intentaran, no terminaban de encajar en la sociedad.
Martin se pasaba horas detrás de la ventana contemplando su barrio. Por esa ventana pasaba su realidad, su película cuadro a cuadro. Lo imagino a Scorsese mirando y grabando cada “frame”: una pareja saliendo del restaurante de pizza o pasta, un hombre de camisa con cuellos doblados en las puntas entrando a la panadería, un vendedor parado frente a su carro y un chico robándole una rosquilla, su padre cruzando la calle y llevando la ropa que debía planchar en su negocio. ¿A cuántos taxistas habrá visto Martin antes de filmar Taxi driver? Pienso que esa ventana y la sala de cine fueron su diversión favorita.
De Niro dejó a los trece años la High School of Music —un intento de su madre para sacarlo de la calle—, y se unió a una banda callejera. A él lo imagino como a Calogero, aquel niño del barrio italiano de la película actuada y dirigida por el propio De Niro: Una historia del Bronx. Amor, amistad, aprendizaje y familia en el violento y contradictorio mundo de la mafia. Su padre, Lorenzo (De Niro) conduce un autobús y se esfuerza para que su hijo se convierta en un ciudadano honrado. Un día, Calogero presencia una riña donde el mafioso local Sonny (Chazz Palminteri) asesina a su oponente. El muchacho crece bajo la protección de los dos hombres, dividido entre su honestidad natural y su fascinación por Sonny: lujosos coches, dinero fácil y respeto ganado a fuerza de miedo.
Podría aplicarse el siguiente carácter recíproco, certero como toda fórmula matemática: mira cómo vivieron Scorsese y De Niro, y verás sus películas; mira sus películas, y sabrás cómo vivieron.
Entonces, con esta historia de vida: ¿quién mejor que ellos para retratar a las bandas callejeras y a la mafia italiana? Sus obras abordan los temas de la vida ítaloamericana, los conceptos de culpa y redención, el machismo y la violencia endémica en la sociedad estadounidense.
La obsesión de Scorsese por su pasado italiano y la creencia católica en la que lo educaron tuvieron un cruce perfecto con la innata forma de actuar de De Niro. Martin vio en Robert a su perfecto complemento: actor de método, compartía con él su pasión por la improvisación. A los dos les interesaban los personajes que descubrieran el lado más oscuro de las personas. Habitantes aparentemente normales luchando para acoplarse a la difícil Nueva York, pero con otra personalidad oculta y latiendo bien profundo, como en las semillas. Habitantes sensibles al primer estímulo de las circunstancias o el entorno: un proxeneta, una gentileza para la esposa, dinero fácil, una bella prostituta. Con estos estímulos las semillas germinan, brotan los rasgos más sombríos y explotan en un crescendo de violencia inusitada.
Así surgió el taxista ex combatiente y mentalmente inestable de Taxi driver, que se incorpora a la turbia vida nocturna de Nueva York. Al ver la injusticia en su ciudad natal revive sus peores pesadillas de guerra. Un ser de la peor calaña que se transforma en héroe. Una magistral y demoledora radiografía de un ciudadano violento, asqueado de un sistema podrido.
O la historia de Buenos muchachos, que narra tres décadas en la vida de un trío de gángsters (De Niro, Pesci y Liotta), y propone una irónica versión del sueño americano cumplido con métodos mafiosos. O Casino, otra brillante historia de gángsters sobre los casinos controlados por la mafia de Las Vegas. O Toro salvaje, basado en la biografía del boxeador Jake la Motta, que muestra la autodestrucción, el ascenso y caída de un gran deportista incapaz de controlar sus celos y la violencia extrema fuera del ring.
Es probable que Martin Scorsese y Robert de Niro vuelvan a encontrarse para un proyecto en común. Se habla de que podría tratarse de The Irishman, basado en el libro de Charles Brandt I heard you paint houses (He oído que pintas casas), expresión de los bajos fondos que hace referencia a la sangre salpicando los muros durante un asesinato. Otra vez el tema que siempre los ha unido: en este caso, muestra la supuesta ejecución y descuartizamiento del sindicalista Hoffa a manos de Frank “The Irishman” Sheeran, un sicario con veinticinco muertes en sus espaldas.De concretarse, seguro que veremos otra genialidad de estos dos monstruos del cine.
[…] *Eduardo Poggi nació en 1945, en la Ciudad de Buenos Aires. Integra La Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía. Colaborador de FIN y Axolotl, algunos de sus cuentos y cuadros fueron publicados por Axxón, BNTB, elaleph, Ficciones Argentinas, Literareafantástica, NM, QI, Axolotl y el suplemento cultural del diario Perfil. Alterna su pasión por las letras con la pintura y la composición musical. Su novela Razones de un homicidio fue publicada por capítulos en su blog Letras, colores y sonidos. El libro de cuentos Terminar con todo aún permanece inédito. Entre otros textos suyos, en FIN podemos encontrar su artículo “Un par de buenos muchachos“. […]