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Carta abierta de una trabajadora de la Salud

Por Graciela Amalfi *

 

A mis compañeros del Hospital.

 

Queridos todos: nos toca transitar la pandemia más importante del siglo.

Nos toca ir todos los días a entregar lo mejor de nosotros –de nuestro conocimiento, de nuestro amor para con los demás.

Nos toca no saber qué será lo mejor.

Nos toca caminar la incertidumbre, las normas que van cambiando para que las cosas transcurran por el mejor camino.

Nos toca dejar a nuestras familias, y volver a casa tomando todos los recaudos indicados para que el “virus de la corona” no entre en nuestro hogar, y que no se contagien aquellos a los que más amamos.

Nos toca ver que hay mucha gente dando vueltas por la calle “como si nada”. Nos toca tener ganas de decir que esa gente no se merece que cada uno de nosotros estemos ahí en el hospital. Y sí, nos toca pensar en forma egoísta a veces: no somos inmaculados.

A unos les toca tener miedo. A otros, bronca. A muchos, miles de sentimientos encontrados.

Pero sé que todos nosotros estamos en la batalla desde el lugar en donde debemos estar. En esta guerra, cada uno de nosotros es importante: el que está combatiendo frente a los cañones, el que hace de ese espacio el lugar más limpio, el que entrega los insumos para que se usen en tiempo y forma, el que tiene que dirigir y decir para qué lado nos vamos hoy. Uno más Uno más Uno, así se va sumando el equipo que trabaja en el Hospital. Y esto aplica a los miles de compañeros de la Salud pública y privada de nuestra Argentina.

Sepan, sepamos algo: esta historia la escribimos entre los de adentro –nosotros­– y los de afuera –familias, amigos, vecinos.
Y dentro de unos años, nuestros hijos o nietos o sobrinos podrán contar orgullosos: “Mi mamá, mi papá, mi abuelo, mi abuela, mi tía, mi tío enfrentaron con garra la pandemia más importante del siglo”.

Por eso, queridos, sigamos para adelante: pronto esto quedará en nuestro recuerdo como una de las entregas más importantes que nos tocó vivir, o la más importante.

Aplaudo de pie a cada uno. No porque lo necesitemos para vanagloriarnos sino para que mutuamente nos demos fuerza.

Gracias a quienes se quedan en casa –cosa que se hace insoportable, lo sé–, pero es por poquito tiempo…

Pronto saldremos de esta.

 

 
 * Graciela Amalfi nació en Chivilcoy (Buenos Aires). Se graduó en la UBA como Farmacéutica especialista en Farmacia Hospitalaria, y trabaja en un hospital público de CABA desde 1991.

Participó en unas veinte antologías cooperativas; también trabaja en forma autogestiva. Escribe narrativa para todas las edades, y en los últimos años se dedicó especialmente a la literatura infanto-juvenil. Además, se formó en narración oral, guión cinematográfico y tiene un Diplomado en Promoción de Lectura. Desde 2013 asiste al Taller de Corte y Corrección.

Es Madrina de la Escuela rural Nº19 de Gorostiaga (Chivilcoy), y a partir de 2018 participa en el Proyecto del Centro Cultural Mariano Moreno y Ediciones Doradas “Un libro para mi grado”.

Sus libros de relatos Des palabras armando (2011) y Las aventuras de Cata y su abuela Lili (2015), y las novelas Kumiko, mujer sin tiempo (2011), Amaneceres (2012) y Las madrugadas de Agustín (2017) han sido publicados y elegidos como material de lectura en Colombia (www.eltrendorado.com). En 2018 salieron en Buenos Aires los libros de cuentos La sopa mágica de piedra, Renzo, el perro mochilero. En 2019 aparecieron El cofre perdido. Una aventura de Bruno Rizzo, primera parte de una saga (Buenos Aires, Bärenhaus, colección Biblioteca Elegida del TCyC), Grinsaurius, un dinosaurio en el parque (cuento) y Noelia, la tortuga voladora (cuento).

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Instagram: @gracielaamalfi

Entrevista en FIN: http://fin.elaleph.com/articulos/entrevista-a-graciela-amalfi

 

 

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