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Amoroso amasijo de letras

por Susana Luisa Anahí Vidal *

 

Calas

 

En la infancia

sentenciaron en mi memoria:

“las calas son flores de cementerio”.

 

En mí se amontonó la tristeza:

eran flores,

y no entendía esas palabras

(todas necias)

eran flores que emulaban el nácar lunar

con una espada de sol en el medio.

 

Te visitaba en el jardín y te susurraba:

“Yo te quiero, Cala, vos no sos flor de cementerio”.

 

Y me llevaba tu suavidad a la almohada

para que condujeras mis sueños

y la invitaras a ella

a que me amamantara en la fragilidad de tu tallo

y la pequeñez de mi cuerpo.

 

 

Pan

 

Mi mamá prepara bollitos que levarán

y crecerán como las flores.

Los cubrirá con un materno repasador

y esperará con la sonrisa del cielo,

ella esperará.

 

Mi mamá echa la leña

al horno hijo del barro,

se acerca luego

y entre sus brazos carga una fuente

con los milagros blanditos.

Los deja a merced del calor

hasta que se doran como aquellos granos

que se convirtieron en lo que soy hoy.

 

Mi mamá cosecha su pan, lo pone a enfriar

y su boca se colma de sabor: pan ensopado

en dulce mate cocido, rebanada con manteca fresca

y una lluvia de cristales de caña.

 

Mi mamá se sienta y descansa las piernas

y yo la pienso mientras escribo un poema largo,

para ella.

 

Me hubiera gustado probar ese pan con manteca

me hubiera gustado tanto

que mi mamá leyera ella misma

este amoroso amasijo de letras.

 

 

 

Lirios

 

Ahí están ellos,

los lirios

tan impunes

tan al borde de ser,

de ser la lozanía que cubre las noches

con la bruma fatal de su perfume.

 

Lo vasto de los labios

se pierde entre los pétalos maduros,

entre lo azulado del tallo,

y muerde la flor de esta letanía

que corrompe tanto con su belleza sin rival.

Tronco fino,

delineado de tardes que apagan la vergüenza

y encienden la carne de la memoria.

 

Ahí están,

celosos de nada

circundando cada letra que escribirá su nombre en latín,

mientras estos dedos de espinas

se niegan a romperse al nombrarlos,

y los ilustran con dibujos en el agua.

 

La tibieza de noviembre engorda sus hilos

y en cada piar de pájaros

vuelan esas alas violetas, azules, lilas,

y se quedan

pregonando la impunidad de las flores,

lo eterno y efímero del aroma,

y se quedan

convencidos de que son aquellos pájaros

que olvidaron el ritual del vuelo.

 

Pero no,

nos engañan los lirios

no olvidaron su pasado de navegantes entre cielos,

simulan ante nuestros ojos,

nos siguen mordiendo con su belleza

desde un jardín, desde un florero.

 

 

* Susana Luisa Anahí Vidal nació el 15 de julio de 1971 en La Plata, provincia de Buenos Aires (Argentina). Es bibliotecaria documentalista, bibliotecaria escolar y poeta. Prosecretaria de Acción Social de SiTBA (Sindicato de Trabajadores de Bibliotecas en Argentina). Desde 2016 en adelante participó en variadas antologías de poesía en el país y en España, en editoriales como Clara Beter y Ser Seres. Publicó los poemarios Auxilio, ¿por qué escribí? (Dunken, 2007); El vientre del poema (Tahiel, 2017); Metele bencina (Biblioteca Chinaski, 2018); el cuento infantil Palabras largas (Ser Seres, 2024) y el libro de cuentos de terror La calle estaba fatal (Andando Palabras, 2024). Ha sido premiada en concursos de poesía organizados por la Obra Social FATSA (Sanidad) en la ciudad de La Plata. Participa actualmente en el Taller de Poesía del TCyC, coordinado por Analía Pinto.

 

 

Imágenes: «Cala lilly», de Robert Mapplethorpe; las otras dos imágenes forman parte del dominio público.

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