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Cuando transgredir produce vértigo

 Entre lo adecuado y lo correcto (II)

 

Victoria entre las sombras es una novela con muchas fortalezas que la hacen digna representante del género que encarna: este thriller fantástico nos mantiene en suspenso y atentos de capítulo en capítulo, como si en verdad nos hubiéramos subido a ese carrito del Tren Fantasma sin posibilidad de detenernos y con la urgente necesidad de llegar al final. La historia está contada en primera persona; son los ojos de Tomás los que enfocan el vértigo de los acontecimientos y es a través de su forma de representarse el mundo, de sus creencias y valores, que llegamos a odiar a Palmira, a aborrecer a La Gorda, a querer a los simpáticos Pinoaga, a enternecernos con la Yaya, a admirar “mal” a Victoria. Un ejemplo que no escapa a esta caracterización es el comienzo del capítulo 15 (pág. 39). La escena comienza in medias res, ya que proviene del capítulo anterior: Tomás y los Pinoaga están siendo amenazados por el cuchillo de Palmira. Igual que el narrador de “Hombre de la esquina rosada” de Borges, Tomás cuenta la vergüenza que sintió frente al temor de Pino, quien no puede más, y estalla en una retahíla de frases que no cesan porque quieren convencer con su tono suplicante y sostenido a Palmira de que no le haga daño. Pino —según la óptica de Tomás— condesciende, se “rebaja” ante Palmira con la voz, con el cuerpo (se arrodilla), con adulaciones. Se comporta como un verdadero cobarde: “Pino dijo, sin parar, con voz de nenita que llora y haciéndose cada vez más chiquito, hasta caer de rodillas en el pavimento, no flaca no qué vas a hacer con el cuchillo por favor a mí no me cortés que yo soy de Mar del Plata como vos y también les tengo bronca a los de Buenos Aires que son todos trolos y caretas no como vos y tus amigos que tienen los huevos del país y se cagan en cualquiera por favor por favor no me vas a cortar porque le tengo mucho miedo a lo que vas a a hacerme por favor por favor…”. El citado fragmento es incorrecto en el nivel de la gramática, pero profundamente efectivo en el nivel pragmático, en el “efecto” que causa en nosotros al desafiarla. ¿Qué estrategias utiliza Di Marco? ¿Qué rechaza y qué toma para resultar tan «plástico»? ¿Cómo logra expresar tan vívidamente el contexto o, más bien, el ritmo de la escena? En principio, produce una contaminación entre las voces de Tomás y la de Pino, quien aparece citado en estilo directo pero sin la marca que la norma tiene asignada para separar su voz de la de Tomás, es decir, los dos puntos o la raya de diálogo. Por otra parte, no aísla con comas el vocativo “flaca”, no coloca los signos de interrogación en las frases que lo requieren, no detiene las oraciones o unidades de sentido con el punto seguido ni aparte. Tampoco usa la coma para la repetición angustiante del “por favor por favor”. De este modo, Di Marco se decide por plasmar, por una parte la vivencia de Tomás, y por otra la “oralidad” de Pino, su expresión en el momento justo de ser dicha. Y para ello, opta por desafiar lo correcto en pos de lo adecuado. Cortázar es sin duda un maestro de la estrategia, pero… ¿cómo ser justo sin mencionar a tantos otros que la han utilizado en distintas variantes? ¿Cómo olvidar, por ejemplo, a una Virginia Wolf intentando reflejar en Las olas el fluir de la conciencia?

Di Marco logra con creces que el habla de Tomás transmita el acontecimiento (la cobardía de Pino), pero además transforma la interpretación —la valoración afectiva que el protagonista le da a ese acontecimiento—, en una verdadera poética de la oralidad, territorio en el cual lo que menos importa es escribir atado a la norma. Interesante lugar de observación para aprender, por ejemplo con nuestros estudiantes, qué cosa es el oficio de escritor. Otra más de las fortalezas de VELS.

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